Más allá de Caritas
Con ocasión de la jornada de Germanor, la archidiócesis de Barcelona hizo públicos datos sobre la actividad realizada durante el último año. Limito la referencia a la actividad caritativa y asistencial. Fueron asistidas en total 470.317 personas en 730 centros. El resto de obispados de Cataluña o de España podrían ofrecer datos similares, en proporción a su demografía.
La labor asistencial no es la más importante en la Iglesia ni su función principal, y, sin embargo, es espectacular, empezando por la realizada por Caritas y Manos Unidas. En todas las parroquias y centros católicos se desarrolla una gran labor social, que en la mayor parte de casos no suele publicitarse.
Toda esta actividad “organizada”, siendo enorme, no refleja en su totalidad la labor cristiana asistencial en nuestra sociedad, porque son muchos los que colaboran, o incluso impulsan, organizaciones no confesionales actuando a título personal, sin representar a la Iglesia pero movidos por su conciencia cristiana. Conozco bastantes en organizaciones como Cruz Roja, Acción Contra el Hambre, Banco de los Alimentos, y muchas otras, incluidas entidades pequeñas a nivel de pueblo o barrio. Esto no contabiliza en el balance de la acción de la Iglesia, pero está ahí. Se dan casos incluso chocantes, como uno ocurrido en Italia. Ante un problema social surgido, una entidad que trabajaba en aquel campo se movilizó para resolverlo, y diversas instituciones y grupos católicos tomaron posición en su apoyo. Algunos expresaron su extrañeza y casi rechazo de que, mientras otros “se mojaban”, el Opus Dei no se pronunciaba. El presidente de la entidad que trabajaba en el campo asistencial y que era el principal promotor de la acción solidaria explicó: “Yo soy del Opus Dei pero trabajo en esto a título personal, no representando a la institución o a la Iglesia”. Algo similar se podría aplicar a un buen número de cristianos en los más diversos ámbitos. Son
muchos los que, llevados por el deseo de ayudar a los demás, no esperan a que se lo diga su obispo para actuar.
No está de más recordar, de otro lado, que las obras de misericordia no se limitan a las ayudas materiales. Ahí están las “espirituales”, como enseñar al que no sabe, corregir al equivocado, consolar al triste, perdonar, etc., y en esto los cristianos se llevan la palma.
Hoy la atención asistencial se canaliza casi en su totalidad a través de organizaciones, aunque sean pequeñas como una parroquia o un centro social, y es bueno que sea así en aras de una mayor eficacia y de llegar a todos o a la mayoría de necesitados. Casi se ha perdido, sin embargo, una actuación familiar directa. Padres o abuelos que, con sus hijos y nietos, iban a una vivienda, o a una barraca, de gente pobre y les llevaba algunos alimentos, ropa o unas golosinas. No era la solución a la escasez de los pobres, pero aportaba detalles de trato humano, y resultaba muy pedagógico para los hijos o nietos de las familias visitantes, que en directo tomaban conciencia de la pobreza de otros y del deber de actuar para resolverlo. No estaría de más reverdecer esta costumbre de otras épocas.
La labor asistencial no es la principal de la Iglesia pero es espectacular