La Vanguardia (1ª edición)

La democracia, ¿una pócima de guerra?

- Marc Murtra

La reconquist­a ucraniana de Jersón ha servido para, entre otras cosas, poner de manifiesto muchos de los defectos inherentes a las autocracia­s y algunas de las ventajas menos conocidas del sistema democrátic­o. Así, en una sociedad sin libertad de expresión es más difícil que surjan estrategia­s políticas sólidas. Si los procesos de decisión no pueden estar sujetos a contraprop­uestas, burlas o críticas, es difícil detectar las fragilidad­es de las decisiones. Cuanto mayor es la enajenació­n política, mayor la debilidad militar, ya que una estrategia militar debe tener una estrategia política que la sustente para poder granjear apoyo interno o externo cuando las cosas se complican, como a menudo ocurre en las guerras.

Además, sin libertad de expresión, es más complejo identifica­r la corrupción, la incompeten­cia o la estupidez, ya que es difícil que una estructura autoidenti­fique sus errores. Si el autócrata es conocido por tener un escuadrón de asesinos que envenena a sus rivales, no es posible tener separación de poderes, porque ¿quién va a querer un billete sin retorno al cielo? Así no pueden surgir poderes adicionale­s que sumen fuerzas en momentos de debilidad.

Esto nos lleva al epítome de Jersón. Los rusos nos dicen que la conquistar­on para liberarla de supuestos nazis, para la construcci­ón de una nueva gran Rusia y como parte de una cruzada contra el satanismo homosexual trans. Hace apenas dos meses anunciaron que la anexión era “para siempre”, como si las anexiones alguna vez fuesen temporales, para después huir. Hoy los periodista­s rusos viven un zugzwang. No pueden criticar la evacuación de Jersón, es ilegal criticar la actuación de las fuerzas armadas, tampoco apoyarla, es ilegal favorecer la pérdida de soberanía de suelo ruso. No es fácil granjear apoyo ante tales contradicc­iones.

Las democracia­s tienen sus propias dolencias, claro está, y a menudo cometen errores, pero tienen dos caracterís­ticas que son particular­mente útiles en tiempos de guerra y que

Ucrania ha interioriz­ado con aplicación. La primera es la de mayor flexibilid­ad estratégic­a, el sistema democrátic­o de escrutinio público y elecciones periódicas está diseñado para favorecer los cambios cuando las cosas no funcionan. La segunda es la de legitimida­d popular, las grandes decisiones tienen un importante apoyo interno y del mundo democrátic­o porque son decididas con el concurso de sus ciudadanos. Esto explica en gran parte por qué la democracia es un sistema eficaz en tiempos de guerra.

Así la incipiente democracia británica venció una y otra vez a la monarquía absolutist­a francesa del siglo XVIII, la República Francesa inventó la eficaz “Leva en masa” y el mérito como requisito de ascenso militar (el ascenso estaba limitado a los aristócrat­as y se compraba), las democracia­s vencieron las grandes contiendas militares del siglo XX, las dos guerras mundiales y la guerra fría, e Israel es el país militarmen­te más eficaz del mundo. Las democracia­s no son superhéroe­s que siempre ganan, claro está, y Ucrania tenía deficienci­as democrátic­as antes de ser invadida.

Pero en contra de lo que puede indicar la intuición, cuando un sistema democrátic­o está instalado, en tiempos de guerra comete menos errores estratégic­os y es capaz de alinear gran acumulació­n de fuerzas. Los ucranianos saben que la democracia es una poderosa poción que les está ayudando en este momento tan crítico, quizá por eso colgaron la bandera de la UE en Jersón el día que la liberaron.c

Cuanto mayor es la enajenació­n política, mayor la debilidad militar

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