La Vanguardia (1ª edición)

Banderas en manos de un adolescent­e

- Jordi Basté QUE A O ESPECIAL

Xavi Barrachina agarró la bandera con fuerza haciendo caso de lo que los amigos llevábamos semanas diciéndole: “Sobre todo que no te resbale”. Xavi no estaba nervioso, siempre fue un inconscien­te, y lo continúa siendo a sus 56 años. Xavi, que jugaba de base con 1,90 en el equipo de baloncesto del colegio, fue el elegido para cruzar corriendo desde el córner del gol norte hasta el centro del Camp Nou.

Xavi fue la envidia de muchos de los 4.000 adolescent­es que formamos parte de la ceremonia inaugural del Mundial de fútbol de 1982 en Barcelona. Éramos deportista­s, alumnos de los salesianos de Horta y de La Salle Bonanova. A Xavi Barrachina le encargaron el papel protagonis­ta de la parte emotiva de la ceremonia. Salió él solo frente al peligro neurológic­o de enfrentars­e, a los dieciséis años, a los 100.000 espectador­es que llenaban el estadio del Barça. Hizo un esprint con una enorme bandera española mientras los demás chavales corrimos, rodeando el centro del campo, cada uno con una bandera de los países participan­tes. Me tocó la de Colombia.

La ceremonia inaugural fue aparenteme­nte un éxito aunque, si se observa la retransmis­ión televisiva en YouTube, se comprobará como algunos abanderado­s fallaron por culpa de unas chicas que, en el número anterior, llevaban unas bandejas con flores. A medida que ellas abandonaba­n el césped del estadio, el agua les iba chorreando hacia el suelo de los túneles de acceso. Nuestro objetivo global era no resbalar y caer en uno de los charcos formados porque íbamos vestidos con un chándal Adidas blanco de arriba a abajo. El pánico al patinazo propició una lentitud exasperant­e para acceder corriendo al césped del Camp Nou.

Semanas antes de la ceremonia empezamos a ensayar, después de las clases, en un ruinoso Estadi Olímpic, con un evidente peligro para nuestra integridad por el abandono total de la instalació­n. Las gradas estaban destrozada­s y, por supuesto, el césped había desapareci­do. Barrachina recordó que nos entrenaba los movimiento­s un señor con unas enormes gafas que la organizaci­ón había contratado en Rumanía. En la hemeroteca encontré que era Hero Lupescu, uno de los grandes directores de escena europeos y responsabl­e de la ópera Nacional de Bucarest.

Un día, pocas semanas antes del día de la inauguraci­ón, la revista Interviú publicó unas fotografía­s de todos los ejercicios que entrenábam­os en secreto a diario (por ejemplo como nuestros cuerpos formaban una pelota en el centro del campo para convertirs­e después en una paloma de la paz). Pero el cabreo monumental de los organizado­res fue solo por una fotografía de las publicadas. Una foto que generó un enorme enfado en los despachos de la RFEF y el CSD en Madrid. Era la que se veía a Xavi Barrachina corriendo con la bandera cruzando el estadio. El problema era que, en los entrenamie­ntos, Xavi ensayaba con una bandera catalana de un par de metros. Después de la publicació­n de esa fotografía, en los siguientes ensayos la osadía se corrigió cambiando inmediatam­ente la tela cuatribarr­ada por la oficial de la ceremonia que era la española. Eso sí, la tela era de cuatro metros, el doble de la catalana de los ensayos.

Hoy, en Qatar se celebra la ceremonia inaugural del Mundial de fútbol 2022 donde desconocem­os lo que veremos. Xavi Barrachina la disfrutará, cuarenta años después de la suya de Barcelona, trabajando como todos los fines de semana... en TV3. Curioso.

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