¿Funciona la terapia de desinflamación de Sánchez?

La caída del apoyo a la independencia y de los niveles de radicalización en Catalunya reflejan los resultados de la política de distensión

Los antiinflamatorios tienen efectos secundarios. Algunos muy peligrosos para el paciente. Pero en política, esos efectos secundarios pueden ser más letales para el doctor que los prescribe, aunque en el caso del presidente Pedro Sánchez se trate de un doctorado en Economía y Empresa. Buena prueba de ello es que uno de los factores de desgaste electoral del PSOE es su política de distensión hacia Catalunya, con los indultos de junio del 2021 como elemento más visible.

Ahora bien, más allá de los costes que suponga para el facultativo atender al juramento hipocrático de aliviar al paciente, la clave de cualquier terapia reside en sus resultados. Y lo cierto es que, según los datos del CIS, el conflicto catalán como problema español ha pasado de ser la cuarta preocupación en el otoño del 2017 (la primera para uno de cada cuatro ciudadanos), a difuminarse a partir del 2020 (con un 1% de menciones). Eso sí, tras un momentáneo repunte en diciembre del 2019 –tras la severa sentencia del Supremo–, cuando se situó como octavo problema y primera preocupación para uno de cada diez españoles.

¿Y en Catalunya? Los datos del CEO y del ICPS indican que los antiinflamatorios funcionan mucho mejor que las terapias de electroshock a cargo de jueces y policías una vez restablecida la legalidad. Cuatro indicadores parecen confirmarlo: el apoyo a la independencia, las preferencias sobre la relación entre Catalunya y España, el nivel de radicalización entre bloques y la polarización identitaria de la sociedad catalana.

El respaldo a la independencia dibuja una línea muy a tono con la intensidad de los acontecimientos. El sí se impone con claridad a partir del 2017 y solo empieza a perder fuelle en junio del año siguiente, tras el relevo en el

Gobierno central. De hecho, el rechazo a la secesión ya es mayoritario desde julio del 2019, después de la victoria electoral del

PSOE, y solo registra una leve inflexión tras la sentencia de noviembre de ese año (cuando partidarios y contrarios a la ruptura con España se acercan al empate técnico). Sin embargo, la ventaja de los opuestos a la secesión se acentúa a partir de mediados del 2020 y, salvo algún bache puntual, se consolida entre ocho y 11 puntos a partir de los indultos del 2021. Y esta misma evolución se ve confirmada en el panel de preferencias sobre la relación entre Catalunya y España.

Entre junio y octubre del 2017 sube cinco puntos (hasta el 40%) la tasa de catalanes que eligen la independencia como la mejor solución, y ese porcentaje se mantiene hasta julio del 2019, cuando vuelve a caer cinco puntos. Es cierto que la opción independentista repunta ligeramente en otoño de ese año, al compás de la sentencia del Supremo, pero después emprende una senda de declive que sitúa esa elección en el nivel más bajo de los últimos diez años (34%).

Tercer indicador: la radicalización entre bloques. Los datos de un estudio del ICPS sobre polarización afectiva en Catalunya en el último cuarto de siglo revelan que la radicalización emocional entre bloques (a favor o en contra de la independencia) alcanza

La radicalización entre bloques alcanzó su máximo nivel entre el 2017 y el 2019, pero ha caído desde el 2021

su máximo pico en el 2017 y solo empieza a remitir visiblemente a partir del 2020 y, sobre todo, del 2021. Y lo mismo ocurre con la radicalización identitaria (cuarto indicador). Es decir, la polarización entre identidades (más o solo español frente a más o solo catalán) llega a su nivel más alto entre el 2017 y el 2019, pero a partir del 2020 y del 2021 inicia un sensible descenso.

Si la eficacia de un tratamiento se mide por sus resultados, la terapia de desinflamación aplicada por el actual Gobierno español en Catalunya superaría, sin duda, cualquier evaluación de una agencia especializada.c