El Supremo veta otro referéndum
Escocia solo puede convocarlo si lo consiente el Gobierno británico, dice el tribunal
Cuando uno tiene síntomas de una enfermedad grave, hay dos posibles actitudes: meter la cabeza debajo del ala, en la esperanza de que con un poco de suerte la cosa no sea para tanto, o ir inmediatamente al médico. La dirigente escocesa Nicola Sturgeon hizo esto último para saber si, como temía, la negativa de los últimos cuatro primeros ministros británicos a aceptar un nuevo referéndum de independencia era un problema incurable. Y ya tiene los resultados de las pruebas, las radiografías y las resonancias magnéticas: el cáncer esta ahí, no puede pedir una segunda opinión y el pronóstico no es muy optimista.
En este caso, el médico ha sido el Tribunal Supremo del Reino Unido, que se ha comportado como esos galenos que, acostumbrados a lidiar con toda naturalidad con la vida y con la muerte, dictan su sentencia de manera directa, sin mayores contemplaciones con los miedos y aprensiones del paciente. Desde el punto de vista de la
mitad de escoceses partidarios de la independencia, no ha dejado margen ni para el compromiso ni para la esperanza. Nada de paños calientes. El Parlamento de Holyrood, en su dictamen, carece de potestad para convocar un referéndum de manera unilateral, sin el “permiso” de Londres.
Sturgeon, pragmática, no es ninguna hipocondriaca, y ya temía que ese fuera el resultado. Había preparado a los seguidores del Partido Nacional Escocés (SNP) para ello y explicado que era mejor saberlo lo antes posible, coger el toro por los cuernos y actuar en consecuencia. De hecho, ya ha procedido a activar un plan B. Puede que la medicina convencional (las instituciones de Londres) digan que se trata de una
causa perdida, pero queda el recurso de la inmunoterapia y las terapias alternativa: tratar las próximas elecciones como una consulta de facto, acudir a ellas con la soberanía como punto principal (incluso único) del programa y, en caso de ganar, desafiar a Westminster a ignorar el resultado. “Nuestra voz no va a ser sofocada, la democracia no va a ser ignorada, un camino se ha cerrado, pero al mismo tiempo se abren otros, y vamos a encontrar uno para realizar nuestro objetivo que sea legal y constitucional”, ha respondido.
Miles de personas protestaron ayer por la sentencia en manifestaciones ante el Parlamento de Holyrood (sede del legislativo escocés en Edimburgo) y otras trece ciudades del país. “La fantasía de que el Reino Unido es una asociación voluntaria de naciones ha desaparecido –señaló un dirigente de Alba, la escisión del SNP creada por el anterior primer ministro, Alex Salmond–. Más bien se trata del equivalente de un matrimonio forzoso, o como los de esas culturas, en los que el hombre –en este caso Inglaterra– puede hacer lo que quiere, mientras que la mujer –Escocia– no tiene ningún derecho. Una relación escandalosamente injusta y desigual”.
Los cinco miembros del Tribunal Supremo, presididos por Lord Reed, apenas echaron un vistazo a las radiografías para anunciar que, según el Acta de Escocia que estableció la autonomía de la nación en 1998, Holyrood no tiene la facultad de convocar un referéndum porque no figura entre las competencias transferidas por Westminster. No aceptaron el argumento de los abogados del Gobierno de Edimburgo, que habían alegado que, al menos teóricamente, el resultado de la consulta no seria vinculante, y por tanto no afectaría de manera directa a la integridad del Reino Unido. Los magistrados indicaron que había que tener en cuenta las consideraciones practicas, y que un desenlace afirmativo desembocaría casi con toda certeza en la ruptura.
En el 2014, David Cameron accedió a la demanda de un referéndum de manera voluntaria para zanjar el tema, convencido de que la independencia sería rechazada. Aunque fue así, por un margen del 55% al 45%, se llevó un susto considerable, porque a solo una semana de la votación algunas encuestas apuntaban a un empate virtual, o incluso a una victoria del sí (un poco temerario, dos años después puso también en manos de los votantes la decisión de seguir o no en la UE, ganó el Brexit y tuvo que irse de Downing Street).
Precisamente, el Brexit lo ha
Nicola Sturgeon activa su plan B de que las próximas elecciones equivalgan a una consulta soberanista