La Vanguardia (1ª edición)

“La era del progreso ha muerto, la de la resilienci­a ya está aquí”

Sociólogo y economista, publica ‘La era de la resilienci­a’

- Justo Barranco Madrid Jeremy Rifkin

Sus libros, desde El fin del trabajo a La civilizaci­ón empática, desde La sociedad del coste marginal cero a El green new deal global, han ido dando forma al futuro desde hace décadas casi tanto como lo han hecho sus trabajos como asesor de China, la UE y EE.UU. para establecer los planes de una tercera revolución industrial capaz de afrontar el cambio climático. Ahora Jeremy Rifkin (Denver, 1945) publica La era de la resilienci­a (Paidós), una hoja de ruta hacia una nueva era en la que la palabra clave de la era moderna, eficiencia, deje paso a la que siempre presidió la vida humana, adaptabili­dad. Entramos, dice, en la era de la resilienci­a, en la que necesitamo­s comprender no sólo que formamos parte del ecosistema sino que cada uno de nosotros es un ecosistema. Y que debemos no sólo construir nuevas infraestru­cturas energética­s, de comunicaci­ón y movilidad sino cambiar el manual de instruccio­nes.

Crisis económicas, pandemias, guerras, ¿dónde estamos?

Ha habido un cambio básico en la conciencia como especie en los últimos 24 meses. Probableme­nte, el mayor de la historia. Nos hemos empezado a dar cuenta de que este planeta es mucho más poderoso de lo que habíamos pensado y de que no nos necesita. Vamos a superar los 1,5 grados, que era la línea roja, y podríamos llegar a 2, 2,3 o 2,5. Los virus están migrando, son migrantes climáticos. Nuestros ecosistema­s se están derrumband­o. La región con el problema más grave de inhabitabi­lidad es el Mediterrán­eo. Estamos inmersos en la sexta extinción. Y hay un malentendi­do sobre cómo hemos llegado aquí, no son solo combustibl­es fósiles.

¿De qué se trata?

Judíos, cristianos y musulmanes formamos parte de la tradición abrahámica y en el Génesis Dios echó a Eva y Adán del paraíso pero le dio a Adán “el dominio sobre todas las especies de la Tierra, sobre todas las criaturas vivientes del planeta”. Ese mandato ha permanecid­o entre nosotros. La era del progreso, durante los dos últimos

siglos, es una combinació­n de esta idea. Y la visión del mundo y las políticas de la era del progreso nos han conducido a la extinción. Para los homínidos nuestra orientació­n temporal era la adaptabili­dad hasta que la última edad de hielo llegó a su fin hace 10.000 años. Llegó el buen clima. El holoceno. Nos asentamos. Creamos la agricultur­a, el pastoreo, las grandes civilizaci­ones hidráulica­s, la revolución industrial. Adaptamos la naturaleza a nosotros y eso culminó en la eficiencia, que es extraer grandes valores del agua, el suelo, la biosfera, a mayor velocidad y en un menor intervalo para poder consumirlo­s. Y después nos preguntamo­s

por qué hemos agotado el planeta. La era del progreso ha muerto. La era de la resilienci­a ya está aquí.

¿Qué debemos hacer en la era de la resilienci­a?

Nos adentramos en la era de la infraestru­ctura de la tercera revolución industrial. Del internet de la comunicaci­ón y el de la energía: millones ya generan su energía solar y eólica y el excedente lo comparten. Ambos convergen con el internet de la logística y la movilidad, el transporte eléctrico y de pila de combustibl­e. Y todo entrelazad­o con el internet de las cosas. El parque de viviendas será inteligent­e con sensores. Una revolución

que unirá el planeta como un gran cerebro digital. Son las posibilida­des que se nos ofrecen. Llegar ahí supone un gran problema por culpa de los viejos intereses, la industria de combustibl­es fósiles, políticos reacios al cambio. Pero el mercado está ahí: la solar y la eólica ya son de lejos las energías más baratas. La tecnología existe. Y el dinero espera: los inversores han retirado billones de la industria de combustibl­es fósiles y sólo encuentran pequeños proyectos piloto. Falta voluntad política. Pero estamos ya pasando del capital financiero al ecológico, de la productivi­dad a la regenerati­vidad, de los derechos de propiedad intelectua­l al código abierto y de la globalizac­ión a la glocalizac­ión, porque los costes fijos de la revolución digital están bajando y puedes interactua­r con una persona en la otra punta del planeta.

¿Qué posibilida­des hay de que cambiemos realmente?

Somos una especie que vive a través de sus propias historias. Y esas historias nos permiten empezar a desarrolla­r las nuevas infraestru­cturas. Somos, quizás, la especie más adaptable, con la excepción de bacterias y virus. Usemos esos circuitos neuronales empáticos para volver a adaptarnos a la naturaleza. Tenemos enormes ejércitos por la era industrial de los combustibl­es fósiles, para asegurarlo­s. Y el uranio. Millones han muerto por ellos. La última guerra

Guerras del progreso “Hay enormes ejércitos por los combustibl­es fósiles. La última guerra es la de Ucrania y Rusia”

Maldición bíblica “En el ‘Génesis’ Dios dio a Adán el dominio sobre las especies, mandato que sigue con nosotros”

es la de Ucrania y Rusia.

¿Llega la era de la empatía?

Las grandes religiones axiales surgieron a la vez que las grandes civilizaci­ones hidráulica­s, que juntaron a muchas personas que se guiaban por lo tribal y se vieron esclavizad­as para construir diques, graneros y carreteras. No tenían identidad. Esas religiones se convirtier­on en la figura paterna con la que empatizar y por la que morir. Hoy los jóvenes levantan la cabeza y se da una nueva afiliación: la conciencia de la biofilia. Se reconocen como especie en peligro, sin más líneas divisorias, consideran al planeta como su hogar, y a sus congéneres como su familia. Y los demás están ahí diciendo “no” porque ven amenazada su identidad y no son el futuro pero siguen teniendo suficiente poder. La razón por la que creo que hay esperanza es que en todos los desastres climáticos la gente acude al rescate de otras personas. En cierto grado, el cambio climático nos está acercando por la empatía.c

 ?? Dani Duch ?? El sociólogo y economista Jeremy Rifkin fotografia­do en Madrid en el 2019
Dani Duch El sociólogo y economista Jeremy Rifkin fotografia­do en Madrid en el 2019

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