Madre busca hija
Marta Barceló parece reivindicarse como autora en un teatro de las emociones, de intimidad y dramas comunes. Una dramaturgia que coloca a las personas en el centro. Incluso en medio de la catástrofe colectiva, como en Zona inundable –obra que hace un mes presentó en el TNC–, se impone el relato personal de encarar el dolor de la pérdida. En Tocar Mare se habla de soledad y de cómo utilizar los métodos del sistema capitalista para solucionar este trance cuando se hace insoportable. Un contrato de obra y servicio para establecer una relación maternofilial.
Sólo hace falta poner un anuncio tan inusual como el que Bette Davis puso en 1962 para salir del paro y alguien dispuesto a satisfacer esa necesidad como la que presentaba Fernando León de Aranoa en Familia. Una ficción no tan lejana de la realidad si hacemos caso de las noticias que llegan de China o Japón sobre parentescos de alquiler. Un punto de partida interesante que Barceló secciona en escenas no lineales en el tiempo para saltar entre las diversas fases de una relación que evoluciona emocionalmente hacia lo previsible, como si la naturaleza humana estuviera predeterminada a ser fiel a si misma. En especial, cuando la transformación de los dos personajes protagonistas se plantea como un triunfo de los buenos sentimientos, capaces de hacer caer todas las corazas de una vida herida desde la infancia.
En este camino hacia la reconciliación hay momentos para el humor, la ternura, la tristeza y la rabia. Y también para una implícita reivindicación de la figura maternal, natural o subrogada. Jordi Casanovas dirige la función con oficio, que es seguramente el talante artístico que mejor sirve a este material dramático. Una dirección que deja que fluya las situaciones y se expandan las interpretaciones de Lluïsa Castell (Esperança, la mujer mayor) y Georgina Latre (Empar, la mujer joven). Madre e hija. Quizá donde más se note su mano es en el control que ejerce sobre el grado emocional de las dos actrices. Con un texto suficientemente cargado de sentimentalidad, Casanovas prefiere que las interpretaciones tengan un aire de latente distancia, como si lo personajes se midieran constantemente en una evaluación mutua de su realidad y sus posibilidades. Emociones sujetas, pero no negadas u ocultas que aportan una calidad específica al trabajo de Castell y Latre. En especial Castell, que asume la responsabilidad del personaje que empuja, calibra, observa y espera. El carácter motor que ella asume con la naturalidad que siempre sabe llevar al escenario.c