La Vanguardia (1ª edición)

Trenes nocturnos

- Clara Sanchis Mira

En el último tren de cercanías casi nunca funcionan ni la megafonía ni las letras luminosas que anuncian las paradas, será que a estas horas también se les acaba la pila. Entonces los usuarios regresamos a casa confusos, con la cara pegada a la ventanilla, buscando una pista que nos oriente en la oscuridad de una noche ferroviari­a que podría extenderse como una metáfora que corta el hipo. ¿Qué parada es esta?, pregunto inútilment­e a un pasajero con bufanda roja, tan perdido como yo en la niebla espesa que esta noche ha aparecido, por fin, literalmen­te.

Por fin llueve, decimos, con ansias de verdadero frío, envueltos en abrigos que en realidad sobran. Ahora el mal tiempo es el bueno, y al revés, comentaba esta mañana un familiar, cada nuevo día soleado ya es para echarse a temblar. Estoy fundamenta­lmente triste, me confiesa después un colega. Soy un adicto a la informació­n y a veces no puedo soportarlo, añade. Le brillan los ojos. Divagamos sobre una supuesta tristeza que flota en el aire, no tenemos claro si se extiende más de lo humanament­e normal. O si el problema es una expectativ­a exagerada de felicidad, casi obligatori­a. Sin olvidar que, como animalitos, tampoco debe de resultar fácil notar el cambio climático en el cuero cabelludo. Solo como bichitos terráqueos, notamos cosas.

Pero esta noche el tren avanza entre la oscuridad y la niebla y, por mi parte, voy escuchando una canción de Triana que se titula Quiero contarte, aunque no venga a cuento, ni case con la bruma ni conmigo hoy. Ni desde luego con este pequeño libro que tengo entre las manos porque me lo acaba de regalar un ser querido: De paseo por los limbos, de Anna Adell. A ver qué te parece –ha dicho misterioso mientras me lo introducía en el bolso–, trata de los espacios intermedio­s. Esos pasajes que anula la celeridad. Lo abro y leo al azar: “¿Por qué yo soy yo y no tú? Cómo puede ser que yo que soy yo, antes de llegar a ser no fuera”. Qué curioso, me digo, ya que justo ando estos días sumergida en un trabajo que cuestiona a lo bestia el concepto de identidad.

“Por qué yo soy yo y no tú”, me repito como un mantra momentánea­mente tranquiliz­ador. Después trato de transmitír­selo telepática­mente al viajero con bufanda roja que se sienta enfrente. Puede que en el fondo me guste que este tren avance lento y achacoso entre nubes bajas, con un traqueteo como de los años setenta que envuelve las guitarras eléctricas de Triana en un follón cósmico. Por un rato todo está bien.c

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