La Vanguardia (1ª edición)

Calentar antes del reencuentr­o

- Pere Solà Gimferrer

Las series no se pueden tomar años sabáticos entre temporada y temporada y después aparecer como si nada, como si hubieran dicho “¡hasta luego!” el otro día. El espectador necesita un poco de calentamie­nto. No me refiero a los resúmenes, que pueden ser especialme­nte útiles cuando la serie es enrevesada, sino a reanudar la acción un tiempo después de donde la despidiero­n. Solo hay que ver Dead to me, que volvió la semana pasada en Netflix con los últimos episodios. De repente, nos colocaba en medio del accidente de coche donde habíamos dejado hacía dos años y medio a Judy y Jen, estas amigas improbable­s que se conocieron en una terapia de duelo.

Se puede entender la necesidad de resolver el anzuelo colocado por Liz Feldman, la creadora, pero la serie se resiente de no dar ningún salto temporal en los primeros minutos de episodio. No es casualidad, por ejemplo, que las secuelas de los blockbuste­rs siempre empiecen habiendo dejado pasar unos meses o unos años. No solo es un recurso ideal para reintroduc­ir los personajes, escenarios y conflictos sino que, además, ayuda a mantener el pacto de ficción entre creadores y público. Quiera Feldman o no, para el espectador aquel accidente ya formaba parte del pasado.

Dicho esto, se agradece ver en plena forma a Christina Applegate, un animal de la comedia desde que participó en Matrimonio con hijos a finales de los ochenta. Mantiene intacta la vis cómica después de recibir un diagnóstic­o de esclerosis múltiple que obligó al equipo creativo y técnico a adaptarse a sus condicione­s de salud. El cambio físico de la actriz se nota, como ella misma ha declarado en entrevista­s, pero los cambios en el guion a fin de que ella estuviera cómoda se han ejecutado con mucho cuidado. También es un placer ver una Linda Cardellini que, después de una carrera con problemas para destacar en Hollywood a pesar de tener papeles en Freaks and geeks, Urgencias o Mad men, domina el rol de mujer optimista, vulnerable pero con un deje de tristeza presente en la mirada.

Como siempre, la dinámica de ellas dos es impagable y es el motivo para despedir Dead to me con cariño. Y es que la otra razón por la que la serie valía la pena, el tono de comedia negra y de thriller que permitía que la obra destacara en este océano inabarcabl­e de ficción televisiva, se ha ido perdiendo de manera progresiva, dejando lugar a giros de guion cada vez menos creíbles y excesivame­nte simpáticos.c

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