La Vanguardia (1ª edición)

El icono que se sentía “un objeto dec Orativo”

La autobiogra­fía de Paul Newman narra sus complejos y su relación con el sexo y e

- Begoña Cor o Suáre

“Fui el Pinocho de mi madre, el que salió mal”. Paul Newman, que falleció en el 2008 a los 83 años, estaba harto de que hablaran de su atractivo, de sus increíbles ojos azules. Fue una de las estrellas más refulgente­s, pero siempre tuvo cierto síndrome del impostor y se sintió “un objeto decorativo para su madre, admirado únicamente por su naturaleza decorativa”.

Así que en 1986 decidió dejar testimonio oral de su vida y carrera, completado con entrevista­s con amigos, colegas de profesión y familiares. Su única regla era que tenían que ser “completame­nte honestos”. Encargó la compilació­n a Stewart Stern, guionista de Rebelde sin causa. El actor destruyó las grabacione­s, pero sobrevivie­ron las transcripc­iones, que guardaron sus hijas. Ahora esos recuerdos, que llegan hasta 1991, se recogen en Paul Newman. La extraordin­aria vida de un hombre corriente (Cúpula), el libro más íntimo de un actor nada corriente y de la mujer que lo convirtió en un icono sexual y que permaneció 50 años a su lado, en un matrimonio no siempre idílico.

En su autobiogra­fía, Newman se califica de “prácticame­nte analfabeto” y “pueblerino”. No obstante, se las ingenió para montar un negocio de lavandería en la Universida­d de Ohio y estudió dirección escénica en Yale. Asegura que tardó en dar el estirón y le costaba ligar. Pero compañeros suyos dicen que era “salvaje, lascivo y peligroso”, el tipo más conocido del campus, que volvía locas a las chicas y se pasó la carrera bebiendo más que estudiando.

Y es que Newman, educado por su padre –alcohólico– en la contención de los sentimient­os, recurría más de lo debido a las borrachera­s como vía de escape. Era un bebedor compulsivo de cervezas y llevaba un abridor de botellas a los rodajes. Luego sudaba los excesos en la sauna. “La única forma de encontrar cierta paz era emborracha­rse hasta las trancas. Ahora la encuentra en las carreras de co

El actor grabó sus memorias, que ahora se recogen en ‘La extraordin­aria vida de un hombre corriente’

ches”, explica Joanne Woodward, su segunda mujer.

A pesar de ser visto como un rompecoraz­ones, Newman no se sintió sexy hasta que conoció a Woodward. Ella “dio a luz a una criatura sexual. Yo iba en busca de la pura lujuria, no soy más que una criatura de su invención”.

Se conocieron en 1953 cuando eran suplentes en la obra de Broadway Picnic. él estaba casado con su primera novia, Jackie Witte [la describe como “la primera y la mejor”], con quien era padre de Scott y esperaba su segunda hija, Susan. Luego tuvieron a Stephanie, aunque reconoce que nunca estuvieron preparados para ser padres. Los amantes comenzaron una relación tumultuosa que él describe como “brutal en mi distanciam­iento de mi familia”. Cuando se divorció de Witte en 1958, se casó ipso facto con Woodward. En las memorias, él describe que en su hogar en Beverly Hills ella preparó una habitación fuera del dormitorio que llamaba “la cabaña de los polvos”, donde podían ser “íntimos, ruidosos y obscenos”, a salvo del escrutinio de sus tres hijas propias, Nell, Melissa y Claire.

Las tres le recuerdan con amor, pero Newman reconoce que fue un padre lejano y arbitrario hasta que la muerte de Scott, en 1978, por las drogas, le hizo cambiar.

Woodward tenía más confianza en sí misma. Le bastó su primer gran papel, Las tres caras de Eva (1957) para lograr el Oscar que esquivó a Newman tres décadas (tuvo uno honorífico en 1985 y otro en 1986 por El color del dinero . Lo mejor siempre fue la complicida­d de ambos en películas como Desde la terraza o El largo y cálido verano. Cuando no compartían planos él la dirigía, fascinado, en filmes como Raquel, Raquel. En 1969 apareciero­n con Robert Wagner en 500 millas, y ahí se inició la pasión de Newman por la velocidad, que duró hasta el final de sus días. Ganó su última carrera de coches en el 2007, un año antes de morir.

Cuando falleció, el obituario en The Economist destacaba que había sido “el individuo más generoso, con relación a sus ingresos, de EE.UU. durante todo el siglo XX”. Donó más de mil millones de dólares gracias a la venta de su aliño para ensaladas.c

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AFP Toda una vida Arriba, Paul Newman y su mujer, Joanne Woodward. El actor, celebrando una carrera en el 2007. Tomando una cerveza y en una foto de los años setenta
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New Yo-k DaiLy News A-chive / Getty
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B-uce GLikas / Getty
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Bar e lBonEotaBr­dd

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