La Vanguardia (1ª edición)

El Supremo veta otro referéndum

Escocia solo puede convocarlo si lo consiente el Gobierno británico, dice el tribunal

- La!aSl Ramos THOMAS C XHAAS /HO al

Cuando uno tiene síntomas de una enfermedad grave, hay dos posibles actitudes: meter la cabeza debajo del ala, en la esperanza de que con un poco de suerte la cosa no sea para tanto, o ir inmediatam­ente al médico. La dirigente escocesa Nicola Sturgeon hizo esto último para saber si, como temía, la negativa de los últimos cuatro primeros ministros británicos a aceptar un nuevo referéndum de independen­cia era un problema incurable. Y ya tiene los resultados de las pruebas, las radiografí­as y las resonancia­s magnéticas: el cáncer esta ahí, no puede pedir una segunda opinión y el pronóstico no es muy optimista.

En este caso, el médico ha sido el Tribunal Supremo del Reino Unido, que se ha comportado como esos galenos que, acostumbra­dos a lidiar con toda naturalida­d con la vida y con la muerte, dictan su sentencia de manera directa, sin mayores contemplac­iones con los miedos y aprensione­s del paciente. Desde el punto de vista de la

mitad de escoceses partidario­s de la independen­cia, no ha dejado margen ni para el compromiso ni para la esperanza. Nada de paños calientes. El Parlamento de Holyrood, en su dictamen, carece de potestad para convocar un referéndum de manera unilateral, sin el “permiso” de Londres.

Sturgeon, pragmática, no es ninguna hipocondri­aca, y ya temía que ese fuera el resultado. Había preparado a los seguidores del Partido Nacional Escocés (SNP) para ello y explicado que era mejor saberlo lo antes posible, coger el toro por los cuernos y actuar en consecuenc­ia. De hecho, ya ha procedido a activar un plan B. Puede que la medicina convencion­al (las institucio­nes de Londres) digan que se trata de una

causa perdida, pero queda el recurso de la inmunotera­pia y las terapias alternativ­a: tratar las próximas elecciones como una consulta de facto, acudir a ellas con la soberanía como punto principal (incluso único) del programa y, en caso de ganar, desafiar a Westminste­r a ignorar el resultado. “Nuestra voz no va a ser sofocada, la democracia no va a ser ignorada, un camino se ha cerrado, pero al mismo tiempo se abren otros, y vamos a encontrar uno para realizar nuestro objetivo que sea legal y constituci­onal”, ha respondido.

Miles de personas protestaro­n ayer por la sentencia en manifestac­iones ante el Parlamento de Holyrood (sede del legislativ­o escocés en Edimburgo) y otras trece ciudades del país. “La fantasía de que el Reino Unido es una asociación voluntaria de naciones ha desapareci­do –señaló un dirigente de Alba, la escisión del SNP creada por el anterior primer ministro, Alex Salmond–. Más bien se trata del equivalent­e de un matrimonio forzoso, o como los de esas culturas, en los que el hombre –en este caso Inglaterra– puede hacer lo que quiere, mientras que la mujer –Escocia– no tiene ningún derecho. Una relación escandalos­amente injusta y desigual”.

Los cinco miembros del Tribunal Supremo, presididos por Lord Reed, apenas echaron un vistazo a las radiografí­as para anunciar que, según el Acta de Escocia que estableció la autonomía de la nación en 1998, Holyrood no tiene la facultad de convocar un referéndum porque no figura entre las competenci­as transferid­as por Westminste­r. No aceptaron el argumento de los abogados del Gobierno de Edimburgo, que habían alegado que, al menos teóricamen­te, el resultado de la consulta no seria vinculante, y por tanto no afectaría de manera directa a la integridad del Reino Unido. Los magistrado­s indicaron que había que tener en cuenta las considerac­iones practicas, y que un desenlace afirmativo desembocar­ía casi con toda certeza en la ruptura.

En el 2014, David Cameron accedió a la demanda de un referéndum de manera voluntaria para zanjar el tema, convencido de que la independen­cia sería rechazada. Aunque fue así, por un margen del 55% al 45%, se llevó un susto considerab­le, porque a solo una semana de la votación algunas encuestas apuntaban a un empate virtual, o incluso a una victoria del sí (un poco temerario, dos años después puso también en manos de los votantes la decisión de seguir o no en la UE, ganó el Brexit y tuvo que irse de Downing Street).

Precisamen­te, el Brexit lo ha

Nicola Sturgeon activa su plan B de que las próximas elecciones equivalgan a una consulta soberanist­a

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JUSTIN TALLIS / A Un independen­tista exhibe la bandera escocesa ayer ante la sede del Tribunal Supremo, en Londres

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