La Vanguardia (1ª edición)

19 croquetas y 500 noches

- Carlos Zanón

En Zaragoza un hombre es envenenado por su ex con una croqueta. Comerse la susodicha, sentirse mal y, al día siguiente, además del dolor de cabeza, faltarle 27.000 euros de su cuenta corriente fue todo uno. La croqueta ladrona se la sirvieron en el bar Los Juncos, donde había quedado con su otrora enamorada, con la que andaba divorciánd­ose. La croqueta drogada rezumaba benzodiaze­pina y mala hostia, obviamente. De haberse combinado con mucho alcohol hubiera podido ser croqueta asesina. Ah, la pasión, qué sorpresas nos asesta. Que cuando vayas a buscar las bravas, la mujer a la que adoraste manipule una tapa para robarte, o que te apeen de una gira si eres Pancho Varona, y tu jefe, Joaquín Sabina, que ahora dejó la izquierda, pero sigue sin dejar las maneras de clavar piolets a Trotski.

Hay pasiones que uno acepta de aquellos que quiere aunque les resulten incomprens­ibles, como tener parejas tóxicas o que te guste Joaquín Sabina.

Varona no entiende que Sabina le deje fuera después de cuarenta años

Más allá de alguna rumbita tan envenenada de Bambino como la croqueta de Rivotril, el material del músico andaluz no ha sido, salvo excepcione­s, más que hilo musical de Imserso, mundología golfa madriles y filosofía de pub de los setenta con asientos sin limpiar desde su inauguraci­ón. Y por cierto, Max, Charlie y Rocky son los nombres más populares en España para perros; Luna, Bella y Lola, para perras, y Varona que no entiende que le deje fuera de la caseta después de 40 años y más de mil conciertos. Los fans aducen desavenenc­ias entre las familias de músicos sabinistas, y muchos responsabi­lizan a Leiva como si fuera una nueva Yoko Ono vestida de impecable Capitán Garfio, pero qué importa.

Al envejecer, todos los grandes poetas se inmolan a la juventud y venden a los amigos de siempre. Le pasó a Pedro Carrasco, a Rafael Alberti, y ahora a Joaquín Sabina. Es eso o que te envenenen con una croqueta.c

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