Tres Puccini en uno para el Liceu
Un ambicioso Gran Teatre se atreve por tercera vez en su historia con ‘Il trittico’ entero
I‘La divina comedia’ le inspiró a Puccini ‘Il tabarro’ (infierno), ‘Suor Angelica’ (purgatorio) y ‘Gianni Schicchi’...
l trittico es un Puccini de 1918 pero por sus dimensiones se comporta como si fuera un Wagner. Programarla es siempre una apuesta ambiciosa que ni los grandes teatros suelen llevar a cabo. El Liceu, con el empuje de su director artístico, Víctor García de Gomar, se atreve a estrenarla entera este domingo –hasta el 15 de diciembre–, cosa que la directora musical de la pieza, la finlandesa Susanna Mälkki, califica de “evento”. No en vano cuenta con gran orquesta y 38 cantantes en los distintos repartos, de los cuales únicamente cinco son polivalentes.
Este fresco de tres óperas en una que el compositor concibe como tramas independientes de una obra única se programa por lo general por partes: o bien Suor Angelica (el drama en el convento de una madre-monja a la que le arrebatan el hijo), o bien Gianni Schicchi (la sátira hilarante sobre la suplantación de un difunto para cambiar su testamento)... o ese oscuro thriller sobre un triángulo amoroso que es Il tabarro. El coliseo barcelonés presenta este triple cuadro de las más bajas pasiones humanas por primera vez desde el incendio de 1994 y por tercera vez en toda su historia.
Y lo hace respetando el orden original, pues Puccini se inspiraba en determinados aspectos de La divina comedia de Dante: con su estilo verista Il tabarro representaba el infierno; Suor Angelica ,el purgatorio de la pasión, muerte y glorificación de la monja, y finalmente Gianni Schicchi es el paraíso en forma de comedia exprés. No solo tienen estilos diferentes: suceden en épocas distintas.
Lotte de Beer, la directora de escena de esta producción de la Bayesrische Staatsoper, no vio motivos para alterar el orden. “Además, se trata de salir del teatro con una gran sonrisa –apunta la repositora, Anna Ponces–. A fin de dejar brillar cada título en su lenguaje, Lotte no piensa en forzar argumentalmente los lazos, sino que idea uno que sobrevuela los tres títulos
con la idea de la muerte y de la ocultación de la muerte”.
La escenografía unitaria de Bernhard Hammer es un túnel, el de la luz que conecta la vida y la muerte, y a la vez una suerte de túnel del tiempo que permite pasar por cada ópera hasta la actualidad e interpelar al público rompiendo la cuarta pared, “para que el espectador perciba que lo que ve no sucede fuera de él”, indica Ponces.
El reparto es de campanillas: la sufridora pucciniana oficial, esto es, la soprano Ermonela Jaho, es la monja; la wagneriana Lise Davidsen
debuta en Puccini como Giorgetta (la pareja infiel de Michele en Il Tabarro), y el mago de la comedia, ya sean blancas (L’elisir )u oscuras (Falstaff), el barítono Ambrogio Maestri, es Michele y también Gianni Schicchi.
“Es un fresco desde el punto de visto psicológico, contiene perspectivas sobre la muerte y la pérdida, pero también lo es musicalmente”, apunta Mälkki sobre este trabajo tardío en el que un Puccini más evolucionado escoge diversos estilos musicales. “Está al tanto del pensamiento musical de la
época; ha escuchado a Stravinsky y Schönberg, pero también ellos venían de la rica orquestación romántica, y ahí muestra su fascinante habilidad camaleónica: primero un melodrama humano, con emociones intensas de celos y sufrimiento; luego construye su propia catedral con la mística de Suor Angelica, y al final concluye que nada es sagrado. Sí, Puccini tiene el don de la melodía, es un auténtico cuentacuentos. Y trabajar con la orquesta del Liceu está siendo una danza, pues conoce los colores de Puccini, lo adora”, acaba.c