La Vanguardia (1ª edición)

“Estamos inmersos en una revolución planetaria”

Filósofo y escritor

- Teresa Sesé Barcelona Paul B. Preciado

Tuve que declararme loco. Afectado por un tipo de locura bien particular que llaman disforia...” Así comienza Dysphoria mundi (Anagrama), un ensayo monumental en el que el filósofo Paul B. Preciado, entre la teoría y el diario íntimo, parte de su propia transforma­ción (pasó de lesbiana radical a persona de género no binario y finalmente a hombre trans) para analizar el estado del mundo después de la pandemia y “la gran revolución planetaria” en la que estamos inmersos. “¡Disfóricos del mundo, uníos!”, es su llamada a la revuelta.

¿La cuestión ya no es quiénes somos sino en qué queremos convertirn­os?

No tanto lo que queremos ser, porque tampoco es una cuestión únicamente de voluntad, sino de lo que vamos a poder ser colectivam­ente. Lo que somos ha dejado de ser claro, ha dejado de ser binario, definitivo. El binarismo de la taxonomía petrosexor­racial o colonial de la modernidad (heterosexu­alhomosexu­al, hombre-mujer, máquina-organismo, animal-humano, vivo-muerto .... ) se están desarticul­ando y va a dar lugar a otro paradigma. Mientras lo escribía pensaba en una especie de manual para las nuevas generacion­es. De repente me vi con 50 años, enfermo de covid y hablando con muchos niños trans hijos de familias heterosexu­ales, normalísim­as de toda la vida, que tienen un hijo de cinco años que de pronto les dice que no se llama Pablo, que se quiere llamar Teresa. Y los padres, que no saben qué hacer, lo llevan al psiquiatra. Otros me llaman y me piden que hable con ellos. Estoy acabando una película, una adaptación de Orlando, de Virginia Woolf, en la que aparecen veinticinc­o Orlandos de todas las edades. Para entender lo que está pasando hoy es necesario atravesar las políticas de identidad clásicas. Hubo luchas por los derechos de las mujeres, de los homosexual­es, de los obreros... Pero hoy ya no so

mos obreros, somos otra cosa, aunque no sabemos muy bien qué somos. Y no somos exactament­e mujeres, tampoco somos hombres. Las identidade­s naturaliza­das al final son muy excluyente­s, no producen libertad, solo norma...

Por eso la oportunida­d está en ese desencaje: ¡disfóricos del mundo, uníos! ¡cuerpos vivos del mundo, uníos!.

En el libro dice que enfermó en el siglo XXI y despertó en el siglo XXII. ¿Qué es lo que el virus ha cambiado de forma tan radical?

La covid es el sida de los que se considerab­an inmunes. Hasta ahora había pandemias para los otros, para los gais, para las migrantes, para las trabajador­as sexuales, para los drogadicto­s, etcétera. Todas las políticas se han pensado como políticas de inmunidad. Aquí estamos bien, cerremos fronteras. Pues ahora todas las nociones que han permitido definir lo que era estar a salvo se han puesto en movimiento. Es lo que yo llamo una danza epistémica. Vivimos en un momento de total confusión. No entiendo cómo es posible que sigamos conectados a tecnología­s como Twitter, Facebook, Instagram o TikTok. Son tecnología­s de las que no conocemos nada y que están totalmente dominadas por un capital con discursos de extrema derecha. ¿Cómo puede ser que veamos ahí un espacio de libertad? ¿Que pensemos que sustraerse a ellas sería como no existir? Yo no estoy en ninguna y me siento cómodo.

Anuncia que hay una revolución en curso. ¿Es una constataci­ón o un deseo? En algún momento habla del optimismo como de una estrategia para el cambio.

¡Claro que hay una revolución en curso! Las cosas se pueden mirar de maneras muy distintas. Es decir, si uno se deja llevar por el discurso normativo que ahora está dominado por la derecha, evidenteme­nte lo que está sucediendo es que estamos en una situación de apocalipsi­s. Pero lo que pasa es que los relojes del mundo se han sincroniza­do por primera vez al ritmo del MeeToo, el Black Lives Matter, los movimiento­s queer, contra el calentamie­nto global... Y como reacción, hay una vuelta a las formas más reaccionar­ias de utilizació­n de tecnología­s de la violencia como tecnología­s de gobierno. Surgen nuevos discursos racistas, tránsfobos, misóginos... Pero es verdad que soy optimista por metodologí­a política. Eso es algo que aprendí de Angela Davis, cuando de estudiante en Estados Unidos le escuché decir: “Todo va fatal y precisamen­te por eso estamos llenos de entusiasmo”. ¿Qué dice esta mujer? ¿Cómo es posible? El motor de lo político no es la política exterior como la pensamos, el politiqueo; la clave de todo es el deseo, es la transforma­ción del deseo, aquello por lo que nos parece que merece la pena luchar. El capitalism­o petrosexor­racial es un capitalism­o totalmente basado en energías fósiles, en el consumo de carne, heterocent­rado, misógino y racista. Si empezamos a verlo como lo que es, asqueroso, brutal y mortífero, podremos empezar a hablar de cambio. Si no, apaga y vámonos.

¿Por qué la ley trans está disparando discursos tan violentos y fracturand­o el feminismo?

Bueno, yo creo que esa fractura ha existido siempre en el feminismo. Llevo 30 años ya militando y cuando empecé a hacer lo que hago nadie lo entendía. Y no solo eso, querían callarme. Molestaba. Y aquella práctica, que era undergroun­d, se ha ido propagando progresiva­mente. Es la potencia política de los pequeños gestos. Las feministas que se oponen representa­n un feminismo de privilegio­s blancos, heterosexu­ales, binarios

Llamada a la revuelta

“¡Disfóricos del mundo, uníos! ¡cuerpos vivos del mundo, uníos!”

Momento de confusión

“¿Cómo puede ser que veamos en Facebook, Twitter o Instagram un espacio de libertad?

y que no son reconocido­s como privilegio­s. Las mujeres blancas tardaron siglos en adquirir el privilegio de ser considerad­as como sujetos políticos, de tener derecho al voto. Y lo curioso es que tan pronto como ese conjunto de mujeres adquiriero­n el derecho al voto, lo cerraron para cualquier otro tipo de mujer. Yo creo que es exactament­e lo mismo que está ocurriendo ahora. Para mí cada vez que oigo a las feministas TERF, estoy oyendo todavía a las feministas del siglo XIX que rechazan a las feministas negras o incluso a las obreras y trabajador­as. Es una batalla de privilegio­s.c

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Pierre et Gilles Paul B. Preciado, en la fotografía Sunset on Uranus, del 2022

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