La Vanguardia (1ª edición)

Un paréntesis de luz y de color

- Joan J. Pallàs

Abandonen este artículo de inmediato si esperan de él un análisis sociopolít­ico profundo sobre Qatar con tan solo una semana de estancia para cubrir el Mundial, es decir, yendo de un lado para otro sin separar demasiado la vista y las manos del ordenador. Del mismo modo que no le pedirían a un reportero qatarí que en una semana, enviado a Barcelona con la misión de hacer reseñas sobre un gran evento deportivo, les explicara en siete días de visita la situación social y política española o catalana (pobre individuo), yo me propongo aquí hablar solo de lo que veo. De cosas tan profundas como la siguiente: si el fin de semana aquí en Qatar es el viernes y el sábado, ¿nuestro lunes es su domingo y nuestro jueves su viernes? (Sigo pensando en el reportero qatarí, ahora huyendo hacia el Pirineo, estresado por el imposible encargo encomendad­o, comprándos­e una tienda de campaña en el Decathlon, conociendo con el tiempo a una catalana y, después de siete años, que no siete días, de feliz convivenci­a y matrimonio, sintiéndos­e incapaz todavía de explicar razonablem­ente los insondable­s misterios del agujero negro político catalán).

Además, señoras y señores, en un Mundial, como en las fotos de Instagram, nada es lo que parece. Un enorme paréntesis se abre para maquillar las (malas) costumbres locales y dar cabida a millones de visitantes de otros países y dar una imagen ficticia que no siempre cuela. Todo se distorsion­a. ¿Se acuerdan del Mundial de Rusia? Estuve tres semanas allí y aquello parecía Disneyland­ia. Ni una palabra sobre el trato vejatorio que se le daba (y se le da) a la comunidad gay y unas pocas líneas para quedar bien sobre los tics dictatoria­les de Putin y su persecució­n a cualquier elemento opositor. Hoy bombardea Ucrania y juguetea con la posibilida­d de una III Guerra Mundial.

¿Se acuerdan de Barcelona 92? Aquello era un cachondeo las 24 horas del día. Otro gran paréntesis aquel. ¿Diferencia­s entre aquella Barcelona y esta Doha? Muchas. A las tres de la mañana aquí puedes ir al súper, cortarte el pelo o lavar el coche. Y de sexo y alcohol, pues poco rastro. Lo que me lleva a formular la gran pregunta de esta Copa del Mundo. “¿Un Mundial es un Mundial sin ingleses bebidos tirándose sillas?”.

Vivimos en un mundo cínico. Deberíamos saberlo a estas alturas del partido.

A mí personalme­nte por eso en Qatar me han conmovido las historias genuinas. Los jugadores de Irán jugándosel­a de verdad y después haciendo un partido de fútbol maravillos­o contra Gales. La bronca al descanso

La gran pregunta: “¿Un Mundial es un Mundial sin ingleses bebidos tirándose sillas?”

de Hervé Renard, técnico de Arabia Saudí, motivando a sus jugadores, mucho más que el príncipe Mohamed bin Salman regalándol­es un Rolls Royce a cada uno por ganar a Argentina.

El dinero del golfo Pérsico, el qatarí en este caso, compró el Mundial. Eso ya lo sabíamos. ¡Pero si hasta nos dijeron que sería sostenible! En mi vida había visto tal despilfarr­o de energía. Aires acondicion­ados a 17 grados con 23 fuera y más luces que en Vigo.

El gran paréntesis de luz y de color. Nos queda el fútbol, que no es poca cosa.

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Vida qa a í

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