La Vanguardia (1ª edición)

Jersón, irse o quedarse

El reto tras la liberación es conseguir comida, abrigo y conexión con el exterior

- Catalina GómEz ÁngEl Je

Sofía ha vuelto a escuchar la radio. La señal no es buena, un chirrido intermiten­te hace que apenas se entienda lo que dicen los locutores, pero eso poco importa para esta mujer de 93 años que pasó gran parte de los últimos ocho meses en silencio en Jersón. Su soledad solo fue interrumpi­da por Lilia, una trabajador­a social que aun en los días más duros de la ocupación rusa no dejó de visitarla. Le llevaba lo que podía encontrar en los pocos mercados que había, le cocinaba, la bañaba… La ayudaba en todo lo que esta doctora en ciencias biológicas no podía hacer por su cuenta. “La radio era rusa, y me negué. Tampoco veía la televisión”, confiesa Sofía. La encontramo­s sentada en su silla de lectura. En su habitación, junto a la ventana, uno de los pocos lugares de la casa que tiene buen acceso a luz natural. Un lujo en la ciudad donde no hay electricid­ad.

El ejemplo es la acumulació­n de personas, mayores y jóvenes, alrededor de los generadore­s que se han instalado en diferentes puntos, incluida la plaza central, donde los bomberos levantan una carpa gigante con mesas en el interior, la tercera que hay en este espacio rectangula­r presidido por el edificio de la administra­ción regional y que es a su vez el corazón de Jersón. “Todos quieren hablar con sus familiares fuera. Muchos están decidiendo si se quedan o se van”, dice Alexánder, un bombero que regresó hace pocos días. “Estoy muy feliz, pero la gente está muy cansada”, reconoce.

Sofía no lo piensa un minuto, nada la sacará de Jersón. “He soportado estos meses con paciencia, es la segunda guerra que he vivido”, dice con cierto orgullo. También cuenta que no tuvo que ver a los rusos. Nunca fueron a inspeccion­ar su edificio y ella nunca bajó los cuatro pisos, pero sí atacaron con frecuencia edificacio­nes cercanas. “Y las explosione­s nunca paraban”, agrega. Horas después de que la dejamos, un misil cayó cerca de la estación de tren y muy cerca de su casa.

Lilia había ido a llevarle una caja que recogió en la plaza central, donde decenas de iniciativa­s reparten ayuda entre los habitantes.

“No importa que no haya electricid­ad o agua, hay libertad”, afirma Lilia, trabajador­a social

“Mi hija sufre de ataques de pánico cada noche”, dice Dimitri, que quiere evacuar a su familia

Unos dan comida caliente, otros café, otros dan apoyo médico y otros reparten cajas con comida, como la que ha recolectad­o Lilia. En ella hay azúcar, arroz, chocolate, pasta, una lata de maíz... “Con esto me alcanzará para cocinarle durante varias semanas”, dice la mujer, de 58 años, que celebra que las fuerzas ucranianas estén de regreso. “No importa que no haya electricid­ad o agua, hay libertad”.

Dimitri y su mujer necesitan irse. Tienen tres hijos, uno de ellos una niña de año y medio, y quieren buscar un lugar donde protegerse del invierno y del sonido de la artillería, que no cesa. Los rusos están a menos de un kilómetro, al otro lado del río Dniéper, y las explosione­s siguen siendo parte de su rutina. “Mi hija mayor sufre de ataques de pánico cada noche cuando los escucha”, dice Dimitri, que ha logrado sostener a su familia con algunos trabajos temporales en la construcci­ón. “Estamos desesperad­os”, insiste.

El domingo por la noche partió de la estación de Jersón el primer tren con personas que quieren abandonar la ciudad. Muchos de ellos mayores. El Gobierno ha asegurado que reubicará a todos los que quieran hacerlo, pero por el momento todavía miles de personas siguen en esta ciudad donde el mayor logro diario es conseguir un poco de comida, abrigo y conexión con el mundo exterior. Como hace Sofía, a quien no le importa escuchar una mala señal en su radio de pilas. “Mi mayor regalo es que voy a cumplir 94 años en dos meses y Jersón está bajo el control ucraniano”, concluye.c

 ?? ADris McGrath / Getty ?? Habitantes de Jersón esperan ser llamados en una lista de evacuación en el primer tren que dejó la ciudad, el pasado domingo
ADris McGrath / Getty Habitantes de Jersón esperan ser llamados en una lista de evacuación en el primer tren que dejó la ciudad, el pasado domingo

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