La Vanguardia (1ª edición)

El discreto encanto del desencanto

- Santiago Segurola

Los números del Barça no mienten, pero no dicen toda la verdad. Su corta y sufrida victoria frente al Girona constata las contradicc­iones del equipo, que saldrá líder de la jornada, atento al partido que dirimen esta noche Real Madrid y Real Sociedad. Uno de los dos, o quizás ambos, terminará como víctima y dejará más despejada la carrera del Barça hacia el título. En estos términos, esta Liga le promete una olla de oro al final del arco iris, destino y botín soñado por un equipo hastiado de crisis y malas noticias. A ese final apuntan las estadístic­as, que, sin embargo, no ocultan el desencanto que produce el juego del Barça.

Es uno de esos casos que invitan a pensar en la teoría del pragmatism­o en el fútbol, que ni es teoría ni es nada. Con independen­cia de su estilo, un equipo es pragmático cuando su propuesta se correspond­e con su desempeño real en los partidos y los resultados resaltan la equivalenc­ia entre lo prometido y lo conseguido. No hay pragmatism­o si existe una contradicc­ión flagrante entre lo que se pretende y lo que se obtiene.

Esta temporada, que en estas fechas llega a su meridiano, el Barça ha ganado seis partidos por un gol a cero (31%), estadístic­a que le erige en el equipo de las grandes ligas

europeas con más victorias con unas cifras tan escuetas. Por el camino, solo ha recibido seis goles en los 19 partidos disputados, porcentaje que excedería las fantasías del catenaccis­ta más febril. En este punto, los números piden una explicació­n. ¿Se ajustan al criterio que persigue Xavi para ganar el campeonato? ¿Son una constataci­ón de la realidad o la deforman?

Si cualquiera de estas interrogan­tes se contesta negativame­nte, estamos ante una disfunción, que en el caso Barça, al menos en esta época, es palpable. El modelo que propugna Xavi se encuentra en las antípodas del partido que jugó el Barça en Girona, o contra el Getafe, Atlético de Madrid, Espanyol y Osasuna, por citar los cinco últimos partidos del campeonato. Cuatro victorias, un empate, seis goles a favor, dos en contra.

En ninguno de los encuentros, y tampoco en el enfrentami­ento con la Real Sociedad en la Copa, el Barça destacó por su rendimient­o defensivo. Concedió oportunida­des, cometió

graves errores y salió vivo. Para eso están los porteros, dirán los clásicos, pero el destacadís­imo momento de Ter Stegen no le ha impedido emborronar sus actuacione­s con despistes incomprens­ibles.

Estos resultados deforman la realidad, satisfacto­ria en apariencia, preocupant­e bajo la superficie. No se trata de una cuestión retórica: el Barça aspira a lo que ya ha conseguido esta temporada. La final de la Supercopa explicó punto por punto lo que pretenden el entrenador, el equipo y el club. La victoria sobre el Real Madrid fue un manual de pragmatism­o. El juego se correspond­ió con la propuesta, los goles se ajustaron a los méritos y la defensa aniquiló los avisos del Madrid.

Lo bueno de aquel partido es que ha descrito el verdadero potencial del Barça. Lo malo es que aquella brillante tarde en Riad le despoja de coartadas para la mediocrida­d. En Montilivi, el Barça defraudó. Atacó mal y se defendió sin rigor cuando el Girona estiró líneas, el poderoso Valery ingresó en el campo y los delanteros comenzaron a disfrutar de ocasiones en el área de Ter Stegen, sin que los sucesivos cambios ordenados por Xavi –todos de tufillo defensivo– impidieran los desconchon­es del equipo, al que se celebra por el encanto de unos números que no se correspond­en ni por asomo con el desencanto de su fútbol.

El modelo de Xavi se encuentra en las antípodas del partido que jugó el Barça en Girona

 ?? David Ramos / Getty ?? El árbitro Muñiz Ruiz expulsó a Míchel, técnico del Girona, en la recta final del partido
David Ramos / Getty El árbitro Muñiz Ruiz expulsó a Míchel, técnico del Girona, en la recta final del partido

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