La Vanguardia (1ª edición)

Que paguen las clases medias

Rishi Sunak anuncia un cóctel explosivo de más impuestos y menos gasto público

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Cuando Norman Lamont era ministro de Economía británico a principios de los noventa, un joven diputado tory llamado William Hague (que con el tiempo llegaría a líder del partido y ministro de Asuntos Exteriores) tenía la misión de ir sirviéndol­e chupitos de una botella de Highland Park durante las dos horas que duraba la presentaci­ón del presupuest­o, y que le ayudaba a soportar las malas noticias que daba a la nación.

Eran otros tiempos, los estertores de la incorrecci­ón política. Ayer, la exposición del plan económico del Gobierno por parte de Jeremy Hunt, actual ministro de Finanzas, duró la mitad, y el vaso que tenía a su lado no era de whisky, sino de agua mineral. Pero las noticias que dio al país fueron todavía peores que las de Lamont: subidas de impuestos (sobre todo para las clases medias) hasta niveles no vistos desde después de la Segunda Guerra Mundial, reducción en términos reales del gasto

público, una inflación del 11%, una recesión persistent­e como si fuera la covid, una deuda pública de 500.000 millones de euros, la evaporació­n del crecimient­o económico de los últimos ocho años y la mayor caída del poder adquisitiv­o de la gente desde 1956.

Ni siquiera la mejor malta única ahumada de las islas Hébridas, de esas que permanecen cuarenta años en las barricas y cuestan decenas de miles de euros, habría podido endulzar el mensaje de Hunt, y en particular la reducción de la franja a partir de la cual se aplica el tipo impositivo más alto (45%), que hará que caigan en ella tres millones más de contribuye­ntes que se ganan bien la vida, pero no son millonario­s. Más ciudadanos habrán de pagar más en impuestos hereditari­os y a las ganancias del capital, una forma de gravamen sobre el patrimonio para que las arcas del Tesoro recauden 30.000 millones extra con los que satisfacer las facturas de la pandemia y las ayudas energética­s (que irán más dirigidas a quienes no pueden asumirlas). Como paliativo a tanto castigo, habría hecho

El nuevo Gobierno eleva el salario mínimo, las pensiones y las ayudas sociales básicas al nivel de la inflación

Muchos votantes de derechas se preguntan para qué sirve un Partido Conservado­r que sube la carga fiscal

falta no ya un buen whisky, sino por lo menos un chute importante de cannabis, y quizás ni por esas.

En menos de un mes, por orden de los mercados y con un humillante cambio de Gobierno por medio, el Reino Unido ha dado un giro radical en su política económica y social para, con una combinació­n de mayor carga fiscal y reducción de las partidas de los distintos ministerio­s, aliviar en 65.000 millones de euros la carga del Tesoro. Un cóctel político explosivo a dos años de las próximas elecciones, que hace que muchos votantes tories se pregunten: ¿para qué sirve un Partido Conservado­r que sube los impuestos? Para eso ya está el Labour.

Las únicas sacarinas que Hunt y el primer ministro Sunak han echado al café amargo consisten en la subida del salario mínimo, las pensiones y las ayudas sociales básicas al nivel de la inflación, lanzando así un salvavidas a los pensionist­as (en su mayoría votantes conservado­res), los trabajador­es más precarios y los dependient­es del Estado. Objetivo: no dar munición a la oposición para que deTruss, nuncie el comienzo de una nueva era de austeridad cuando apenas había acabado la anterior. Habrá dinero adicional para Sanidad y Educación, pero el presupuest­o de Defensa se mantiene en el 2% del PIB, y sobreviven proyectos de infraestru­cturas como la construcci­ón de un nuevo reactor nuclear y el tren de alta velocidad.

De un plumazo, el Gobierno Sunak ha cancelado los planes económicos de Boris Johnson y Liz y los mercados reaccionar­on con indiferenc­ia. Quienes van a pagar la factura de la pandemia, la guerra de Ucrania, de la obsesión china por suprimir la covid, de la Reserva Federal de Estados Unidos por atajar la inflación y el coste exorbitant­e de la luz son las clases medias. Son los que no están afiliados a sindicatos potentes, no van a hacer huelgas y van a pagar con estoicismo los impuestos adicionale­s o van a ver impotentes cómo les son descontado­s de sus sueldos. La proyección de la Oficina de Responsabi­lidad Fiscal es que el coste de la vida aumentará un 9,1% el año que viene, y un 7,4% el siguiente, medio millón de personas se sumarán al paro y la recesión durará hasta finales del 2024.

Desde el Brexit –pero no sólo por el Brexit–, la economía británica es como un satélite que se ha caído de su órbita, arrastrado por las fuerzas gravitacio­nales opuestas de la recesión y la inflación, en un agujero negro del que no se sabe ni cuándo ni cómo podrá salir. ¿Dónde está esa botella de Highland Park que Norman Lamont guardaba como oro en paño?.

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ToLGA AKMEN / EFE Jeremy Hunt, ministro de Finanzas, saliendo ayer de Downing Street hacia el Parlamento

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