La etapa de los milagros
Cómo es que necesitamos milagros para empezar a creer? No digo que la victoria del Barça, el martes en El Sadar, fuera un milagro. Pero cuando un equipo en formación, tan lleno de juventud que nos ha acostumbrado a perdonarle la ternura, remonta con personalidad y coraje un marcador adverso, en un partido crucial para mantener el liderato, y con todos los elementos –estadio, árbitro y expulsiones– en contra, como mínimo ya se puede decir que aquel equipo sabe convocar lo extraordinario. Mejor todavía, parece que ha entrado en aquella nueva fase por la que tienen que pasar los equipos que aspiran a ganarlo todo: la de tener el botón del extraordinario cada día más a mano. Nadie ha dudado nunca del talento de este plantel, ni del de los jugadores jóvenes ni del de los veteranos. Pero seguramente, por la falta de experiencia de los primeros y por la veteranía de los segundos, todavía podíamos poner en duda la competitividad del conjunto. Y la competitividad aparece a menudo como una consecuencia de la autoconfianza, de la fe, si hace falta iracunda, en uno mismo.
La euforia que se desencadenó en el vestuario, con el partido acabado y el hito alcanzado, difundida en vídeo por las redes, confirmaba este lugar común, nunca lo bastante explicitado del fútbol: los grandes equipos se forjan a base de encadenar pequeños milagros. Mirad sino la última Liga de Campeones. La retahíla
La competitividad aparece como consecuencia de la autoconfianza, si hace falta iracunda, en uno mismo
de remontadas espectaculares que desplegó el Real Madrid, y que le permitió acceder a la final, empezó con el prodigio del partido de vuelta de octavos contra el PSG, se reafirmó en el de cuartos contra el Chelsea, y adquirió el aire de un milagro en el de semifinales, contra el City. Cada uno de ellos no hizo más que retroalimentar la autoconfianza y la fe casi religiosa de jugadores y aficionados. De repente, parecía que jugaban mejor a tumba abierta, contra las adversidades más insuperables, que con el marcador a cero. Incluso a los equipos rivales les empezaban a temblar las piernas en los últimos minutos, cuando ya tenían resueltas las eliminatorias y la clasificación muy cerca.
En el fútbol, como en otras disciplinas humanas, también está en juego la lucha para dilucidar cuál de sus contendientes mantiene la fe más robusta. Normalmente gana aquel que cree que tiene domado el azar y la suerte de su lado. No lo está. Nunca. De nadie. Pero solo cuando creemos que juega a favor nuestro conseguimos todo aquello que podemos conseguir sin ella. Cuando Xavi mantuvo los mismos diez que habían empezado el partido, a pesar de la expulsión, y cuando en vez de encogerse colocó a De Jong de central, envió a todo el mundo un mensaje inequívoco: a fin de que este equipo crezca, hace falta que lo haga de la misma manera que este club lo ha conseguido todo: creyendo.
stramacchio es una expresión italiana (y muy napolitana) que significa ‘a escondidas’ o ‘secretamente’, y se revela como la definición perfecta para hablar de las tradiciones navideñas de la capital de la Campania, que pasan de puntillas en los artículos anuales. Y es que a menudo asociamos los mercadillos únicamente a los puestecitos de madera llenos de luces de colores, bolas de cristal y vino caliente de países como Alemania, Austria o Suiza, sin tener en cuenta que Italia también cuenta con una arraigada tradición y que Nápoles es, por antonomasia, la cuna del presepe (‘pesebre’).
A Nápoles se puede llegar por tierra, mar y aire. Y a quienes tengan la fortuna de avistar su belleza mientras se acercan a su puerto les sorprenderá una impactante imagen, la de un palacete del siglo XIX, ubicado en pleno paseo Marítimo, junto al emblemático Castel dell’Ovo. Se trata del Eurostars Hotel Excelsior, un hotel con cerca de 115 años de historia que se ha convertido en un emblema para la ciudad.
