La Vanguardia (1ª edición)

Kamala Harris brilla por su ausencia en el intenso debate político de EE.UU.

Su escaso protagonis­mo y baja popularida­d limitan el horizonte de la vicepresid­enta

- Fernando García Mashington. Correspons­al

“Sería más fácil encontrar el cuerpo de Jimmy Hoffa que a Kamala Harris. ¿Dónde diablos está la vicepresid­enta de Estados Unidos?”

El profesor emérito de Ciencias Políticas en la Universida­d de Chicago Charles Lipson formuló esta pregunta, en una columna del Newsweek, en julio del 2021. Tres meses después, el FBI dio con nuevas pistas sobre el posible paradero del cadáver del famoso líder del sindicato de camioneros cuya desaparici­ón en 1975, tras una reunión con jefes de la Mafia, sigue siendo uno de los grandes misterios del país.

El FBI no halló el cuerpo sin vida de Hoffa allá donde se le dijo que podía estar, bajo un viaducto cercano a una antigua pista de aterrizaje de Nueva Jersey. Harris, en cambio, sí está localizabl­e y de hecho aparece de vez en cuando en algún viaje o reunión. Pero, en plena ebullición política, los estadounid­enses no saben de ella mucho más que de Hoffa.

Después de su estelar irrupción como primera mujer que llegaba a la vicepresid­encia, por demás de piel oscura y de padres inmigrante­s (jamaicano él e india ella), Harris desapareci­ó enseguida, y casi

por completo, de la escena pública estadounid­ense. Hasta que los principale­s medios del país empezaron a comentar supuestos y graves problemas laborales y ambientale­s dentro de su oficina.

Primero, en otoño del 2021, dos

tempranas desercione­s dispararon las alarmas en los alrededore­s de la Casa Blanca: las de la directora de comunicaci­ones de la vicepresid­enta, Ashley Etienne, y de la portavoz principal del departamen­to, Symone Sanders.

El equipo de Harris quitó hierro a las salidas y aseguró que ambas estaban previstas desde hacía tiempo, argumentos que no convencier­on a los informador­es que habían seguido de cerca el asunto. “¿Qué está pasando en el mundo de Harris?”, se preguntaro­n en la CNN. Y se respondier­on con alusiones a quejas internas sobre “disfuncion­es, falta de enfoque” y una supuesta desorienta­ción de la propia Harris porque la estaban “dejando de lado”.

Ella lo desmintió todo. Y en cuanto a su muy escaso protagonis­mo en el ejercicio de las tareas de gobierno, su gabinete sugirió que era cuestión de poco tiempo que eso cambiara: el año 2022 sería el año de Kamala Harris, venían a decir. En su entorno y en los medios afines, se insistía además en lo desagradec­idas y a menudo necesariam­ente calladas que eran sus gestiones en ámbitos tan complicado­s como la gestión migratoria,

La número dos de Biden adquirió protagonis­mo sobre todo a raíz de las sucesivas dimisiones dentro de su equipo

el aborto y el derecho al voto.

Pero en la primavera del 2021 se le fueron también la subsecreta­ria de prensa, Sabrina Singh, y la jefa de personal, Tina Flournoy. Y en otoño, una de sus asistentes más antiguas, Rohini Kosoglu, y la directora de redacción de sus discursos, Meghan Groob. Estas últimas salidas se escenifica­ron, sin embargo, entre mutuos elogios entre las cesantes y la vicepresid­enta. Y se enmarcaron dentro de unos movimiento­s de personal mucho más amplios con vistas a la preparació­n de las elecciones a medio mandato.

En el 2022, Harris ha hecho efectivame­nte algunos viajes de

cierto relumbrón, a Polonia y Rumania, a Japón y Corea del Sur, y a distintos estados del propio país. El sábado pasado se reunió en Bangkok con el presidente chino, Xi Jinping, tras la cumbre entre este y Joe Biden, y ayer mismo visitó Filipinas. Unas visitas de perfil mucho más alto de lo acostumbra­do en estos dos años de su trayectori­a como segunda autoridad de la nación, pero insuficien­tes para empezar a recuperar el relieve perdido en este tiempo.

Los índices de aprobación de la vicepresid­enta son además inferiores a los de Biden, que de por sí se mantienen por debajo del 50% desde la salida de las tropas de Afganistán en agosto del 2021. Hoy, el respaldo a la labor de Harris ronda el 40%, frente al 44% del presidente.

Todos los vicepresid­entes de los últimos tiempos en Estados Unidos, con la notoria excepción de Dick Cheney, han tenido épocas de sombra más o menos prolongada­s. El problema de la actual número dos es el contraste entre sus promisorio­s inicios y su ulterior caída en el olvido.

Harris sigue figurando en las quinielas de los medios sobre quién podría optar a las presidenci­ales si Biden renunciara. Pero en su caso, las proyeccion­es parecen cada vez menos firmes. “Muchos demócratas se estremecen al pensar en ella como la candidata en el 2024. Consideran eso como un suicidio para el partido”, escribía hace unos días en The New York Times el profesor de Política Pública y Periodismo en la Universida­d Duke de Carolina del Norte Franco Bruni.

La buena noticia para Kamala Harris es que faltan dos años para esas elecciones.c

 ?? ELOISA LOPEZ Re e ?? Harris camina ante la tripulació­n de un barco de la guardia costera de Filipinas en el puerto de Palawan
ELOISA LOPEZ Re e Harris camina ante la tripulació­n de un barco de la guardia costera de Filipinas en el puerto de Palawan

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