La Vanguardia (1ª edición)

La ópera bailada, el arte que viene

Cantantes que danzan y bailarines que cantan... con Sasha Waltz

- Maricel Chavarría Madrid

Es un espectácul­o que ya tiene sus ocho años, pero ahora que recala en el Teatro Real se ha hecho más evidente el logro de Sasha Waltz con L’Orfeo. La coreógrafa alemana, cuyo dominio de los espectácul­osacaballo­entreópera­ydanzaestá llegando a un zenit, llevaba tiempo queriendo librarse a la música de Monteverdi. Y cuando le llegó el encargo de la Ópera Nacional de Holanda para poner en escena este título de 1607 –ha pasado a la historia como la primera ópera–, tuvo la valentía de tirarse a la piscina y hacer que el reparto vocal acabara danzando y que los bailarines de su compañía trabajaran la voz para, por lo menos, interpreta­r las partes corales de esta particular historia sobre el mito de Orfeo, el encantador de fieras.

El resultado es exquisito, con la elegancia marca Sasha Waltz & Gests, pero a la vez refrescant­e. Porque plantea, cuatro siglos después de L’Orfeo de Monteverdi, un puntodeinf­lexiónenla­historiade­l género operístico. Esto es, la presencia del ballet no como un caramelo dentro de la trama, como solía suceder hasta hace más de un siglo; ni siquiera como una forma de expresar de forma abstracta el heaplausos. cho teatral, como la propia Waltz propuso en, por ejemplo, Tannhäuser, sino como un arte indisociab­le del canto y el teatro.

El Real, que este lunes recibía, precisamen­te, la medalla de oro de la Academia de las Artes Escénicas por su “contribuci­ón a dignificar las artes escénicas en España”, se hace eco de esta gesta en su escenario esta semana. En contra de lo que el propio coliseo se temía –el barroco no es un must entre el público capitalino del turno de estreno, de ahí que lo quitara de esa ronda–, la gente salía extasiada, exultante, generosa en vítores y Y eso tratándose de una ópera de cornetas, trombones y timbales con sonido original.

Claro que los conjuntos con que se maneja Waltz no tienen parangón: la Freiburger Barockorch­ester pone los instrument­os bajo la batuta de Leonardo Garcia Alarcón; el Vocalconso­rt Berlin pone las voces, con un reparto capitanead­o por la soprano francesa –y ahora ya bailarina– Julie Roset (Euridice) y el barítono austríaco Georg Nigly (Orfeo). Pero lo mejor de todo es que resulte imposible saber si quien canta y baila es cantante o bailarín, como sucede con Luciana Mancini (Proserpina, Alex Rosen (Caronte) o Konstantin Wolff (Plutón). La gran entente entre unos y otros es una sacudida artística inesperada. Con gran visión de futuro.c

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Javier del Real Teatro Real El barítono Georg Nigl es Orfeo

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