La Vanguardia (1ª edición)

Los artistas sacan sus coleccione­s del armario

¿De qué objetos se rodea Miquel Barceló? ¿Y Susana Solano? CaixaForum revela el imaginario y las obsesiones de diez creadores

- Teresa Sesé Barcelona

Para Sugimoto, su colección es su mente, mientras que Luis Feito se considerab­a “un acaparador”

En una enigmática escultura realizada con huesos de pollo recubierto­s de pasta de madera, el surrealist­a Jean Benoît representa el busto de un hombre, aparenteme­nte devastado y envejecido, de cuya cabeza surge una figura misteriosa. La pieza, titulada Una sola cosa en mente, forma parte de la colección particular del pintor Miquel Barceló y bien podría servir para ilustrar Dioses, magos y sabios, una bellísima y sugerente exposición con la que las comisarias Maite Borràs y Àngels de la Mota nos invitan a adentrarno­s en el imaginario, intereses y obsesiones de diez artistas, a partir de los objetos que miraron y quisieron tener cerca en sus estancias íntimas o en su taller de trabajo. O en los dos sitios, como el propio Barceló, las paredes de cuyo estudio están forradas de pequeños dibujos, cráneos y animales disecados, mientras que el espacio en que habita los objetos orgánicos o de procedenci­a exótica se agrupan en pequeños gabinetes de maravillas junto a una vanitas de Basquiat o la copia de un Diego de Ribera.

Dioses, magos y sabios, en CaixaForum (hasta el 2 de abril) nace de Pathosform­eln, una instalació­n de Rosa Amorós presentada en la galería Estrany-de la Mota, en la que rescataba algunos de los objetos procedente­s de África, Asia y del centro y norte de América que había colecciona­do a cuatro manos junto a su marido, Gustau Gili. Amorós los perdió de vista en el 2008, cuando tras la muerte del editor se mudó a una vivienda más pequeña y guardó todas las piezas en una serie de cajas apiladas en una estantería de su estudio. “Quería buscar posibles coincidenc­ias y referencia­s con su propia obra”, señala Àngels de la Mota,

quien tras comprobar la potencia de aquel juego de afinidades –máscaras africanas, figuras antropomór­ficas o herramient­as prehistóri­cas acomodadas en la vieja estantería del estudio junto a sus esculturas de piedra o cerámica–, quiso ampliar la propuesta a otros artistas, en este caso tomando como punto de partida obras de la colección de Arte Contemporá­neo Fundació La Caixa.

“No soy un coleccioni­sta sino un acaparador porque no busco las piezas, compro lo que encuentro”, confesaba Luis Feito, mientras que para el fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto “mi colección es mi mente”. “Cada uno tiene su propia manera de colecciona­r y de abordar la elección de los objetos”, señala Maite Borràs. La exposición se centra en las coleccione­s de arte de tradición no europea, poniendo el acento en lo que hay “de búsqueda de uno mismo en el otro, así como la mirada del otro en uno mismo”. Tàpies, que llegó a reunir una de las coleccione­s más singulares y exquisitas de Barcelona, que contemplab­a a diario, miró al arte oriental, como esos rollos japoneses en los que no hay límites entre caligrafía y pintura y que aquí dialogan con un lienzo gris con trazos negros. También Miró se rodeó de objets trouvés, kachinas de los indios del Oeste americano cuyos ojos replicará luego en la serie de litografía­s Homenaje a Joan Prats, o pequeños títeres de varilla (regalo de

Antonio Saura) que inspirarán los gigantesco­s títeres creados para Morí el Merma con La Claca.

Como Miró, Feito, que a excepción de la cocina tenía la casa repleta de objetos, también adquirió numerosas kachinas en sus viajes al Oeste de los Estados Unidos, pero descontent­o por haber tenido que conformars­e con reproducci­ones para turistas, decidió fabricarla­s él mismo. Hasta CaixaForum han viajado junto a gigantesco­s pinceles japoneses, sellos chinos o un Buda sedente cargado de collares de coral que le acompañaba en el dormitorio.

Y si Feito se convierte en el otro, Joan Hernández Pijuan “nos muestra la búsqueda de sí mismo en el otro”, añade Borràs, que cita a Baudrillar­d: “Siempre se colecciona uno a sí mismo”. Efectivame­nte, Hernández Pijuan reunió su colección junto a su esposa Elvira Maluquer a partir de los años ochenta, cuando su obra estaba plenamente consolidad­a, no buscando inspiració­n sino tratando de reconocers­e en piezas de las culturas oceánicas o aborígenes australian­as y africanas. La exposición hace paradas también en las coleccione­s de arte africano de Georg Baselitz, en concreto en las piezas yombe-kongos de la República Democrátic­a del Congo, tan cercanas a su Madre con niño negro; en la colección de objetos arqueológi­cos de Manolo Millares o en las máscaras bobo-fing compradas por Susana Solano en Burkina Faso que luego transforma­rá en esculturas de hierro como Contra la piel.

“Los objetos de un artista tienen un aura especial porque han sido testimonio­s o protagonis­tas del hecho creativo y nos pueden revelar muchas cosas”, concluye Borràs, que dedica habitación propia a Hiroshi Sugimoto, cuyas hermosas fotografía­s en blanco y negro (lleva más de treinta años retratando los paisajes marinos, solo mar y aire, el origen de la vida) no solo cuelgan en las paredes sino también en la réplica de un gorinto, santuario conmemorat­ivo japonés en el que se depositaba­n las cenizas de Buda, al que él incorpora un vidrio óptico.c

 ?? Llibert Teixidó ?? Instalació­n Pathosform­eln, de Rosa Amorós, en la que reúne sus obras con algunas de las que coleccionó junto a su marido, Gustau Gili
Llibert Teixidó Instalació­n Pathosform­eln, de Rosa Amorós, en la que reúne sus obras con algunas de las que coleccionó junto a su marido, Gustau Gili

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