La Vanguardia (1ª edición)

La estrella que más brilla

- Màrius Carol

eEn la cocina de los hermanos Torres está presente la memoria de su abuela Catalina

l capítulo quinto de la serie Foodie love (Hbo), de isabel Coixet, se desarrolla en el restaurant­e barcelonés Cocina Hermanos Torres, que anteanoche obtuvo la tercera estrella michelin. A quienes les gusta comer con los ojos pueden disfrutar de sus creaciones en la serie. Y comprobar la magnífica escenograf­ía del local y la delicada composició­n de los platos. Como le leí a Philippe Delerm de un restaurant­e lionés, “una vez dentro uno se siente como un senador de la Tercera república” (la francesa, claro).

si se comerá bien, que la protagonis­ta (Laia Costa) le dice a su acompañant­e (Guillermo Pfening), cuando prueba un delicado aperitivo en forma de lirio: “No sé si hablar de follar, comiendo una flor tan rica”. el guionista mejora la ordinariez de la frase a continuaci­ón: “escuchar es la cosa más sexy que le puedes hacer a una persona”. La cena se convierte en un momento de doble sensualida­d, comestible y pasional, mientras desfilan platos como un tartar de calamar rematado con caviar y un caldo frío de sake o una ensalada de buey de mar, con unos dados marinos helados y salicornia.

sergio y Javier Torres han vivido uno de los días más felices de su vida, pues la tercera estrella es como el Nobel de los cocineros. Pero lo importante de su cocina es que en ella está presente su abuela Catalina, que los cuidaba cuando sus padres trabajaban y les mandaba pelar guisantes, ir a por espárragos o mojar con leche las torrijas. “Disfrutába­mos tanto, que quisimos cocinar como ella”, recuerdo que me dijeron los gemelos el día en que comí con ellos al poco de regresar a barcelona, tras formarse por el mundo. Compartimo­s manteles en la casa donde crecieron, la de la abuela Catalina en el barrio de vallcarca, que convirtier­on en un pequeño laboratori­o de la memoria.

Charles baudelaire, que era un gran gourmet, aparte de un excelente poeta, fue infeliz el tiempo que vivió en bélgica porque no se acostumbró a su gastronomí­a: “A falta de restaurant­es, consolémon­os con libros de cocina”, escribió. Y es que para la sexualidad y la alimentaci­ón resulta inseparabl­e la imaginació­n. esto también es lo que intenta estimular, sin mayor pretensión, una columna como esta.c

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