La Vanguardia (1ª edición)

Larga guerra de desgaste

- Jordi Juan Director

En el mundo del ajedrez, cuando tu contrincan­te te dejalaposi­bilidaddeq­uelepuedas­ganarfácil­menteuna pieza, lo normal es que pienses que te está tendiendo una trampa. Has de pensar bien qué consecuenc­ias puede tener en el desarrollo del juego posterior ganar ese peón o ese caballo que se te ofrece casi de forma gratuita. Seguro que hay gato encerrado. En las guerras sucede lo mismo. Los expertos en conflictos bélicos pueden explicar miles de batallitas (nunca mejor aplicado aquí el dicho) donde una hábil retirada puede ser una jugada maestra para plantear un gran contraataq­ue.

Segurament­e esto es lo que piensan los jefes militares ucranianos, que se han tomado con mucha prudencia el abandono ruso de la ciudad de Jersón. Estamos hablando de un territorio de unos 4.600 kilómetros cuadrados que el propio Vladímir Putin consagró en septiembre pasado como parte integrante de Rusia. Sorprende la facilidad y la rapidez con que los soldados rusos han abandonado la ciudad, para irse a fortificar en la orilla opuesta del río Dniéper. Tras esta retirada exprés, llama la atención también que Ucrania haya enviado muy pocas unidades a la zona, como si temiera realmente encontrars­e con alguna sorpresa desagradab­le. Pero más allá de las cábalas que se puedan hacer, la realidad es que Putin no endereza su pésimo balance en esta invasión y le deja en muy mal lugar después de la exhibición que hizo de la recuperaci­ón de todos estos territorio­s de Ucrania. Lo sorprenden­te es la reacción de la sociedad rusa, que parece adaptarse a estos sinsabores como si fuera lo más normal del mundo. Es más, algunos leales al presidente ruso ven bien la medida porque les permitirá “reagrupars­e mejor”.

Al final todo puede ser mucho más sencillo. Lo que Rusia hace es evitar el choque directo contra las tropas ucranianas, que van ganando la partida, y opta por un repliegue táctico que le permite alargar todo lo que pueda el conflicto. Se acerca el invierno y la población ucraniana va a tener problemas de abastecimi­ento, de suministro­s y hasta de falta de agua potable. Putin sufre también el descrédito internacio­nal, pero quizás piense que su desgaste es menor y que lo que le conviene es que la guerra dure el mayor tiempo posible.

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