Sus instalaciones están impregnadas de la esencia de la ciudad, de su glamour y de esa dolce vita italiana que todavía hoy transporta al privilegiado huésped a un universo de lujo, elegancia y sofisticación. Con unas vistas panorámicas espectaculares sobre el Vesubio, el golfo de Nápoles y las paradisíacas islas de Ischia y Capri, es sin duda la elección ideal para vivir una experiencia 100% napolitana.
No en vano es conocido como el hotel de las estrellas . Y es que artistas como Sophia Loren, Orson Welles, Humphrey Bogart o Andy Warhol han dormido en sus suites. Pero no es necesario tener un espacio reservado en el paseo de la Fama para sentirse el más privilegiado de los mortales. Basta con tener la oportunidad de disfrutar de un amanecer o una
puesta de sol desde su restaurante La Terrazza para inmortalizar en la retina una imagen que no puede ser explicada, tan solo vivida.
Dotada de un embrujo natural los 365 días del año, la ciudad de Nápoles, vigía y faro del bello sur de Italia, es uno de los lugares con más magia para celebrar esta época tan especial que nos incita a salir a la calle –a pesar del frío–, a reunirnos y a devorar las exquisitas recetas de mammas y nonnas –olvidando la dieta que empezamos en septiembre–. Una ciudad así se merece una visita antes de finalizar el 2022, y por eso te traemos, con la melodía
de fondo de sus inconfundibles tarantellas, recomendaciones imprescindibles para dar la bienvenida a la Navidad desde Nápoles.
La ciudad cuenta con una de las mayores tradiciones del belén de todo el mundo. Incluso los detractores de la Navidad se dejarán atrapar por sus originales decoraciones y unas figuras de pesebre de estilo único. Si tienes curiosidad por saber de dónde viene esta fama, tienes que visitar la iglesia de San Lorenzo Maggiore, donde se pueden admirar diminutos pesebres realizados dentro de cáscaras de nuez. Tampoco te puedes perder (al menos debes verlo una vez en la vida) el mercadillo de la vía de San Gregorio Armeno, la feria de Navidad más antigua del planeta, que comienza cada noviembre con el tradicional corte de cinta inaugural. Para vivirlo en primera persona, atraviesa lentamente la estrecha calle, abarrotada de gente, y párate en cada puesto a ver las figuritas. Allí encontrarás los mejores adornos y regalos artesanales para decorar tu hogar de vuelta a casa. La feria está abierta hasta el 6 de enero de 2023.
La gastronomía italiana enamora a medio mundo. ¿Quién puede decir que no a una pizza cuatro quesos hecha con los mejores de la región o al famoso plato napolitano vermicelli con le vongole (espaguetis con almejas)? El caso es que en Nápoles, además de trabajar los sabores salados, hacen las delicias de los paladares más golosos elaborando los dulces navideños italianos de mayor fama. Podrás encontrarlos en cualquier bar o café de la ciudad. De hecho, se te hará la boca agua recorriendo las calles, ya que en diciembre los escaparates de los comercios locales están abarrotados de mustacciuoli, pasta reale o pasta di mandorle, roccocò, raffiuoli, struffoli y zeppole di Natale. Pero, sin duda alguna, su especialidad es el babà, un pequeño bizcocho muy esponjoso borracho de ron y remojado en almíbar. Aunque el origen de este postre es polaco, los napolitanos lo han hecho suyo hasta convertirlo en uno de los más típicos y tradicionales de la región, donde lo remojan en –¡sorpresa!- limoncello.
Como dicen los napolitanos, ha da passa’ ‘a nuttata, lo que viene a ser que ‘aunque haya periodos difíciles, no hay que rendirse, porque vendrán tiempos mejores’. Es el momento de volver a disfrutar de la Navidad como siempre hemos hecho y descubrir lugares nuevos, o redescubrir los ya conocidos. Para visitar Nápoles hay que ser valiente: te arriesgas a enamorarte y no querer irte nunca de esta ciudad fascinante y rica en el más amplio sentido de la palabra.