La Vanguardia (1ª edición)

Messi resucita a un país

El ‘diez’, sometido a una brutal presión, desencalló un partido que olía a drama

- La crón ca Joan Jos p Pallàs Lusai (Qatar) Enviado especia

Hay que ser muy bueno para hacer lo que hizo Lionel Messi en el estadio Lusail. Bajo la presión de todo un país y la mirada del mundo, con la eliminació­n rondando por la azotea de la albicelest­e en un partido nervioso y trabado hasta límites insoportab­les, sobresalió el fútbol encarnado por ese futbolista único. Con 35 años y aferrado a su último Mundial, Messi lo hizo. Sí, lo hizo. Desencalló un partido imposible. Agarró un balón en la frontal del área y lo transformó en gol como solo él sabe hacerlo. Le pegó raso, fuerte y pegado al palo, como si en su cerebro se dibujara la trayectori­a antes del impacto. Lo había hecho antes cientos de veces, pero tocaba hacerlo de nuevo, por la superviven­cia de su equipo, que se ahogaba entrada la segunda parte, carente de fútbol y atenazado por los nervios. Qué tipo Messi.

Después del 2-0 ante México (la sentencia fue obra de Enzo Fernández) Argentina se clasificar­á para octavos de final ganando a Polonia. Incluso empatando podría valer. México, por su parte, necesita ganar a los saudíes y que lo haga también Polonia. Por ejemplo.

Hay que decir toda la verdad. Más allá de la luz de Messi, Argentina fue una selección oscura y de poca vistosidad. Comparada con Francia, Brasil o incluso España, da la impresión de ser un grupo sin mucho vuelo. Las favoritas parecen jugar a otra cosa, son más pulcras y más organizada­s, se les identifica con un plan. A Argentina se la ve sufrir todo el rato. Menos mal que tiene a Messi.

El partido fue horroroso, en especial su primera parte. Ese periodo podría resumirse sin apenas emplear palabras y el lector no se perdería nada. El guion de Argentina fue un misterio, se supone que por el estrés aunque habrá que convenir que la calidad quizás también la exageraron un poco antes de venir. La albicelest­e formó de inició con hasta cinco cambios, señal de que le gustó poco a Scaloni lo que vio de su equipo contra Arabia Saudí. En eso compartió opinión con más de medio planeta. Las caras nuevas, sin embargo, no surtieron efecto alguno, si acaso empeoraron las cosas. Al menos frente a los saudíes fueron capaces de generar ocasiones de gol. Contra los mexicanos, en los primeros 45 minutos, se contabiliz­aron córners como grandes éxitos pero en realidad solo hubo una posibilida­d real: una falta lateral lanzada por Messi que obligó a Ochoa a sacar los puños.

Los mexicanos, por su parte, salieron a escena mejor, más animosos y determinad­os, pero se fueron difuminand­o y confundien­do con sus rivales, compitiend­o de igual a igual en el festival de horrores. Cada pase hilvanado con intención era un pequeño milagro y en el cómputo de jugadas de gol, una sola también: una falta en el balcón del área lanzada por Vega a la que respondió Dibu Martínez con una protocolar­ia palomita.

La atmósfera en la grada y la tensión en el césped se imponían con mucha diferencia al juego. Sobraba testostero­na y se echaba de menos algo de cerebro. Una primera jugada anticipó que el partido sería de choque y pocas luces: Vega se zafó de Montiel golpeándol­e en la cara. Fue una primera reyerta sin más complile

El gol, un tiro lejano, raso y fuerte, llevó la marca de autor de un jugador irrepetibl­e que se aferra al Mundial

El segundo, de Enzo Fernández, llegó al final con México intentándo­lo a la desesperad­a

caciones, pero la tensión era tremenda también en la grada, donde extrañamen­te convivían ambas aficiones, ruidosas como pocas veces en un estadio.

Argentina se ahogaba a sí misma empeñada en entrar por el centro, embarullad­a. A Messi, muy vigilado en la zona de tres cuartos, apenas se le veía. Al descanso se llegó con la entrada de Gutiérrez por Guardado y con Montiel dándole la bienvenida al recién ingresado con un patadón. Tarjeta del mismo color del partido, amarillent­o, pálido.

La reanudació­n trajo más juego duro. Arrancó con otra amonestaci­ón, esta vez para Gutiérrez, que frenó una galopada vertical de Messi, la primera, con una inevitable zancadilla. El diez tiró la falta, pero le salió horrible, a las nubes. Como el día de Arabia Saudí. Pero esta vez se rebeló.

Se fue detectando a partir de ahí una ligera mejora de Argentina, con Messi más activado e incisivo, obligando a México a acularse, inclinando por fin el campo del lado albicelest­e. Scaloni dio entrada a Julian Álvarez y retiró a Lautaro. Y segundos después Messi soltó el pie y batió a Ochoa, celebrándo­lo a la antigua, a lo Tardelli, con las venas del cuello explotándo­le. La sentencia la puso Enzo Fernández con un tiro de rosca. Argentina se liberaba. Por primera vez en este Mundial. Gracias a Messi.c

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Leo Messi celebró su gol a la antigua, gritando con todo, dirigiéndo­se a la grada donde estaba la mayoría de la afición argentina
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DPA vía Eu a P !"" # EP

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