Las aseguradoras de arte tiemblan con la ola de ‘ecovandalismo’
Axa XL, Hiscox y el broker Aon dominan el negocio en España
El negocio de las aseguradoras de arte es pequeño y no tiene pérdida, así que cada novedad moviliza de inmediato a los participantes. Es lo que está ocurriendo con los últimos ataques a obras de arte por parte de activistas contra el cambio climático, que ha puesto en guardia al ramillete de aseguradoras dedicadas a valorar este tipo de riesgos.
Su diagnóstico por ahora es que los activistas están respetando una especie de código secreto del vándalo perfecto, que no deja daños por la cuenta que le trae. Sin embargo, no se encuentran ni mucho menos tranquilas y observan con preocupación el fenómeno, ante el temor a acciones descontroladas.
Los operadores de seguros de arte en España se pueden contar con los dedos de la mano. Axa XL es la mayor aseguradora de este tipo en el país, sobre todo cuando se trata de una exposición temporal y de cierta importancia. Hiscox es la referencia en colecciones privadas y galerías, donde también opera la británica Lloyd’s, de amplia proyección internacional. Mapfre, Generali y Liberty también hacen sus pinitos, como divisiones especializadas dentro de sus respectivas corporaciones. De todas ellas se encarga Aon, que es el principal broker de arte de España, por delante de otras firmas menores como PoolSegur. Si hay que trasladar una obra valiosa, entra en juego SIT, el transportista de las ocasiones más especiales.
Todas estas empresas son a
las que llaman el Prado, el Thyssen, el Reina Sofía o el Macba cada vez que descuelgan el teléfono para organizar
el traslado de un cuadro o realizar un préstamo temporal a otra institución. También se acuerdan de ellas los galeristas
y cualquier administración dispuesta a exhibir el patrimonio. Se activa en ese momento el conocido como seguro clavo a clavo, que es a todo riesgo y que incluye el viaje de ida a la exposición, la permanencia y el regreso.
Esta parafernalia es ajena a los actos vandálicos de las últimas semanas, que han ido dirigidos a obras permanentes y de valor incuantificable. Los ecovándalos han lanzado salsa de tomate a los girasoles de Van Gogh, puré a Monet, pintura sobre las sopas Campbell de Warhol y petróleo a un cuadro de Klimt. También han pegado la cabeza a la joven de la perla y las manos a las majas de Goya, pero no han dañado hasta ahora ninguna obra de arte.
Desde las firmas de seguros con las que ha hablado La Vanguardia destacan que en todas estas acciones el cuadro estaba cubierto con cristal y formaba parte del patrimonio estatal. Es un secreto a voces: ni las Meninas ni el Guernica ni cualquier otra obra maestra están aseguradas porque el coste de hacerlo sería inasumible para los museos. Del daño se encargan los servicios de restauración del museo y, en última instancia, el Estado. El ataque a las majas de Goya, advierten, está al límite de la zona de peligro porque el marco también puede considerarse parte de la obra, y algunos tienen un enorme valor.
La alarma para las aseguradoras
Las pólizas no han subido ni los contratos se han revisado, pero el nuevo riesgo está en estudio
La alarma saltaría si se atacara un cuadro no protegido, una exposición temporal o una particular
saltaría si se produjese alguna de estas circunstancia: un ataque a un cuadro grande –los cristales solo protegen superficies limitadas–, en una exposición temporal –es donde entran en juego los seguros– y en una obra de colección particular de un gran museo –las hay y a menudo aseguradas–. Ahí es cuando la acción vandálica tendría unos efectos mucho más serios. Pasar del Prado al Centro Botín de Santander o al Guggenheim de Bilbao también supondría un cambio de escenario.
Por el momento, indican, el precio de las primas no ha subido ni tampoco se ha reducido el número de exposiciones. Tampoco se ha cambiado la redacción de los contratos. Sí se ha reforzado considerablemente la seguridad en los grandes museos, con controles de entrada mucho más exhaustivos.c