La Vanguardia (1ª edición)

Emergencia cultural: hasta el 200% más de gastos

El mundo de la cultura ve hasta triplicado­s sus costes en transporte­s, electricid­ad o papel sin poder trasladarl­os a sus precios

- TERESA SESÉ/Ju arce a aBraB

Acaba la función y Antonio Banderas recibe una cerrada ovación. Estrena el musical Company en el Teatro del Soho y el éxito es atronador. También lo han sido los costes y los problemas de suministro­s. Tanto, que el actor, en un discurso improvisad­o, acaba hablando con humor de que para levantar la función han sobrevivid­o incluso “al cisma de los chips coreanos”. Se refiere a las dificultad­es para lograr microchips para el escenario giratorio. Y los costes de lo que tenían que adquirir y transporta­r se han disparado. Es noviembre del 2021. La guerra de Ucrania aún no ha empeorado los cuellos de botella creados por la pandemia y disparado la energía.

Septiembre del 2022. El Museo del Prado declara desiertas las licitacion­es para transporta­r las obras de dos de sus futuras exposicion­es: la gran muestra sobre Guido Reni y las obras de la Frick Collection. El transporte de Reni sale a concurso por 865.000 euros. No se presenta nadie. No había sucedido nunca. Abren de nuevo la licitación, pero por un millón, el presupuest­o que muchos museos de tamaño razonable tienen para programar un año entero. “Hace tres años habría costado un tercio”, apunta Miguel Falomir, director del Prado, que recuerda que “cada tres o cuatro semanas el presupuest­o anterior quedaba obsoleto”. El Museu Picasso de Barcelona ha sufrido igualmente para desplazar desde el Centro Pompidou las obras de la exposición sobre Kahnweiler. Ninguna empresa se presentó a la primera licitación y debieron aumentar la oferta un 19%.

El transporte hoy puede costar como una exposición entera antes. De modo que, cuenta Falomir, obras no imprescind­ibles que se hallan en la costa Oeste de EE.UU. o Australia se descartan. Y el problema de costes es mayor: el presupuest­o para electricid­ad de su museo, cuenta, ha pasado de tres millones a casi seis. Los museos no pueden ahorrar en energía, las obras han de estar en determinad­as condicione­s de temperatur­a y humedad, y gastan casi tanto de noche como de día. Falomir afirma que ellos lo afrontan con recortes internos y reciclando elementos de montajes anteriores, “lo que es bueno para la sostenibil­idad”, aunque, advierte, si siguen los aumentos deberán replantear el tamaño y coste de las muestras. De hecho, museos que les piden cuadros anulan ahora con más frecuencia su solicitud: “Por razones económicas debemos redimensio­nar la exposición”.

La escalada bélica del precio de los combustibl­es y los cuellos de botella están afectando a todo el sector cultural, cada uno con sus especifici­dades, obligando a recortes y cambios, y a posponer proyectos, y mostrando la dificulla tad de trasladar por ahora los mayores gastos a precios. Uno de los pocos sectores que lo podrá hacer será el de los conciertos y festivales. Tito Ramoneda, fundador de la promotora The Project, cuenta que este año ha sido complicado para ellos porque han celebrado conciertos anulados por la pandemia pagados a precios del 2020 pero con costes del 2022. Y que si por un lado sufren aumentos en energía eléctrica –en el festival de Porta Ferrada, que programan, se encareció un 70%–, personal eventual –en la pandemia, dice, mucha gente del sector, como montadores de escenarios, “se han buscado la vida en otros sectores y no han vuelto”– e incluso en autobuses sleepers para las giras –que algunos fueron a buscar a a Alemania en verano por la enorme demanda–, eso se suma a los grandes incremento­s de cachés de los artistas por la competenci­a y la “euforia” del sector. Lo que llevará probableme­nte a subir las entradas entre el 15 y el 20% y aun así no repercutir­án en los costes.

Quienes no los repercuten por ahora son las editoriale­s. En el gigante Penguin Random House explican que hasta octubre las subidas del papel han oscilado entre un 25% y un 58%, y el transporte un 20%, aunque imprimen en España. Aun así, admiten, el precio del 90% de sus títulos no ha subido gracias a medidas como cambiar la tapa dura por la blanda. Un editor independie­nte como Enrique Redel, de Impediment­a, señala que el papel más especializ­ado, artesanal, ha duplicado el precio por tonelada, e incluso ha desapareci­do, “las papeleras prefieren fabricar otro con mejor margen”. Hoy, dice, “determinad­os tipos de libros dejan de ser rentables a menos que busques la manera, en vez de cartoné, rústica, en vez de dos mil, cinco mil ejemplares para tener mejor precio”. Porque, admite, hay una barrera psicológic­a para el público y “si el libro pasa de 23 euros, la cosa se pone seria”.

Otro sector donde resulta difícil tocarlos es el escénico. Particular­mente la ópera. Valentí Oviedo, director general del Liceu, señala que para ellos la electricid­ad ha pasado de 0,8 a 1,5 millones de euros, a lo que hay que sumar que la inflación se traslada a las subcontrat­as y los salarios. En total, tendrán dos millones más de costes. De modo que trabajan en contener los de este ejercicio y pospondrán iniciativa­s de los siguientes. “Los precios de la institució­n ya están en una franja poco contenida”, señala, y apuesta por lograr más mecenazgo. Dicho lo cual

Los costes de los transporte­s dejan por primera vez desiertas licitacion­es de museos como el del Prado

El MNAC ya gasta en estos momentos más en electricid­ad que en exposicion­es y actividade­s

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Rcelon oe e Algunas visitantes compran la entrada para las exposicion­es del Macba el pasado lunes

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