La Vanguardia (1ª edición)

Los grupos parlamenta­rios, alarmados ante la aceleració­n trumpista de Vox

Batet, que ha advertido a los diputados, apela a la responsabi­lidad de los portavoces

- Juan Carlos Merino Pedro Vall n Hadrid

Un cambio de escala es un cambio de categoría: “Esto ya no es una bronca parlamenta­ria más, esto es otra cosa”, alertan en la Moncloa ante la escalada de tensión y crispación desatada esta semana por la ultraderec­ha de Vox durante el debate presupuest­ario en el Congreso, ante el nuevo ciclo electoral que arranca en mayo con unas elecciones municipale­s y autonómica­s que serán determinan­tes para las generales previstas en diciembre del año que viene. Y los socialista­s aseguran saber perfectame­nte qué es esa otra cosa: “Esto es la pura doctrina Bannon”, advierten a La Vanguardia. “Para eso vino a Europa hace años”.

Steve Bannon, el que fue estratega de Donald Trump en la Casa Blanca –hoy condenado por desacato tras el ataque al Capitolio de Estados Unidos en el 2021–, fue soplando la mecha de diferentes partidos ultras por toda Europa, entre ellos el que preside Santiago Abascal en España.

En la dirección del PSOE resumen las lecciones trumpistas de Bannon: “La bronca, la utilizació­n

continua del insulto, los bulos y fake news con medios de comunicaci­ón afines, la violencia política contra los rivales políticos y el desprestig­io de las institucio­nes para imponer un estilo de gobierno que se asemeje más al autoritari­smo que a la democracia”.

La diputada ultra Carla Toscano abrió la veda esta semana al tachar a la ministra de Igualdad, Irene Montero –a la que su partido organizó ayer un acto de desagravio en el que participar­on, entre otros, la exvicepres­identa María Teresa Fernández de la Vega y el

expresiden­te José Luis Rodríguez Zapatero– de “libertador­a de violadores” y cuestionar sus capacidade­s con alusiones groseras sobre su vida privada.

El propio Abascal embestía al tiempo contra el Gobierno y otros diputados de Vox, como Onofre Miralles o Víctor Sánchez del Real, culminaron desde la tribuna la escalada de agitación y exabruptos ultraderec­hista de la semana, una escandaler­a que opacó al primer partido de la oposición, el PP.

“Antipolíti­ca y radicalida­d”, advierten en la Moncloa, con el objetivo

de desestabil­izar al Gobierno y, aún peor, al propio sistema democrátic­o y sus institucio­nes. Fruto además, a su juicio, de la dura pugna que el PP y Vox libran en el espacio de la derecha. “Alberto Núñez Feijóo está débil, y Vox lo aprovecha”, señalan.

Pero no solo el Gobierno, los excesos de Toscano y Sánchez del Real irritaron a todo el arco parlamenta­rio. Hasta diputados del PP expresaron su repulsa. El portavoz del PNV, Aitor Esteban, protestaba en las redes sociales tras la intervenci­ón de Toscano: “Hoy en pleno hemos llegado al fondo de la degradació­n del mínimo decoro parlamenta­rio. Ya tarda la presidenci­a en hacerse valer y ejercer su labor”.

La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, tenía esta semana una agenda apretada de reuniones y visitas, de modo que las tres intervenci­ones de la ultraderec­ha

PSOE y PP expresan su repulsa, mientras el resto de la mayoría de legislatur­a muestra indignació­n con Vox

La Moncloa asume que la formación ultra aplica la doctrina de Bannon: “Antipolíti­ca y radicalida­d”

que desestabil­izaron el pleno en días sucesivos se produjeron presidiend­o la sesión el socialista Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, vicepresid­ente primero del Congreso. No es casual: la autoridad de Gómez de Celis la puso contra las cuerdas Vox hace un año cuando su diputado José María Sánchez García no abandonó la cámara, como dice el reglamento, cuando el vicepresid­ente lo llamó al orden por tercera vez, tras llamar “bruja” a la diputada Laura Berja.

En esta legislatur­a, Batet se reunió en varias ocasiones con el portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, para reclamar decoro, y también lo ha exigido, tanto a puerta cerrada –en la junta de portavoces– como en sus discursos públicos. Sin embargo, no ha habido tal moderación. La presidenta de las Cortes siempre expresa en público su adhesión a la libertad de expresión ampliada de que gozan los diputados y apela a la responsabi­lidad personal e institucio­nal de cada uno.

Batet nunca ha interesado una modificaci­ón de las sanciones del reglamento de las Cortes –su antecesor Manuel Marín sí emprendió una accidentad­a reforma reglamenta­ria–, pero ningún grupo lo ha hecho. Y nadie, más allá de protestar, ha propuesto un método para atajar la deriva. La conclusión es que parece que la democracia, atada a los derechos, carece de herramient­as resolutiva­s que puedan sustituir la responsabi­lidad de los diputados. Utensilios que embriden la antipolíti­ca.c

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Chema Moya / EFE El diputado de Vox Víctor Manuel Sánchez del Real, durante su intervenci­ón el jueves en el pleno del Congreso

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