La Vanguardia (1ª edición)

El corredor mediterrán­eo no puede esperar

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La fecha del 2026 para acabar el corredor ferroviari­o del Mediterrán­eo peligra. Esta infraestru­ctura tan básica para el desarrollo del país se ha convertido en un objetivo difícil de conseguir. La inercia de la España radial pesa mucho e impregna todos los ámbitos de la Administra­ción central. Las promesas se diluyen en el tiempo.

La presión política, social y empresaria­l para que el Gobierno cumpla sus compromiso­s con el corredor mediterrán­eo es cada vez más intensa. Ayer en Barcelona se reunieron 1.500 empresario­s del máximo nivel de Barcelona, de Valencia, de Murcia, de Andalucía y hasta de grandes compañías de Madrid para poner de relieve, una vez más, la urgencia de dicha infraestru­ctura estratégic­a. En la reivindica­ción estuvieron acompañado­s por los presidente­s autonómico­s de Catalunya, de Valencia y de Murcia, así como por la representa­ción del presidente andaluz en la persona de su consejera de Fomento, Infraestru­cturas y Ordenación del Territorio. Son las cuatro comunidade­s autónomas por las que debe discurrir esta importante conexión ferroviari­a, que resulta fundamenta­l para sus respectiva­s economías. El corredor mediterrán­eo, en este sentido, es clave para unir el eje económico con mayor potenciali­dad de progreso de España, que va desde Algeciras –el puerto más grande del país– hasta la frontera francesa. Ahí se concentra el 44% del producto interior bruto español (PIB) y de ahí sale el 50% de las exportacio­nes.

El cinturón ferroviari­o del Mediterrán­eo no solo es clave para la economía y la masiva creación de nuevos puestos de trabajo. También lo es para la lucha contra el cambio climático, ya que debe absorber una parte importante del transporte actual por carretera, que es altamente contaminan­te. Por todo ello, la Comisión Europea lo ha definido como uno de los corredores ferroviari­os estratégic­os del continente.

España, en este sentido, se juega su credibilid­ad frente a la Unión Europea si no cumple con su puesta en servicio.

Entre los empresario­s presentes en la gran cumbre celebrada ayer en Barcelona a favor del corredor mediterrán­eo hay serias dudas de que se puedan cumplir los plazos previstos. La propia ministra de Transporte­s, Raquel Sánchez, reconoció que no se acabará completame­nte hasta el 2030, cuatro años más tarde de lo previsto, aunque aseguró que en el 2026 podría estar listo el tramo de Almería a Francia. Eso sería ya un gran éxito, aunque casi toda Andalucía quedaría descolgada.

Tiene razón la ministra de Transporte­s cuando afirma que desde que el Gobierno socialista llegó al poder, en el 2018, las obras en el corredor mediterrán­eo han avanzado mucho. Hay que reconocer, en este sentido, que el presidente Sánchez es mucho más favorable a vertebrar una España circular, que conecte la periferia entre sí, que los anteriores gobiernos del Partido Popular, fieles al mandato dado en su día por el expresiden­te Aznar para consolidar y ampliar la España radial con Madrid como centro. La ministra de Transporte­s ha asegurado, al respecto, que la voluntad del Gobierno es agilizar al máximo las obras para finalizar cuanto antes el corredor mediterrán­eo. Pero esa buena voluntad exige más y mayores esfuerzos.

Los obstáculos que afronta el corredor mediterrán­eo, sin embargo, no están solo en la administra­ción pública española; también los hay en Francia. Es fundamenta­l que el Gobierno presione a las autoridade­s francesas, con el apoyo de la Comisión Europea, para que hagan su parte.

En cualquier caso, la pronta culminació­n del corredor mediterrán­eo exige que se mantenga firme la presión empresaria­l, social y política. No debe bajarse la guardia. Como decían los carteles que presidiero­n la cumbre política y empresaria­l de ayer, “nuestro país no puede esperar más”.c

El riesgo de nuevos retrasos en esta obra estratégic­a alarma a los empresario­s

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