La Vanguardia (1ª edición)

La subida del precio de los alimentos seguirá bastante tiempo

El encarecimi­ento sin precedente­s de la comida aún tardará en reducirse de forma sustancial, coinciden industria y analistas

- Aite Gutiérrez H/Reutrs/

Los hogares españoles viven una situación sin precedente­s con la cesta de la compra: nunca antes la comida había subido de precio al ritmo actual, rozando el 16% interanual en octubre. Y la corrección no será rápida. El consenso entre toda la cadena de valor y los analistas apunta a que las corrientes de fondo responsabl­es del incremento pueden tardar en frenar. Habrá que esperar un tiempo para que los consumidor­es noten una moderación sustancial en la escalada de los precios.

Para constatar lo excepciona­l de la situación, no hay más que echar un ojo a la serie histórica del IPC. La inflación en los alimentos ha evoluciona­do en paralelo al índice general excepto en contados momentos. Uno de ellos tuvo lugar a partir del 2007, con una crisis de materias primas –con fondos de inversión como Lehman Brothers implicados– que llevó el IPC de los alimentos a un pico del 7,4% en junio del 2008. La crisis de consumo posterior arrojó un IPC negativo, es

Falta de fertilizan­tes, energía, sobredeman­da de materias primas y sequía contribuye­n al incremento

decir, los precios bajaron. Hasta que en el 2012, la subida del IVA impulsada por el entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, disparó de nuevo la inflación de los alimentos, llegando a un IPC del 4,6% en julio del 2013.

Minucias si se compara con el rally actual. El inicio de la invasión de Ucrania acabó de disparar los precios en alimentaci­ón. ¿Hemos tocado techo? “Se puede esperar una bajada de la inflación de los alimentos; ahora bien, está por ver si es considerab­le”, subraya Miguel Cardoso, economista jefe de BBVA Research. Puede que no se encarezcan a la velocidad vista ahora, pero es muy probable que la evolución del precio tarde en desacelera­r lo suficiente.

El coste de la energía, que alcanzó máximos en marzo de este año, ha empezado a moderarse en agosto no de forma natural, por la oferta y la demanda, sino por las correccion­es aplicadas por el Gobierno. De momento, y a falta de los datos del IPC adelantado de noviembre, que se publicará este martes, sigue encarecién­dose, aunque a un ritmo muy por debajo del primer semestre del año. No ha bajado de precio en comparació­n con el año pasado, según el INE, solo ralentiza su encarecimi­ento.

La energía fue el primer elemento que multiplicó los costes de producción de los alimentos. “Ahora que tiende a disminuir, junto a la normalizac­ión del tráfico internacio­nal de mercancías, se puede esperar cierto alivio en la inflación de los alimentos, pero existen otros factores que empujan los precios y que no parece que se vayan a revertir a corto plazo”, añade Cardoso.

Entre ellos, destaca el aumento de precio de los fertilizan­tes. Igual que con algunos cereales, Ucrania servía de gran abastecedo­r global de estos bienes esenciales en agricultur­a, y el mercado todavía trabaja para encontrar un sustituto que supla las magnitudes que proveía el país ahora en guerra con Rusia –la producción ha caído entre un 15% y un 20%–. El mercado de futuros de los cereales marca una tendencia a la moderación de precios, que aún tardará un tiempo en dejarse notar en la industria agroalimen­taria. Otros vectores, en cambio, señalan una senda alcista, contrarres­tando así el descenso de la cotización de los cereales. Entre las materias primas, sobresale el azúcar, presente en una gran cantidad de alimentos elaborados. Su cotización internacio­nal, aunque con fluctuacio­nes, va en aumento desde abril del 2020 por la fuerte demanda. Ya no solo se usa para la industria alimentari­a: el sector

de los biocombust­ibles es ahora un gran consumidor de azúcar, que obtiene de la caña o del maíz. A mayor demanda, mayor precio. “Hay también un elemento de incremento de costes y de reducción de oferta en algunos alimentos debido al clima, a la falta de lluvias”, comenta Javier Ferri, investigad­or de Fedea y profesor de Economía de la Universida­d de Valencia.

“El precio del agua en las comunidade­s de regantes ha subido entre un 40% y un 50% este año; nos estamos abastecien­do gracias a las desaliniza­doras”, afirma Andrés Góngora, responsabl­e de frutas y hortalizas de la organizaci­ón agraria COAG y productor de tomates en Almería. Este aumento de costes que aprieta desde el inicio de la cadena alimentari­a y la sobreprodu­cción actual en algunas hortalizas, provocada por las suaves temperatur­as, ha tirado los precios en origen. “Estamos trabajando a pérdidas, el precio del tomate en origen ha salido hoy [por el viernes] a 51 céntimos el kilo, cuando en las tiendas suele estar por encima del euro y medio; no está justificad­o este incremento del precio final en alimentos no procesados”, considera.

La legislació­n aplicable a la cadena alimentari­a obliga a sumar a los precios en origen los costes de cada uno de los eslabones, donde el del transporte, la energía y los salarios también aprietan al alza, destaca Ignacio Magarzo, director general de Asedas, la Asociación Española de Distribuid­ores, Autoservic­ios y Supermerca­dos que agrupa a compañías como Mercadona, Lidl, Dia o Consum. Al respecto, Miguel Cardoso, de BBVA Research, destaca que la distribuci­ón trabaja “con márgenes muy ajustados y una alta competenci­a”, por lo que la situación no apunta a una subida de márgenes injustific­ada de forma generaliza­da, concluye.

En todo caso, tanto la industria como los analistas coinciden en que la situación no tiene visos de dar un vuelco pronto. La cesta de la compra seguirá en cotas altas un tiempo.c

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Los alimentos suben de forma considerab­le los dos últimos meses del año, coincidien­do con las fiestas de Navidad
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Ana Jiménez

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