El Mundial de Barcelona
La inauguración y siete partidos más llenaron de color la capital catalana en 1982
Passarella, filho da puta!!!” Quienes tuvimos la fortuna de presenciar en Sarrià los partidos entre Argentina, Italia y Brasil del Mundial de 1982 estamos convencidos de que vimos el mejor fútbol del torneo. Y el grito de un periodista brasileño puesto en pie en plena tribuna de prensa para recriminar la enésima entrada violenta del central argentino sobre Zico fue otro momento mágico, anécdota incomparable.
Barcelona, Sarrià en concreto, tuvo la fortuna de reunir a tres sensacionales equipos que se jugaron en una semana el futuro del torneo. El Mundial de España lo ganó Italia en el Bernabeu, ante Alemania y la sonrisa desacomplejada de Sandro Pertini, pero se decidió en Barcelona, sede de la inauguración y otros siete partidos. Tres fueron mágicos, de lo mejor de la historia de los Mundiales.
La exageración de fútbol que desbordó Barcelona, las figuras (Maradona, Sócrates y Paolo Rossi, por citar sólo uno de cada equipo), el colorido y ambiente en las calles y en las gradas fue el premio a un Mundial que empezó mal y acabó peor para los intereses de los organizadores. Desde el patético espectáculo del sorteo de grupos, transmitido a todo el mundo, con las bolas encallándose en el bombo de la lotería, las manipulaciones de Sepp Blatter para modificar el orden de salida de las bolas y adaptarlas a las condiciones previas, hasta el penoso papel de la selección española, incapaz de ganar a Honduras en su debut, los cálculos más pesimistas se desbordaron.
Como consecuencia del complicado sistema de venta de localidades (debían adquirirse por paquetes, no por partidos concretos), el Camp Nou, remodelado hasta los 120.000 espectadores, no se llenó ni regalando entradas a última hora para el partido inaugural, un Argentina-Bélgica que suponía el primer encuentro oficial de Maradona en el Camp Nou, a pocas semanas de incorporarse al Barcelona. Perdió Argentina, por cierto.
Al presidente de la FIFA, João Havelange, le bloquearon momentáneamente
Los choques entre Italia, Argentina y Brasil en Sarrià fueron el cenit del torneo
el acceso al Camp Nou porque no constaba como acreditado. El presidente de la Cámara de Comercio, Josep Maria Figueras, denunció el caos “organizado por Iberia” en el puente aéreo que debía trasladar hacia Madrid a autoridades y numerosos miembros de las selecciones a la mañana siguiente de la inauguración.
La ceremonia de apertura del torneo, que culminó con una gigantesca paloma de la paz de aires picassianos y un niño, vestido con la equipación de la selección española, abriendo un balón de fútbol del que salió volando una paloma blanca, recibió elogios en las crónicas de la prensa extranjera. Las únicas críticas, se señaló en este diario dos días después, “han provenido de España y de su centro geográfico, desde donde han llovido calificativos más que críticos, despreciativos”. Fue especialmente corrosivo el editorial de El País, titulado “El Mundial de los horrores”, donde se señaló que “es casi imposible superar los niveles de mal gusto, falta de belleza y de emoción que la ceremonia alcanzó”. Y concluía: “Porque si en una democracia tienen derecho a vivir y expresarse hasta los horteras, no es preciso, sin embargo, someter a sus dictados a los cuarenta millones de habitantes”. La presión llegó a tal extremo que los creadores de la ceremonia inaugural, Víctor Sagi y Leopoldo Pomés, tuvieron que dar la cara en una conferencia de prensa para detallar cuánto había costado y recordar que en su día decidieron renunciar a cualquier beneficio fijo. Y concluyeron al unísono: “Nunca más haremos algo así”.
Entre aciertos, algunos, y errores, el Mundial salió adelante. Y mantiene intacto el recuerdo de los días de magia que se vivieron en el desaparecido estadio de la carretera de Sarrià. Passarella y el periodista brasileño incluidos.n