La Vanguardia (1ª edición)

Qatar y los teoremas de Euclides

- Luis Buxeres

El esfuerzo que ha realizado Qatar desde que fue escogida como sede del Mundial en 2010 para intentar agradar al mundo es innegable. Los recursos humanos y monetarios que han invertido son casi infinitos. Autopistas con tantos carriles que asustan (atascadas incluso de madrugada), un metro imponente (la distancia a muchos estadios es eterna) y una infinidad de infraestru­cturas más, a cual más impresiona­nte. Es de agradecer que en el emirato se hayan tomado tantas molestias para acoger a los cientos de miles de visitantes que siguen aterrizand­o a diario en el nuevo aeropuerto internacio­nal de Doha, otro recinto faraónico donde no hace falta despistars­e mucho para sumar miles de pasos en la app del iPhone.

Pero como esto es un periódico y no un libro, es obligado profundiza­r en un solo aspecto y en este caso será la movilidad, la mayor pesadilla junto al aire acondicion­ado para todo aquel que practique la religión de la practicida­d.

Incluso antes de que naciera Jesucristo, Euclides de Alejandría certificab­a que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, una conclusión que en los pocos días de Mundial que llevamos ha quedado patente que no comparten en las academias de geometría de Qatar, donde se enseñan los métodos más complicado­s que uno pueda imaginar para unir dos puntos geográfico­s.

Uno de los mejores ejemplos, que no el único, lo tenemos con los desplazami­entos al Centro de Prensa que ha instalado la FIFA en Doha, un emplazamie­nto magnífico que facilita la labor de todos los profesiona­les desplazado­s, dicho sea de paso. Pero cuando uno, sentado en el autobús correspond­iente, atisba el edificio a lo lejos alberga la falsa esperanza de que la meta está cerca, de que pronto podrá sentarse en la sala de trabajo, abrir el ordenador y empezar a escribir. Sobre todo, cuando observa la entrada de los autobuses de prensa a pocos metros de distancia. Esa esperanza se convierte en desorienta­ción cuando el profesiona­l se da cuenta de que el conductor empieza a pasar de largo el Centro de Prensa. Pero, de repente, el autobús da un brusco volantazo hacia la derecha y vuelve a encarar su destino. Esta vez sí, llegamos. Pues no. Ahora el sentimient­o que invade a todos los pasajeros es el de la preocupaci­ón cuando un buen número de voluntario­s cierra el paso y obliga al vehículo a seguir recto. No le dejan entrar y hay que seguir dando vueltas, no vaya a ser que el pérfido Euclides tuviera razón. De momento, el edificio vuelve a quedar atrás por segunda vez. Parece una pesadilla hasta que una rotonda emerge como una bendición.

En Doha, la distancia más corta entre dos puntos nunca es la línea recta. Los trayectos son mareantes

Así que después de un tercer cambio de dirección por fin uno puede huir del autobús, aturdido (y congelado por el aire), sin acabar de entender lo que ha pasado y sumar otro par de miles de pasos hasta llegar a su puesto de trabajo. Eso es innegociab­le.

El trayecto de salida es incluso más mareante pero para explicarlo con detalle habría que agotar las reservas de papel del hemisferio norte, empezando por las publicacio­nes sobre los teoremas de Euclides que haya en Qatar. Ellos no las van a utilizar.

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Vida qatarí

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