La Vanguardia (1ª edición)

Los héroes silenciado­s

Homenaje, 33 años después, al centenar de empleados de la central de Vandellòs I que se jugaron la vida para evitar una catástrofe nuclear como la de Chernóbil

- EstEvE Giralt Vandellòs i l’Hospitalet de l’Infant

La central de Vandellòs I sufrió el 19 de octubre de 1989 el que sigue estando clasificad­o como el peor accidente de la historia de las nucleares en España. Un incendio en una turbina (a las 21.39 h) se propagó y llevó la central al límite, causando la inundación de la parte baja del reactor, la zona más delicada y peligrosa de una nuclear.

Vandellòs I estuvo cerca de la catástrofe ambiental, pero las maniobras de técnicos y operarios evitaron la fuga de radiactivi­dad al exterior. Los expertos, incluidos organismos internacio­nales, analizaron lo sucedido en largos informes. Tres directivos de la empresa propietari­a (Hifrensa) y un miembro del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) fueron juzgados y absueltos en los años noventa.

Durante todo este tiempo, 33 años y un mes, nunca se había dado voz al centenar de técnicos y operarios que trabajaron aquella noche y madrugada a destajo, arriesgand­o la vida junto a los Bombers de la Generalita­t, que no habían recibido ninguna formación específica; fueron guiados por los empleados. Nunca se había reconocido su empeño.

“Lo que recuerdo es que lo pasé muy mal, como todos mis compañeros. Era nuestra obligación y lo hicimos, nadie se ha quejado del sufrimient­o y la angustia de aquella noche. Nadie nos reconoció nada, la empresa no nos dio ni las

gracias. No nos trataron bien después del accidente. Nadie lo valoró porque no explicamos nunca lo mal que lo pasamos”, explica Braulio Conejo (75 años), mecánico en Vandellòs I.

Por la hora, el inicio del fuego

coincidió con el cambio de turno, lo que dobló el personal. Una parte de los operarios, como Braulio, llegaron como voluntario­s al ver el humo negro salir de la central desde el poblado de Hifrensa, donde vivían con sus familias.

Trabajaron en durísimas condicione­s, con equipos de respiració­n autónoma en medio de un humo negro y espeso, con el agua en ocasiones hasta la cintura, con riesgo de morir electrocut­ados. “Se quemaron miles de litros de aceite y el humó llegó hasta la sala de control, donde los operarios también lo pasaron fatal. Las computador­as no paraban de vomitar papel, a todas horas, ¡brrrrr! Empecé a ver la serie Chernóbil (HBO) y al ver la gente corriendo por los pasillos me vino el olor a la memoria. No pude seguir”, relata Braulio.

A su lado, observando Vandellòs I, hoy desde la distancia, Ángel Ruiz, durante el incendio supervisor en la sala de control, y Manuel Barreno, otro compañero en aquella emergencia. Son como familiares. Comparten un grupo de WhatsApp: 190 exempleado­s.

“Oímos una vibración muy fuerte, como si un avión nos estuviera cayendo encima. Y de repente explosione­s e incendios que vimos desde los ventanales de la sala de control. Y lenguas de fuego, humo y unos fogonazos de color azul:

“¿Por qué no se les ha reconocido? La política de la nuclear ha sido el taparlo todo”, dice un exinspecto­r del CSN

el hidrógeno que se quemaba”, recuerda. “Quien más quien menos trató de ponerse a salvo, debajo de una mesa, donde podías... Después ya tomamos conciencia de que teníamos un problema gordo, de que se estaba cayendo todo”, recuerda Ruiz.

Vinieron después horas de caos –“tuvimos que sacar a gente de la sala de control, todos venían pidiendo informació­n”–, mucha tensión y trabajo al límite. Sorprenden­temente, ningún trabajador resultó herido. Maniobraro­n en zonas sin luz, inundadas en parte, moviéndose intuitivam­ente gracias a que tenían en sus mentes la central que habían ayudado a construir (1972). Algunos se salvaron porque se guiaron a oscuras con las mangueras.

Controlaro­n el incendio y, la clave, la temperatur­a del reactor, al mantener a precario el sistema de refrigerac­ión. Se había dañado con la inundación, por la entrada de agua del mar.

Tantos años de silencio se explican, solo en parte, por el miedo de los técnicos a perder su empleo. “¿Por qué no se les ha dado importanci­a si evitaron un grave accidente nuclear? Una cosa lleva a la otra: si reconoces su actuación heroica tienes que explicar por qué ha sido tan importante. La política de la industria nuclear durante muchísimos años, y creo que también ahora, ha sido el taparlo todo, que no se sepa nada”, dice Julio Pérez Sanz, exinspecto­r del CSN, jubilado en 2020.

Al fin, ayer, se les hizo el homenaje en el poblado de Hifrensa, con el único apoyo público del Ayuntamien­to de l’Hospitalet de l’Infant i Vandellòs. Lo ha impulsado la Asociación de Técnicos en Seguridad Nuclear y Protección Radiológic­a. En la memoria, la noche que pudo cambiar su vida y lastrado el futuro de toda la región, con la Costa Daurada entonces en desarrollo turístico. Vandellòs I, cerrada tras el accidente y en fase de latencia hasta el 2028, para que baje la radiactivi­dad, espera el desmantela­miento final.c

 ?? Xavi Jurio ?? Ángel Ruiz, supervisor en la sala de control, Braulio Conejo y Manuel Barreno vivieron el incendio de Vandellòs I, el edificio del fondo
Xavi Jurio Ángel Ruiz, supervisor en la sala de control, Braulio Conejo y Manuel Barreno vivieron el incendio de Vandellòs I, el edificio del fondo
 ?? Marc Arias/archivo ?? El incendio empezó la noche del 19 de octubre de 1989 en una de las turbinas de la nuclear
Marc Arias/archivo El incendio empezó la noche del 19 de octubre de 1989 en una de las turbinas de la nuclear

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