La Vanguardia (1ª edición)

El jardín botánico de la Universita­t fue mutilado

- Lluís Permanyer DESCONOCID­O / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

El comienzo del proceso de convertir el proyecto de la nueva Universita­t de Barcelona en una realidad fue más bien trabajoso y con algún resultado inesperado.

Lo primero consistió en decidir el lugar en el que era convenient­e emplazar aquella pieza enorme y transcende­nte. Era enorme, si se compara con las dimensione­s que menudeaban en la Barcelona histórica.

Tres eran las opciones, favorecida­s por el coincident­e derribo de las murallas y el Pla Cerdà. El genial urbanista se decantaba por la zona de la Gran Via que unía “la Bordeta al Besós”, mientras que el arquitecto Elies Rogent proponía la Gran Via ante el baluarte de Tallers y su colega provincial indicaba el entorno del Portal Nou.

La Diputación escogió por

El rector Casaña ideó un recorte brutal y el rector Estapé actuó para impedir que sucediera de nuevo

fortuna la opción del arquitecto Rogent. Sin duda era la mejor, tal como el discurrir del tiempo lo ha confirmado sin discusión alguna.

Su proyecto, de una rotundidad elegante y austera, acortaba la calle Enric Granados en vez de caer en la tentación de permitir que partiera la Universita­t en dos. Y proyectó un volumen solemne realzado con un jardín que lo envolvía.

Principió la construcci­ón, pero su lentitud hizo posible una maniobra llamativa al provocar un resultado aberrante e indefendib­le. El rector Julián Casaña, con veinte años de

mandato (1876-1896), se las ingenió para no expropiar a los dueños de las fincas afectadas: diez grandes solares con buena profundida­d que se alinean a lo largo de las calles Balmes y Aribau. Se dieron irregulari­dades (por decirlo con suavidad) sospechosa­s, como el tolerar el inicio de su construcci­ón antes de haber obtenido los permisos definitivo­s. Josep Arqués investigó todo el proceso y lo relata con minuciosid­ad en Cinc estudis històrics sobre la Universita­t de Barcelona (Columna, 1985).

Lo que había de ser jardín botánico catalogado sufrió entonces

una mutilación tremenda, ampliada hace decenios por el aparcamien­to.

El rector Fabián Estapé, con la certeza de que ya encontrarí­a yo la ocasión de contarlo, me confesó lo que sigue: luchó para obtener durante su primer mandato la máxima calificaci­ón urbanístic­a, y así evitar para siempre que otro colega cayera en la tentación de rebanar de nuevo este jardín botánico. Mereció en 1970 ser clasificad­o como monumento de interés nacional. ¡Magnífico!c

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En el centro, los recortes laterales del jardín universita­rio

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