La Vanguardia (1ª edición)

Irreconcil­iables

- Jordi Juan Director

La oportunida­d de hacer dos entrevista­s en una semana, al presidente del Gobierno y al líder de la oposición, permite hacerse una idea de hasta qué punto están alejadas sus respectiva­s posiciones estratégic­as. No deja de ser normal que dos rivales políticos, a punto de iniciar una larga campaña electoral, mantengan un lógico distanciam­iento y busquen la erosión del contrincan­te. Pero quizás, en el caso actual, entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo hay algo más que la pura rivalidad política. El primero se siente traicionad­o porque el líder popular no ha querido rubricar el pacto para la reforma del Poder Judicial, y el segundo cree que ha sido víctima de un engaño porque el Gobierno estaba cerrando otro acuerdo con Esquerra sobre la reforma del delito de sedición. Los puentes no están rotos. Están destrozado­s.

Si duro fue Sánchez con Feijóo hace una semana, igual o más se ha mostrado este con aquel en la entrevista que publicamos hoy. La batalla del relato está echada. Para el socialista, Feijóo se ha plegado al discurso más derechista del PP, caracteriz­ado por la imagen de Isabel Díaz Ayuso, y para el popular, Sánchez es prisionero de los independen­tistas catalanes y vascos y de los populistas de Unidas Podemos. La campaña del primero será la de advertir a los ciudadanos que le voten para evitar la llegada de la ultraderec­ha, con Vox como compañero de viaje, y la táctica del segundo será intentar evitar como sea que el Gobierno de coalición, al que llaman Frankenste­in, se consolide.

Entre una estrategia y la otra, lo que está claro es que, a pesar de la crisis política, social y económica que vive el país, las posibilida­des de acuerdo entre los dos principale­s partidos del país, que podrían gobernar con comodidad en un mismo gabinete de coalición, son una entelequia. No lo vamos a ver. La sustitució­n de Pablo Casado por Feijóo nos hizo creer que podríamos entrar en una cierta etapa de distensión entre ambas partes, pero me atrevería a decir que la relación entre ambos partidos aún ha empeorado más.

Ninguno de los dos parece dispuesto a dar ningún paso para la distensión.

No hay reconcilia­ción posible hasta las elecciones.

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