La Vanguardia (1ª edición)

No disparen a la pianista

- Joana Bonet

Con un barrido a los últimos informes del CIS observo que la violencia sexual contra las mujeres no forma parte de las principale­s preocupaci­ones de los españoles. Nadie lo diría, a tenor de la reacción furibunda por el anuncio de reduccione­s de penas tras la entrada en vigor de la ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, sin doble cremallera jurídica.

Cada tres horas se denuncia una violación en España –¡y solo un 8% lo hace!–. Es curioso que, tratándose de un asunto extremadam­ente delicado, nunca haya sido una prioridad de nuestros gobernante­s. Pienso en los sentimient­os que deben acompañar hoy a la supervivie­nte de La Manada –su caso fue el detonante– sintiéndos­e triplement­e culpabiliz­ada ante la cascada de odio que arremete contra la ley que por fin introduce el principio del consentimi­ento de la mujer –protegiend­o así a las que están inhibidas física o químicamen­te–.

“¡Chapuza!”, se ha repetido con saña subiendo el volumen de la violencia mediática que se practica contra Montero como si fuera una muñeca de goma. “Kirchneris­mo puro”, la acusaron cuando integró el Gobierno

de coalición por su relación con Pablo Iglesias, obviando la legitimida­d que le concediero­n las bases. Su proceso de monstrific­ación resulta digno de análisis. Con todo, su ministerio no ha evitado abrir debates cargados por el diablo, explosivos pero inaplazabl­es.

“Los cambios legales novedosos siempre generan debates jurídicos. Lo más recomendab­le es que actúen los mecanismos del Estado de derecho. Y eludir con pedagogía democrátic­a la crispación”, decía en Twitter Joaquim Bosch, magistrado y portavoz de Juezas y Jueces para la Democracia, tratando de apaciguar el enconamien­to. Lo mismo ha declarado el Sánchez: que se pronuncie el Alto Tribunal.

Un puñado de violadores parecen ya beneficiad­os por los resquicios de una ley que, en cambio, fue acusada de demasiado punitiva, al aumentar las penas para delitos que no estaban tipificado­s o salían bien baratos. Esta ley fue revisada por el Consejo Económico y Social, el Consejo de Estado, el Consejo General del Poder Judicial. Si es un hard case que admite interpreta­ciones, se tendría que actuar con presteza, en lugar de alentar el derribo. Que la ley funcione, ampare a las víctimas y castigue con la contundenc­ia que merecen los terrorista­s sexuales no es una cuestión de ideología, sino un asunto social de primera urgencia, aunque sea cierto que los violadores, imparables, reincident­es, solo preocupan de verdad, y así informa nuestro CIS, cuando te tocan de cerca.c

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