Todo el mundo está en su mundo
Las redes sociales impulsan las microidentidades –por alimentación, sexualidad, aficiones, creencias...– al tiempo que las fanatizan
Feministas, gays, trans, veganos, cazadores, animalistas, ecologistas, independentistas, ultras, ecologistas, negacionistas... Vivimos en una sociedad atomizada donde proliferan las categorías y las microidentidades de forma que cada cual tiene (o crea) una esfera en la que encajar. Pero, lejos de lograr con ello una sociedad más plural, respetuosa y tolerante, asistimos a una creciente polarización y confrontación social y política. ¿Qué está pasando?
“El individualismo es algo intrínseco al ser humano, y el no tener en cuenta al otro, el barrer para mi mundo, para lo que me conviene, siempre estuvo ahí; lo que ha cambiado son los medios para hacerlo porque ahora tenemos la tecnología, que salta barreras, segrega y lo radicaliza todo”, asegura Laura Canedo, psicoanalista y codirectora de las XXI Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis que se celebraron a principios de este mes en Barcelona precisamente bajo el título “Todo el mundo está en su mundo”.
Pablo Mondragón, antropólogo y director de Umanyx, también cree que el interés en afirmar la propia identidad y el confrontarla con la de otros es algo que ha existido siempre y el cambio son las redes sociales. “Las redes responden a la lógica del negocio, de la publicidad y de la atención, y se sabe que psicológicamente funciona mejor el odio, la furia o el miedo que la alegría o el consenso, así que las redes están codificadas pensando en esas emociones, en apelar al enfado, porque eso refuerza nuestra visión del mundo y hace que el discurso se polarice”, explica. Matiza que eso no quiere decir que no haya una parte de la población que busque el diálogo o la moderación, “pero ese discurso tener tu burbuja diferenciada, pero no ser visible y reconocido; hay tal abundancia de todo, que necesitas llamar mucho la atención para ser visto”, –dice– “y eso genera una intensificación de voces, un fanatismo del yo o del nosotros”.
Asegura que eso se ve intensificado en las redes sociales, en especial en Twitter. “Hay mucho afán de tener razón y ser reconocido y por ello se huye de las interseccionalidades, de la ambigüedad, y se impone el conmigo o contra mí, el con nosotros o con ellos, porque uno necesita sentirse parte de un grupo, y así se entra en la radicalización y el pensamiento fanático”.
Luis Miller, sociólogo e investigador del CSIC, dice que está comprobado, desde el punto de vista evolutivo, que las personas forman grupo con otras de características parecidas porque cuesta menos esfuerzo. “Tendemos a vivir, a consumir y a compartir espacios con personas que piensan ideológicamente como nosotros; si eres independentista y seguidor del Barça seguramente tengas menos conflictos en las interacciones que si eres independentista y del Sevilla”, ejemplifica. Por eso, afirma Miller, se crean microgrupos que defienden una identidad muy concreta –sin elementos de divergencia entre sus miembros– y luego se van alineando con grupos aliados. “El listado de grupos a los que pertenecen las personas es infinito, y ser vegano o pertenecer a una asociación de cazadores nunca había sido motivo de conflicto; es el hecho de que ahora cada una de esas categorías se alinee en un bloque ideológico lo que hace que entren en el debate público y se origine la segregación y el fanatismo; estamos politizando todo, desde las opciones de alimentarse hasta la identidad sexual, y eso está generando muno