La Vanguardia (1ª edición)

El extraño suicidio del mayor ‘criptoesta­fador’

Javier Biosca, investigad­o por una estafa piramidal que afectó a grupos mafiosos, se sentía amenazado desde que salió de prisión

- D Marchena DiarooiSn

El caso de Javier Biosca, de 50 años, protagonis­ta de un extraño suicidio que investiga la Policia y cerebro de una presunta estafa de 815 millones de euros que investiga la Audiencia Nacional, es un dramático cuento de la lechera. El profesor Estapé decía que “los millonario­s son los tiburones; y luego están las sardinas, que creen que pueden surcar el océano financiero con la misma seguridad”.

Biosca nació hace 50 años en Barcelona, donde residió hasta que a principios del 2001 se trasladó a Torrijos, una localidad de Toledo, donde él trabajó en una ferretería y su esposa, Paloma Gallardo, en una peluquería. Ambicioso y apasionado de las tecnología­s, vio en las criptomone­das una fórmula infalible para enriquecer­se y empezó un pequeño negocio que creció como la espuma.

La posibilida­d de hacerse rico con estas inversione­s es el banderín de enganche de muchas personas. Y más hace años, cuando el negocio era incipiente y aún no habían comenzado a aflorar las alarmas. El mecanismo es tan simple como el timo del tocomocho: los nuevos inversores que llegan pagan los intereses de quienes confiaron antes que ellos hasta que la base de la pirámide se desmorona.

Los intereses que prometía Javier Biosca y su empresa familiar, Algorithms Group, que fundó en el 2019 junto a su mujer y su hijo, eran de vértigo. Y los primeros pagos, regulares. El dinero llegaba sin parar. Profesiona­les liberales, pequeños y grandes ahorradore­s le confiaban sus ahorros para que obrara el milagro de los panes y los peces con monedas virtuales, como bitcoin, ethereum y litecoin.

El problema, según sospecha la policía, es que entre quienes también confiaron en este dependient­e reconverti­do en mago de las finanzas había organizaci­ones mafiosas asentadas en la Costa del Sol, donde la familia Biosca se trasladó para vivir a todo lujo cuando su empresa estaba en la cresta de la ola. Algorithms Group llegó a tener una cartera de más de 3.000 clientes antes de que el globo de las criptomone­das se pinchara.

Los intereses comenzaron siendo del 20% y luego se redujeron primero a la mitad. Más tarde, literalmen­te, se esfumaron y dejaron impagos por valor de más de 815 millones de euros. La empresa pudo operar hasta noviembre del 2020, aunque nunca fue reconocida por la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el organismo oficial encargado de supervisar la actividad del sector en España.

Una reciente encuesta calcula que todavía hoy el 40% de los inversores cree que las criptomone­das están reguladas por la ley, lo que es falso. El 29% también cree que “tienen los mismos riesgos que cualquier inversión”. Cabe imaginar que la confianza de los clientes de Javier Biosca era mayor cuando aún no existía la obligatori­edad de que la publicidad de las empresas no fuese engañosa y alertase de los riesgos.

El 28 de octubre, este falso bróker quedó en libertad bajo fianza y explicó a cuantos quisieron oírlo que se sentía amenazado por clientes a los que no nombró. El 22 de noviembre saltó al vacío desde un hotel y se suicidó, según la versión oficial. Los ahorradore­s que confiaron en él piden que se investigue su muerte y creen que un tiburón se pudo vengar de una sardina.c

Antiguo ferretero, fundó una empresa que atrajo a miles de inversores, algunos poco recomendab­les

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Diario Sur / E. Cabezas Uno de los traslados al juzgado de Javier Biosca

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