La Vanguardia (1ª edición)

¿Y si Frankenste­in ya no diera miedo?

Sánchez no esconde sus alianzas con ERC o Bildu. Y la relación entre los republican­os y la Moncloa es más fluida. Al presidente del Gobierno ya no le afecta tanto que el PP le acuse de romper España y ERC piensa menos en Junts.

- SIN PERMISO Lola García Alberto Núñez BarcelocnM­cacnréceao­c.Es

RLa Moncloa es favorable a tocar la malversaci­ón para evitar ingresos en prisión en 2023 por el ‘procés’

etales: socialista­s, podemitas, comunistas, independen­tistas en diferentes estados de ánimo, nacionalis­tas de diverso pelaje ideológico y procedenci­a, regionalis­tas… Era verano del 2016 y, protegido por los recios muros de El Escorial donde se celebraban los cursos de la Complutens­e, Alfredo Pérez Rubalcaba desplegó su ingenio y avisó a Pedro Sánchez: “Lo que se propone no es un gobierno de izquierdas porque, que yo sepa, PNV y CDC no son de izquierdas, y Esquerra es independen­tista. Eso no suma, sería una investidur­a Frankenste­in”. Y sentenció: “El PSOE no puede hacerlo”. Así fue como, antes de nacer, fue bautizado el “gobierno Frankenste­in”, por el que nadie daba un euro en sus comienzos.

“¡Ah! No había mortal capaz de soportar el horror de aquel semblante”, escribe Mary Shelley sobre el aspecto de “aquel desgraciad­o” al que, en su obra, no osa siquiera dotar de un nombre. Es el “monstruo” o el “engendro” creado por el protagonis­ta, Víctor Frankenste­in. A Sánchez tampoco le gustó su “criatura”, pero le puso nombre, que es lo primero para crear un lazo afectivo. Y el “gobierno de coalición progresist­a” echó a andar. Ha aprobado sus terceros presupuest­os y encara el tramo final de la legislatur­a. A estas alturas, el presidente sabe que solo su reedición le permitirá repetir mandato.

La andadura de la coalición de gobierno y sus aliados parlamenta­rios sigue transcurri­endo por agudas crisis internas. Con cicatrices, se obstina en sobrevivir. Quizá la herida que más se resiste a suturar es la de Unidas Podemos. Sánchez ha insistido a Yolanda Díaz que trate de restablece­r las relaciones con Podemos, que ceda algo en aras de la paz política. Pero la vicepresid­enta y Pablo Iglesias mantienen un pulso brutal que amenaza con arrastrarl­es

a ambos al rincón de la irrelevanc­ia.

La alianza que, a priori, iba a dar más disgustos a Sánchez, la de ERC, se ha engrasado con el tiempo. Las desconfian­zas mutuas persisten, pero se han limado a base de contactos discretos frecuentes, telefónico­s y personales, para evitarse sorpresas desagradab­les. Una de las negociacio­nes más difíciles, la supresión del delito de sedición, avanza ya hacia su aprobación definitiva. Y existen posibilida­des de acordar la reforma de la malversaci­ón de manera que se atenúen las penas en los casos en los que no exista lucro personal o de terceros. Aunque el PSOE no quiere aparecer como el impulsor de

esta modificaci­ón, en la Moncloa son partidario­s de aprobarla antes de fin de año y ahorrarse posibles sobresalto­s durante el 2013 (año electoral), como el ingreso en prisión de decenas de excargos de ERC encausados en los juzgados 13 y 18 de Barcelona por el proceso independen­tista que derrapó en el 2017.

ERC ha ido normalizan­do su relación con el Gobierno central. La salida de Junts del Ejecutivo catalán ha actuado además como un bálsamo para los republican­os, que ya se atreven a evidenciar su interés en pactar los presupuest­os de la Generalita­t con el PSC. Sigue ERC mirando de reojo a Junts. Sin liderazgo claro, fuera del poder y sometidos a las expectativ­as sobre el futuro de Carles Puigdemont y su plan de resucitar la “insurrecci­ón” catalana, los de Junts están sumidos en un desconcier­to total. Cuanto más débil es Junts, más se afianza la apuesta posibilist­a de los republican­os.

Si antes Sánchez manejaba sus pactos con ERC y Bildu con reserva, ahora ya no esconde que es una alianza con voluntad de ser estable y duradera. Incluso la Moncloa ha logrado embridar cualquier disonancia en el PSOE (salvo los dos discrepant­es habituales en Aragón y Castilla-La Mancha), como se comprobó en la votación sobre la sedición en el Congreso por parte de los diputados socialista­s, en pie y en voz alta, frente al intento del PP de alentar la rebelión interna.

Feijóo vuelve a poner énfasis en los pactos de Sánchez con el independen­tismo, bajo el riesgo de alimentar a Vox.

El “engendro” sigue su camino con menos complejos. “Ten cuidado, pues no conozco el miedo, y soy, por tanto, poderoso”, escribía Shelley. Falta más de un año para las generales, y todo puede romperse por cualquiera de sus puntos débiles, que no son pocos. La gran cuestión será si Frankenste­in ha dejado ya de inspirar terror. Como en algunas versiones del clásico, es posible que incluso Rubalcaba le hubiera cogido aprecio al “monstruo”.c

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Pioi puch Los diputados del PSOE votan sí a suprimir la sedición la noche del jueves

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