Los arsenales se vacían
La intensidad del conflicto en Ucrania causa penuria de armas en Occidente y Rusia
La guerra en Ucrania está siendo un diluvio de fuego, en ambos sentidos, un conflicto de alta intensidad que está vaciando con rapidez los arsenales. Sufren la penuria los aliados de Kyiv y también, por supuesto, Rusia. Incluso en Estados Unidos, pese a su gigantesco complejo militar-industrial, hay inquietud por la escasez de ciertos tipos de armamento como obuses, misiles anticarro y antiaéreos.
Entre los países occidentales, el problema de entregar tantas armas y municiones a Ucrania es que deja a sus propios ejércitos vulnerables, con arsenales insuficientes en caso de afrontar otra guerra de envergadura en un futuro próximo. Afecta asimismo el buen adiestramiento de las tropas, pues para ello deben usar armamento real. Los stocks están en algunos casos bajo mínimos y eso compromete la defensa nacional.
Para Estados Unidos en particular, el peligro es quedarse desprotegido ante la eventualidad de un conflicto en un área caliente como Taiwán o la península de Corea. Ha provocado ya controversia en Seúl el anuncio norteamericano de comprar obuses a Corea del Sur para suministrarlos a Ucrania.
En Francia, la líder ultraderechista Marine Le Pen considera
Le Pen pide dejar de enviar cañones Caesar a Kyiv porque se pone en peligro la defensa de Francia
Incluso EE.UU. se inquieta porque podría faltarle material si estalla otra guerra, por ejemplo en Taiwán
La producción de misiles anticarro como los Javelin no da abasto para suplir a los ya usados
que su país debe dejar de entregar más cañones Caesar a Kyiv porque ello se hace “en detrimento de nuestra propia seguridad”. Los Caesar, con un alcance de 40 kilómetros y rápida movilidad para evitar los contragolpes, han sido muy eficaces, junto a los lanzamisiles Himar estadounidenses, en los avances ucranianos desde el verano pasado para reconquistar territorios que Rusia les arrebató. París ha entregado hasta ahora 18 unidades de Caesar, a las que podrían añadirse otras seis que iban destinadas en principio a Dinamarca. Cada sistema Caesar cuesta unos cinco millones de euros.
“Ayudar a Ucrania en la medida de nuestras posibilidades es algo honorable, pero no podemos hacerlo en detrimento de nuestra propia seguridad, de la seguridad de nuestro pueblo”, dijo la presidenta del grupo parlamentario del Reagrupamiento Nacional (RN) y excandidata al Elíseo en las tres últimas elecciones en una entrevista con el canal CNews. Le Pen insistió en que el material pesado que hoy se transfiere a Ucrania “es material que le falta a Francia” y “debilita y hace correr un riesgo a nuestra seguridad interior”. La diputada de extrema derecha sí se mostró a favor de seguir asesorando y formando a los ucranianos, y de darles “material de protección”, como chalecos antibalas.
Según expertos militares citados por el diario Le Monde, rusos y ucranianos llegaron a lanzar hasta 60.000 y 20.000 obuses al día, respectivamente, en la fase más intensa de los combates, en el verano pasado. Era un ritmo insostenible, de ahí que se redujera más tarde, en cada caso, a 20.000 y 7.000 proyectiles.
Los suministros a Ucrania han llegado a un nivel crítico en lo referente a los lanzadores múltiples de cohetes y los misiles antitanque, unas armas que han hecho mucho daño a las fuerzas rusas pero que no son inagotables. Solo los estadounidenses han enviado casi 50.000 misiles antitanque, entre ellos 8.500 Javelin, unas armas portátiles que causaron estragos en las columnas de carros de combate que se acercaban a Kyiv al inicio y que hubieron de renunciar al asalto a la capital. Fue un antes y un después en la guerra.
El problema con los Javelin es que el ritmo de producción es de unos 2.100 al año, una cifra muy insuficiente en la presente coyuntura. Aunque el Pentágono ponga presión a los fabricantes –Lockheed Martin y Raytheon– doblar o triplicar las cadenas de montaje no se improvisa. Washington también ha sido generoso dando misiles antiaéreos Stinger –la tercera parte de sus reservas estimadas–, unos 3.000 drones Swithblade y Phoenix Ghost, así como piezas artilleras de 155 milímetros y más de un millón de obuses de diversos calibres. Reemplazar este volumen de material exige presupuesto y un esfuerzo industrial colosal.
El alcance real de las pérdidas de material rusas se desconoce, pero los servicios occidentales,