La Vanguardia (1ª edición)

El cura ruandés de Camprodon

En 2015 se ofició sacerdote y ha estado en Santpedor, Igualada y Sant Vicenç de Castellet

- Sílvia Oller Marrna

Cuando empezó la guerra civil en Ruanda y el posterior genocidio de tutsis y hutus moderados, el protagonis­ta de esta historia era un niño. “Me acuerdo de casi todo como si fuera ayer; de las enormes atrocidade­s cometidas, de gente matando a sus vecinos…”, explica, sin querer hurgar demasiado en una herida de una guerra que sigue sin entender.

Jean de Dieu Ndizeye nació hace 43 años en un pueblo cerca de la capital, Kigali, y en los últimos nueve ha oficiado misa en varias parroquias de las comarcas del interior de Catalunya. Su último destino, al que llegó hace apenas un año, es Camprodon. Como ocurre con la mayoría de párrocos de Catalunya, el trabajo se le multiplica. También se ocupa de las parroquias de Llanars y Molló y de la de los vecindario­s de Beget, Rocabruna y Bolós. Ndizeye se ofició sacerdote en 2015 en Barcelona, tras completar sus estudios en el Seminario Mayor Interdioce­sano.

Ahí llegó a los 31 años después de que en el seminario de Ruanda donde había iniciado sus estudios recibiera la visita de un misionero catalán que ya había colaborado con la Iglesia ruandesa. “Dijo que en Catalunya faltaban vocaciones y le propuso al obispo si podía mandar a curas; a mi me interesó desde el primer momento”, explica Ndizeye que nunca antes había salido del continente africano. Su caso no es único en el Obispado de Vic, al que pertenece la iglesia de Santa Maria de Camprodon. Uno de cada cuatro curas de esta diócesis son extranjero­s y Ruanda es el país que suma más religiosos.

Según datos del Obispado de Vic, hay 21 presbítero­s ruandeses. “Yo fui de los primeros en llegar; y al ver que nos adaptábamo­s, el Obispo de Vic fue a Ruanda para establecer algún tipo de colaboraci­ón, para que curas de allí pudieran venir a ejercer o estudiar a Catalunya”, afirma Ndizeye.

El vínculo con Catalunya lo ha vivido desde la cuna. Fue bautizado por un mosén catalán de Sant

pedor que formaba parte de la comunidad de misioneros catalanes que en la década de los setenta estaban en Ruanda. “Los mosenes que yo conocí de pequeño eran blancos y catalanes; mis padres eran muy creyentes y les ayudaban”, recuerda Ndizeye, que recibió la llamada de Dios a los 22 años cuando trabajaba en un orfanato de su país al cuidado de niños.

Santpedor fue curiosamen­te su primer destino tras ser ordenado, donde ejerció de vicario cuatro meses. Sant Vicenç de Castellet, Igualada y ahora las seis parroquias de la comarca del Ripollès forman parte del currículum de este párroco. “De entrada siempre hay una cierta distancia y recelos, al principio te miran con extrañeza, pero poco a poco van cogiendo confianza”, dice Joan de

Déu, que es como se hace llamar aquí.

Las diferencia­s con su país natal son notables. Se ha acostumbra­do a ver pocos fieles en la iglesia, pocos seminarist­as en el seminario (“en Ruanda hay tantos que tienen que hacer selección”), oficios menos festivos y una escasa presencia de jóvenes en misa. “Hay que hacer una revolución en este sentido, que los jóvenes tengan su propia misa; los mayores tienen unas ideas prefijadas y son reacios a cambiar ciertas cosas de la liturgia; pero no hay suficiente­s curas...”, explica Ndizeye que cuando visita cada año su país natal tiene sentimient­os encontrado­s. “Allí vivía bien, estaba acostumbra­do a aquella vida; pero ahora sufro por ellos; no tienen nada, pero sobreviven”.c

Según datos del obispado de Vic, en la diocesis hay 21 presbítero­s del país africano

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Pere Duran / NORD t DTx El párroco Jean de Dieu Ndizeye oficiando misa en de la iglesia Santa Maria de Camprodon

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