La Vanguardia (1ª edición)

Un camino sin retorno

- TRANSBORDO, MONCLOA Fernando Ónega

Todos los presidente­s de gobierno hasta Rodríguez Zapatero tuvieron una ambición: que en su mandato terminara el terrorismo de ETA. Con ese fin desarrolla­ron actividade­s secretas y de riesgo, como la negociació­n con la banda. Conseguido ese objetivo, la aspiración de todos –es decir, de Mariano Rajoy y de Pedro Sánchez– ha sido resolver el llamado “problema catalán”. Rajoy lo tuvo imposible porque, como Félix Bolaños le recuerda cada día, durante su mandato ocurrió todo: la pérdida de miedo a la palabra independen­cia, los referendos ilegales, los sucesos de 2017 y la aplicación del 155.

Pedro Sánchez llegó al poder apoyado por los nacionalis­tas y los independen­tistas, gobernó con ellos, decretó indultos, abrió el diálogo y acaricia el sueño de ser el pacificado­r. La anulación del delito de sedición es su instrument­o mágico y por eso promueve una reforma del Código Penal que rehúye los informes del Consejo de Estado y del CGPJ y desecha los órganos de dirección de su propio partido con dos graves problemas añadidos. El primero es su pecado original: presume de ser el mago de la resistenci­a, lo cual equivale a decir que su mérito es resistir para estar mucho tiempo en el poder. Y eso tiene un precio: cualquier cosa que haga es interpreta­da en esa clave. El recuerdo de sus anteriores palabras sobre la sedición,

la rebelión o el considerar delito la convocator­ia unilateral de un referéndum no hace más que confirmar esa clave: con audacia reconocida, Sánchez puede resolver el conflicto, ya lo veremos, pero asegura apoyos para una larga estancia en la Moncloa.

El segundo es más inquietant­e: su iniciativa de cargarse la sedición fue presentada como “un compromiso personal”. Una acción de ese alcance y de consecuenc­ias imprevisib­les, por muy democrátic­o que sea su autor, no es un proyecto de partido, ni una promesa electoral, ni una decisión de Estado; es un empeño suyo y afrontado además por un procedimie­nto de urgencia que solo se justifica por las exigencias o las necesidade­s de Esquerra. Suya será, por tanto, la gloria o la responsabi­lidad histórica. Y libre es el juicio que se puede hacer sobre su personalis­mo, tan próximo en ese sentido a un comportami­ento autocrátic­o. Esa sería una línea de ataque que aún no utilizó el españolism­o.

Este escribidor no puede saber si es bueno o malo borrar ese delito del Código Penal. Estas acciones son magníficas o perversas según su resultado, y eso está por ver. Si sirve para que en Catalunya se deje de acusar al Estado de represor, ya sería un éxito en la histórica tarea de fortalecer la convivenci­a. Si sirve para que se extienda la idea de que el Estado queda indefenso ante cualquier intentona de romper la unidad nacional, como dicen el PP y bastantes líderes de opinión, será inevitable una ola de pesimismo en el resto del país.

Ante ello, es preciso anotar que fallaron ostentosam­ente al menos cinco formas.

1) No se respetaron los trámites exigibles para las reformas legales, lo cual creó en la sociedad no catalana una sensación de que había algo que esconder.

2) Si todo es fruto del diálogo, se ocultaron los acuerdos, o tienen cláusulas secretas o el Estado es el único que ha cedido.

3) Toda la justificac­ión del Gobierno se basó en acomodar la ley española a la legislació­n europea y los datos demuestran que es una verdad muy parcial.

4) Llamar “desórdenes públicos agravados” a un supuesto de declaració­n unilateral de independen­cia necesita mucha concreción porque, tal como se presenta, es algo cómica.

5) Por alguna razón que suena a debilidad, los responsabl­es del cambio se niegan a reconocer que sigue vigente el 155, la usurpación de atribucion­es del Estado que contempla el Código Penal y, en el peor de los casos, el delito de rebelión. De no decirlo viene la mencionada música zumbona de la indefensió­n del Estado.

Y una reflexión final: si eliminar la sedición es tan positivo como dice el Gobierno, no se entiende cómo no se le explica a Feijoo y se le atrae a la causa. Y citado el señor Feijoo, me permito recomendar­le que no anuncie la derogación de lo que ahora se apruebe. Una vez dado ese caramelo al independen­tismo, quitárselo sería incitarlo a que vuelva a considerar represor al Estado español. En todo caso, el camino que abre Sánchez no tiene retorno y abre otros debates: que se ablande la malversaci­ón, ruegan los corruptos; que desaparezc­a el 155, pide Urkullu; amnistía y referéndum, reclama Aragonès. Se empieza por anular un delito y se reabre el debate territoria­l. Que sea para bien.

 ?? Pool Moncloa / EFE ?? Pedro Sánchez
Pool Moncloa / EFE Pedro Sánchez

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain