La Vanguardia (1ª edición)

Neymar, solo el futbolista

Debajo de las marcas, las bobadas, el póquer, el séquito, los escándalos, los tatuajes y la vida nocturna, sigue habitando un jugador único, la esperanza de Brasil

- Joan Josep Pallàs Doha (Qatar). Enviado especial

Empecemos con una historia personal, desclasifi­cada ya por el paso del tiempo. Transcurrí­a el año 2013 o el 2014, los del aterrizaje de Neymar en el Barça, y me fue concedida una entrevista con el fenómeno brasileño. Tenía entonces 23 años. El jugador, no yo.

Todo fue diferente al conducto habitual. Para empezar fui citado en un edificio donde se rodaba un anuncio de una multinacio­nal de televisore­s, patrocinad­ora del nuevo crack. El entrevista­do se retrasó horas. Un miembro de su numeroso séquito iba apareciend­o de vez en cuando para comprobar que el periodista ninguneado seguía allí, a la espera. Finalmente

apareció Neymar, con cara de sueño (siempre sospeché que durmió una fenomenal y despreocup­ada siesta mientras yo me comía las uñas), y durante la charla el tipo estuvo bien, a ratos encantador, transforma­do en un ser sonriente cuando tocó el turno de tomar las fotografía­s. Un profesiona­l programado para el marketing. Un producto. Los Neymar, sobre todo el padre, lo tuvieron claro desde el primer momento. Ya como jugador del Santos le llovían las ofertas de compañías para aliarse con él y su imbatible carisma. Su imagen aparecía en anuncios estáticos de las autopistas de su país, también por televisión.

Por casualidad­es de la vida conocía al chaval que rodaba las escenas de relleno para el spot, un doble de cuerpo flaco y muy hábil dando toques con el balón que era útil para secuencias en las que a

Neymar no se le veía la cara. Le regalaron un televisor.

Tiempo después me contaron que un helicópter­o aterrizó un día en la ciudad deportiva del Barça para llevarse a Neymar a un rodaje. Su agenda era una locura. Lo sigue siendo hoy. Su vida se mueve bajo un código de conducta que está en las antípodas del que correspond­ería a un futbolista de élite. Póquer, escándalos, devoción por la vida nocturna, fiestas privadas, cameos televisivo­s... Puma (dejó a Nike), Qatar National Bank, Qatar Airways, Red Bull, McDonald’s, Panini... Estas y otras muchas multinacio­nales le pagan generosame­nte.

Su fútbol debería resentirse y así ha sido durante años, pero uno repasa los números que lleva acumulados a lo largo de su carrera y se pregunta a dónde hubiera llegado sin toda esa parafernal­ia que lleva de mochila. Pensándolo bien es una pregunta absurda. ¿A dónde hubiera llegado Romário sin salir de noche? A ningún lado. Si le quitas la parte buena de la vida a estos jugadores pierden la esencia. Son así, hay que adquirir el lote entero. O dejarlos correr.

Neymar, aún hoy el fichaje más caro de la historia del fútbol (222 millones de euros), no ha sido el sucesor de Leo Messi como se predijo pero no está tan lejos del argentino. Con 30 años, está a tiempo aún de convertirs­e en el máximo goleador de la historia de

Brasil. Va segundo con 75 tantos a solo dos de Pelé. Repetimos, Pelé. En competicio­nes europeas, acumula 43 goles en 80 partidos; en Ligas nacionales europeas, 269 partidos y 177 goles. Definir a Neymar solo por su puntería es sin embargo un error. Cuando está en forma, el catálogo ofensivo del delantero es tan rico como su cuenta corriente. Gran repertorio de regates, cambio de ritmo, valentía ante defensas sucios, asistencia­s de gol, definición. Neymar sigue siendo el líder indiscutib­le de la selección de Brasil, por mucho que Tite haya escogido a Thiago Silva como capitán. Neymar es intocable. Un periodista alemán le llamó arrogante por bordarse la sexta estrella de campeón en un pantalón antes de tiempo (Brasil tiene cinco Copas del Mundo). “Ese tipo es un imbécil”,

“Hice mi historia y seguro que tú harás la tuya”, le dice Romário, el otro gran juerguista que fue campeón

le defendió Richarliso­n, compañero de vestuario.

Brasil debuta hoy ante la incómoda y talentosa Serbia en el estadio Lusail, el mismo que albergará la final. Hasta allí quiere llegar Neymar el 18 de diciembre. De momento sus dos participac­iones en Mundiales han sido decepciona­ntes. Antes, en el 2010 y con 18 años, no fue convocado pese a cierta movilizaci­ón social (se recogieron miles de firmas pidiéndolo en vano); en el 2014, en un Mundial organizado por su país, sufrió una fisura en una vértebra en los cuartos de final que al menos le sirvió para librarse del humillante 1-7 de las semifinale­s ante Alemania; en el 2018, cayó en cuartos de final ante Bélgica.

Polémico, provocador y cuentista (eso lo ha ido puliendo), para motivarse Neymar podría repasar dos declaracio­nes elogiosas procedente­s de dos lugares diversos. La primera la dejó caer un defensa del Guingamp, Lucas Deaux, el día que el brasileño debutó con el PSG en el 2017: “Me costará dormir, nunca había visto a un jugador así”. La segunda es reciente, extraída de una carta escrita por Romário: “Hice mi historia y tengo la seguridad de que harás la tuya”.c

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NELSON ALMEIDA / AFP Neymar, durante un entrenamie­nto en Doha, parece pedir ayuda divina para hacer un buen Mundial

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