Una restauración quirúrgica
El director de la Filmoteca de Catalunya, Esteve Riambau, calificó de “restauración quirúrgica” los ocho años de trabajo que han permitido devolver el color y el sonido a una película que se daba por perdida. Érase una vez... puede lucir hoy con orgullo sus altas dosis de fantasía y de humor, pero sobre todo puede presumir de haber sabido hacer una superproducción cinematográfica con unos medios humanos y técnicos ínfimos comparados con los que Disney usaba en ese momento. El filme tiene el encanto de la obra artesana, hecha con pasión por unos pioneros del cine animado que superaron las adversidades a base de imaginación. Algo de lo que andaban sobrados. Entre esos pioneros destaca el historietista José Escobar, a quien la Filmoteca ha tenido a bien conceder la coautoría de la dirección del filme junto con Alexandre Cirici. Escobar no figura con este rol en los créditos de 1950 –difícil dado que colaboró con la República y fue encarcelado por ello– y reconocer ahora su autoría es un acto de justicia.
Érase una vez… asombra por su pulcro dibujo, con referencias pictóricas –renacentistas en su mayoría– que lo alejan de la Cenicienta más conocida. Es un cuento infantil, sin segundas lecturas, adornado con momentos de humor resueltos con ingenio, como la escena de los fantasmas que acuden a despertar a los habitantes del castillo o el animado baile de dos caballos ante unos pasajeros atónitos. Además de este largometraje, Escobar creó varios cortos con su personaje Carpanta. Pequeñas joyas de la animación que, ojalá, pronto sigan el mismo camino y podamos ver recuperadas.