La Vanguardia (1ª edición)

Sintiéndom­e viejuno

- Sergio Heredia

CLector viejuno: ¿vio usted el Topuria-Volkanovsk­i o el Nadal-Alcaraz de Netflix? ¿Sigue la Kings League?

uando supe que el BarÁa pensaba jugar el cl·sico del 21 de abril con el nombre de Karol G en la camiseta, se me encendió una lucecita. Así que le pregunté a mis compañeros de la sección: –¿Sabéis quién es Karol G?

Pocos levantaron la mano, y quien lo hizo lo hizo porque tiene algún crío pequeño en casa. Y ya se sabe:

–En el coche se pone la música que dice mi criatura: por eso sé quién es Karol G.

En realidad, todos los críos saben quién es Karol G: la reggaetone­ra tiene 68,5 millones de seguidores en Instagram. Lo que pasa es que ninguno de los compañeros de la sección se encuentra entre esos 68,5 millones de seguidores.

El asunto es peliagudo y me tumba en el div·n. Me lleva a preguntarm­e: ‘¿dónde estamos los medios tradiciona­les?’.

Las secciones de Deportes de los medios tradiciona­les nos empeñamos en seguir los Juegos Olímpicos –con sus derivadas de b·dminton, esgrima o halterofil­ia, disciplina­s que muy pocos jóvenes practican–, la Champions League, la Euroliga y la liga doméstica de hockey patines, pero obviamos todo aquello que vuelve loco a nuestros críos.

Como la Kings League, que llena estadios; en su día rebosó el Camp Nou.

O el Topuria-Volkanovsk­i de la UFC: un millón de espectador­es se conectaron a la pantalla en algún momento del combate, muchos de esos televident­es eran padres estimulado­s por sus criaturas.

O el Nadal-Alcaraz de Netflix en Las Vegas, un espect·culo tan guionizado como los Globetrott­ers o la Wrestleman­ía (un millón y medio de euros se llevó Nadal; un millón, Alcaraz).

Me refiero a todo aquello que los analistas del deporte han rebautizad­o como sportainme­nt (suced·neo de sport y entertainm­ent, deporte y entretenim­iento), el arte de jugar por jugar, no por competir, esa forma de divertirse en el patio del colegio o en la plaza del barrio, y que consiste en formar los equipos a dedo, mezclar niños con niñas y mayores con pequeños, volver a empezar cuando el conteo se dispara a favor de un equipo, rehacer las formacione­s si un niño tiene que irse, tener que ganar por dos goles de diferencia, llevar el marcador a los veinte goles o a los cien puntos, sustituir aleatoriam­ente al portero cuando un ·rbitro inexistent­e decreta penalti y decidir el final del partido al anochecer, cuando se va la luz.

Vamos, todo aquello que los figurantes de los medios tradiciona­les tanto vivimos cuando éramos críos y nunca consideram­os ahora, cuando nos vamos haciendo viejunos.

PD: pues, en aquellos tiempos, el BarÁa nunca lució ningún nombre en la camiseta. “Y nunca lo haremos”, nos aseguraban sus padrinos.

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