Cenicienta fue catalana
Escobar, el ‘padre’ de Zipi y Zape, dirigió un filme que se estrenó el mismo año que la obra de Disney
Hay películas de temáticas muy similares que han tenido la mala suerte de coincidir en el tiempo y se han visto obligadas a caer en el olvido. Le pasó a Gordy, estrenada en 1995, que nada pudo hacer contra aquel simpático gorrino de Babe, el cerdito valiente. Y fue lo que le pasó, salvando las distancias, a Érase una vez... el proyecto más ambicioso de la animación española, que vivió su época de esplendor a finales de los años cuarenta del pasado siglo. Se estrenó en 1950, justo cuando aterrizaba La Cenicienta de la todopoderosa Disney, que registró antes el título en exclusiva (de ahí que tuvieran que cambiar el nombre a Érase una vez..., la coletilla con la que empiezan todos los cuentos).
Pese a obtener una mención especial en la undécima edición del Festival de Venecia, su desastroso estreno comercial –se distribuyó con apenas ocho copias en toda España– y la precariedad de su conservación, la mandaron directa al baúl de los recuerdos. Hasta ahora. Siete décadas más tarde, la película regresará a la gran pantalla tras un largo proceso de restauración emprendido por la Filmoteca de Catalunya. La sección Klasikoak del festival de San Sebastián proyectó el pasado septiembre la versión restaurada, recuperando el color y un sonido lo más fiel posible al original. La Filmoteca de Catalunya, que dirige Esteve Riambau, la presentó en la institución el 27 de octubre, con motivo del día mundial del Patrimonio Audiovisual
y el próximo 16 de diciembre el público podrá disfrutar de este clásico en todo su esplendor en las salas de cine.
Todo un acontecimiento cultural. Y un trabajo artesanal que ha llevado ocho años a sus responsables. “La animación es un trabajo en equipo. A diferencia de otras películas, Érase una vez no estaba perdida. Es un título muy importante y, si los especialistas la han considerado perdida, es en el sentido de que no se podía ver en las condiciones en que se había hecho”, comenta a La Vanguardia Rosa Cardona, del Centro de Conservación y Restauración de la Filmoteca de Catalunya.
Hace ocho años, consciente del significado histórico de la película, la institución decidió recuperarla.
El proceso arrancó con la localización de los colores originales aportados por los más de cien fotogramas en 35 mm originales procedentes de la colección de Joan Gabriel Tharrats depositada en la propia Filmoteca. “Siempre se había querido restaurar y lo que lo hace posible es que en el 2014 el digital ofrece unas posibilidades que el sistema analógico no puede”. Se reunió todo el material que se pudo recopilar procedente de varias instituciones y colecciones particulares: “Los fondos de Escobar que se guardaban en el museo de Granollers; lo que depositó en el Arxiu Nacional la viuda de Josep Benet y los fotogramas que guardaban los coleccionistas privados. El proyecto fue reunirlo todo y la Filmoteca de Catalunya lo sacó adelante. También la Filmoteca española y la de Zaragoza”, apunta Cardona, que ha liderado un proceso de investigación en el que han confluido tres equipos: “El estudio y preparación de materiales y escaneado de la película trabajando sobre blanco y negro; otro de reintroducción del color a cargo del restaurador Luciano Berriatúa e Isabel Benavides, y Enric Giné al frente de la recuperación del sonido”, logrando que la música y las voces recuperen la tonalidad característica de aquel tiempo. “Los materiales eran muy pobres y ha
La película, codirigida por Cirici Pellicer, se estrenará en los cines españoles el próximo 16 de diciembre
Los caballos bailan swing y claqué con sus herraduras y los movimientos de cámara son vanguardistas
bía que extraer el máximo de calidad”, añade. Sobre el resultado final, comenta: “Estamos muy contentos de devolver esta obra a la sociedad. Es la parte más bonita de nuestro trabajo. No es una película solo para el público infantil y tengo curiosidad por saber cómo se recibirá en salas”.
Érase una vez... adaptaba el célebre cuento de Charles Perrault y estaba codirigida por José Escobar –fue la única película que hizo el mítico dibujante de Bruguera y padre de Carpanta, Petra y Zipi y Zape– y el historiador, escritor, político y crítico de arte Alexandre Cirici Pellicer, quien, como director artístico, aportó un muy interesante trasfondo pictórico inspirado en el Renacimiento. Escobar hizo lo propio con sus diseños y su vis cómica, e introdujo nuevas técnicas de animación como la rotoscopia, que hacía más verosímiles los movimientos de los dibujos a partir del calco de los movimientos reales capturados en una secuencia de fotogramas.
Con producción de Josep Benet, el filme fue un empeño personal de Josep Baguñá, fundador de los Estudios Chamartín , que contrató a Escobar, al que conocía de haber trabajado juntos en los estudios Hispano Grahe Films durante la guerra civil, en el bando republicano, lo que llevó a ambos a pisar la cárcel.
Cuando el presupuesto inicial de esta superproducción de ochenta minutos se agotó –requirió de dos años de trabajo y la implicación de más de 200 dibujantes que crearon medio millón de láminas–, entró en acción el mecenas Félix Millet Maristany, quien incorporó a su sobrino Jordi Tusell, fundador de Estela Films. Su nieto, Félix Tusell, actual director de la productora, es otro impulsor de la restauración.
La cinta fue filmada en 35 mm en los estudios Orphea de Montjuïc con el sistema Cinefotocolor, ideado por el ingeniero Daniel Aragonès, y también se hicieron copias más económicas para colegios y parroquias. Su discreta distribución hizo que solo se conservaran materiales en 16 mm en blanco y negro, duplicado negativo y copias obtenidas en los años sesenta de pobre calidad fotográfica.
Si el primer largometraje de animación en color español, Garbancito de la Mancha (1945), exaltaba los valores patrióticos del franquismo, Érase una vez... aglutinó diversos guiños a la cultura catalana, como las escenas de baile con personajes reales interpretada por el Esbart Verdaguer de Manuel Cubeles. Hay, asimismo, una escena en la que unos fantasmas recorren el castillo en una noche de tormenta para asustar a la madrastra –y las horribles hermanastras–, que lleva zuecos y no se separa de su gato Ulises.
“¿Por qué me tratáis así? ¿Qué os he hecho yo?”, pregunta entre lágrimas la dulce condesita a sus impertinentes parientas. Los caballos bailan swing y claqué con sus herraduras y los movimientos de cámara son vanguardistas. Todo muy moderno para la época, por lo que resulta una cinta narrativamente más interesante que la de Disney.
“Esta película fue realmente ambiciosa para la época, una cumbre. El reto más grande con el que se atrevieron”, subraya Cardona. Ahora, Érase una vez... podrá volver a disfrutarse tal y como fue concebida por sus autores. La Cenicienta española, cual Bella Durmiente sumida en un sueño eterno, resucita por fin de las garras de un inmerecido olvido setenta años después.c