La Vanguardia (1ª edición)

“No tenemos capacidad para detener esos misiles”, dice un comandante

Las autoridade­s no presionan para dejar la ciudad pero disponen trenes de evacuación

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de pánico. Después de eso decidimos irnos”, explica Natalia, la mujer del gato, que tomó la decisión de partir después de que un misil cayó en una casa vecina el jueves. Otro, impactó en un coche cercano, que quedó calcinado. La mayoría de las viviendas de alrededor quedaron con los vidrios rotos, una escena que se repite allí donde impacta un misil o proyectil ruso. “Espero volver pronto, es mi casa”, dice.

El intercambi­o de artillería es una constante en Jersón desde que los rusos abandonaro­n la ciudad como consecuenc­ia de la presión de las fuerzas ucranianas y se reubicaron al otro lado del río Dniéper. Actualment­e han levantado sus defensas a 16 kilómetros de la orilla, la cual han minado por completo. Desde allí lanzan ataques que han ido aumentando considerab­lemente en la última semana. Hasta el viernes pasado, 15 personas habían muerto –cinco de ellas el jueves, el día más difícil– y 35 ha“Fue

bían resultado heridas. “Esto es una venganza de los que perdieron”, dijo el presidente Volodímir Zelenski días atrás cuando se refería a la situación de Jersón. El viernes, las autoridade­s ordenaron la evacuación de niños hospitaliz­ados y también de enfermos psiquiátri­cos.

“Ucrania no tiene la capacidad para detener esos misiles y artillería con la que atacan Jersón, pues las distancias son muy cortas”, explica el comandante Dmitri Pletenchuk, que forma parte del comando militar de

Jersón. Para eso necesitarí­an un sistema de defensa como la Cúpula de Hierro que usa Israel. Asegura que los ucranianos siguen con la contraofen­siva, pero que la situación en que pueda quedar la ciudad es incierta.

“Cuando los invasores estaban aquí, nuestro miedo era salir a la calle, verlos con sus armas y no saber a quién iban a atacar. Contra quién iban a disparar, a quién se iban a llevar”, explica Valentina, de 62 años que ayer llegaba a Mikolaiv junto con su hija y, como muchos otros, también con su gata. Los habitantes de Jersón reconocen que la guerra hasta ahora había sido diferente para ellos. Al fin y al cabo, quedaron bajo el dominio ruso desde muy pronto. “Cuando funcionaba internet, podíamos enterarnos de lo que pasaba”, agrega.

Tatiana, quien también decidió dejar la ciudad, pero en tren, explicaba irónicamen­te que cuando los rusos estaban en la ciudad había ataques ucranianos, pero eran muy “precisos” en los objetivos que escogían. “Nunca oí que hubieran matado un civil. Teníamos miedo, pero muy diferente”, explicaba esta mujer que junto con su hermana llegó el jueves a la estación para tomar el tren a Kyiv.

“Llevamos dos noches sin dormir, no lo podemos soportar. Esta gente ha perdido la cabeza”, confesaba. Como cientos de personas

Cuando estaban los rusos, los ataques ucranianos eran muy “precisos, y nunca oí que mataran a un civil”

que se agolpan cada día en la estación, no tenían billete. Los funcionari­os los dejan pasar siempre y cuando queden cupos libres. Antes de embarcar, tienen que responder las preguntas de varios hombres de la inteligenc­ia ucraniana que revisan los documentos, chequean en el sistema que no son buscados, les hacen preguntas.

Desde que retomaron Jersón, las autoridade­s ucranianas llevan a cabo la búsqueda de los llamados colaborado­res. Muchos de ellos se fueron con los rusos, pero se cree que cientos permanecen en la ciudad. “Yo soy desplazada del Donbass, no quiero tener que volver a moverme. Haré todo lo posible por resistir”, contaba Larisa, una de las mujeres que tiene la tarea de registrar a los que se van. Que son cientos. Tanto que el número de vagones ha tenido que aumentar. El jueves eran 18, el viernes 21.

Pero cada día son más los que quieren partir.c

 ?? EfeAN PILIPEY / EFE ?? Abastecimi­ento de agua potable con un camión cisterna en Jersón, el pasado viernes
EfeAN PILIPEY / EFE Abastecimi­ento de agua potable con un camión cisterna en Jersón, el pasado viernes

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