La Vanguardia (1ª edición)

Un escritor de verdad

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A partir de ahora, esta crónica incluirá un espacio dedicado al momento más hilarante de la semana. En casi todas las presentaci­ones de libros hay risas. Se dan por la complicida­d entre participan­tes y público. Un público que el lunes supera las doscientas personas en el auditorio de Penguin Random House, donde Ildefonso Falcones habla con su editora Carmen Romero de Esclava de la libertad (Grijalbo/Rosa dels Vents). Desde Herederos de la tierra, que salió en 2016, no se encontraba así con los lectores, porque mientras escribía El pintor de almas –de 2019– le diagnostic­aron cáncer de colon, y la promoción fue limitada. Entre los asistentes están las editoras Núria Tey y su descubrido­ra Ana Liarás, que se jubiló en septiembre; también la que fuera jefa de prensa del sello, Alicia Martí; la mujer del autor, Carmen Rosich, y dos de sus hijos; y autores de la casa como Xavi Barroso y Raúl Montilla.

Al final, Falcones se pasa una hora firmando ejemplares. Pero antes, en el turno de preguntas, todo el mundo se ríe porque alguien protesta: “¿Cuándo dejará de ambientar sus libros en Barcelona?”. La mano de Fátima transcurre en la Andalucía del siglo XVI, La reina descalza, en Sevilla y Madrid del XVIII y, de hecho, Esclava de la libertad se traslada a la Cuba colonial y al barrio de Salamanca.

“Hacernos reír diciendo lo que piensa”. Esta es una de las siete rarezas que Milena Busquets

destaca de Joaquín Luna, en la presentaci­ón de Cuando te dejan. Costumbris­mo para descreídos (Temas de Hoy). El libro recoge las columnas con las que él retrata en La Vanguardia “el patetismo de nuestros días”, escritas por un maestro de meterse en berenjenal­es sin arrugarse la camisa, según la sinopsis. Otras rarezas que subraya Busquets: es poco habitual que los hombres hablen de su vida sentimenta­l sin darse importanci­a y sin tomarse en serio; también es poco habitual que utilicen una frivolidad aparente, lo que para ella es una señal de enorme valentía. El vocabulari­o de Luna le recuerda a una Barcelona con

creta y a algunos tipos que ha conocido, y añade que se nota que le interesan las mujeres (“no solo le gustan, también nos observa, sabe cómo somos”).

Luna empieza a sentirse abrumado. Busquets dice: “Otra muestra de que eres un escritor de verdad...”. Entonces la interrumpe: “Acepto la marca de escritor de periódicos, pero lo otro no”. Y ella: “Tienes un estilo propio”. Y él, ante la atenta mirada de Tomás Alcoverro y Núria Amat, entre el público que sigue la discusión con interés, en la Casa del Libro: “El día que escriba una novela o un ensayo, quizá te lo acepte”. Entonces Busquets le habla de los textos breves de Annie Ernaux, Nobel de literatura. A lo que Luna replica: “Que esté desapareci­endo el artículo con vocación literaria no quiere decir que seamos escritores; yo soy un periodista que se defiende, y el periodista se queda en la descripció­n de la realidad”.

Para él, la prensa tiene que reflejar el pulso de la ciudad y de la vida. En un artículo de opinión tienes que mojarte, no puedes dejar indiferent­e. No le gustaba que los pocos hombres que hablaban de algo tan fundamenta­l como la revolución feminista lo enfocaran haciéndole la pelota a la mujer, tomando así un rol paternalis­ta. Por eso adoptó el personaje que da voz a sus columnas y agradeció el apoyo del entonces director Màrius Carol ante las críticas. “Este es un kamikaze”, pensaba Busquets al leer

Milena Busquets dice que a Joaquín Luna le interesan las mujeres, “no solo le gustan, es que sabe cómo somos”

sus artículos, y le hizo saber que le encantaban. Entonces Luna pensó: “No vamos tan mal cuando hay mujeres que no me conocen y no piden que me echen de La Vanguardia”. Risas.

Y aquí va el momento más hilarante de la semana. Fue en la mesa siete, durante la entrega del Premi Proa a Martí Domínguez, el martes por la noche. El autor y crítico David Castillo acaba de ser abuelo, y enseña fotos y vídeos de su nieto Mateu en un spa para bebés. El niño lleva un flotador en el cuello. Unas manos lo desplazan por una bañera transparen­te donde, en letras de colores, está escrito su nombre; el editor Jordi Cornudella ve que están puestas hacia adentro: “¿Es para que lo lea él mientras chapotea?”. Anna Guitart, Eva Piquer, Ada Castells, Albert Forns, Irene Dalmases y Mireia Sopena se parten. Sobre todo cuando, tras aclarar que una sesión de spa vale 55 euros, Castillo cuenta –para gran escándalo de los comensales– que lleva a su nieto cada semana. “Antes me lo gastaba en gintónics”, justifica.c

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MaH. Ildefonso Falcones conversa con su editora, Carmen Romero

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