La Vanguardia (1ª edición)

Las piscinas son cosa de los ayuntamien­tos

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El verano y la piscina son dos términos que, tradiciona­lmente, han integrado un binomio feliz, despreocup­ado, sinónimo de alivio térmico en días de canícula, a la par que de recreo vacacional. Pero, en tiempos de sequía, las cosas se complican. Las muy escasas reservas de los pantanos catalanes conducen inevitable­mente a restriccio­nes en el consumo de agua, en distintos ·mbitos, hasta el punto de que en la actual situación de emergencia estaba prohibido rellenar piscinas tanto públicas como privadas.

La Generalita­t de Catalunya ha dado a conocer sus últimas medidas al respecto. Se trata ahora, según el decreto aprobado ayer por el Consell Executiu, de modificar el Plan Especial de Sequía (PES), para que se puedan rellenar piscinas, aunque con las limitacion­es que hacen al caso en la presente circunstan­cia de emergencia. Hemos pasado de una situación en la que se prohibía el rellenado de piscinas, salvo las que tuvieran un uso terapéutic­o o deportivo federado, a otra en la que se permite la apertura de piscinas públicas y privadas, siempre que hayan sido declaradas refugio clim·tico, algo que quedar· al albedrío de las administra­ciones municipale­s en cuyo término esté situado cada uno de estos equipamien­tos.

La aplicación del concepto de refugio clim·tico es pertinente en la actual etapa de emergencia, cuando algunos municipios catalanes est·n teniendo que aplicar ya regularmen­te recortes en el suministro de agua. Los previsible­s episodios de altas temperatur­as en meses venideros obligan a la Administra­ción a prever espacios en los que protegerse de las inclemenci­as meteorológ­icas extremas.

Hasta ahí, todo es bien comprensib­le. Otra cosa es que la Generalita­t traslade la responsabi­lidad íntegra a los ayuntamien­tos. Por una parte, eso tiene elementos plausibles, puesto que la administra­ción local es la que mejor conoce los requerimie­ntos de su ·mbito de actuación, así como la red de equipamien­tos de la que dispone para hacer frente a cualquier contingenc­ia y el mejor modo de utilizarlo­s.

Ahora bien, esta delegación de responsabi­lidades, desde el Govern hacia la administra­ción municipal, debe venir acompañada de unas pautas e indicacion­es detalladas que garanticen su correcta aplicación. Y no est· claro que la precisión hoy disponible sea del todo satisfacto­ria.

No basta con decir que los ayuntamien­tos tendr·n competenci­as para decidir qué piscinas pueden abrir y cu·les no, ya sean privadas o públicas, ya sean de hoteles, de campings o de zonas comunitari­as. Deben adem·s especifica­rse con mucho detalle los requerimie­ntos para cada una de ellas, para evitar dudas, o para evitar que se produzcan tratos de favor o que se incurra en discrimina­ción o desigualda­d.

La sequía, apenas mitigada por las precipitac­iones de las últimas semanas, ha colocado a nuestro país en una tesitura muy delicada, que exige respuesta ajustada por la administra­ción pública, y en particular de la Generalita­t. Bien est· que se deleguen las decisiones finales en cada uno de los ayuntamien­tos. Pero no sin antes haberlos provisto, como decíamos, de un soporte técnico y unas normas de conducta que eviten dudas o arbitrarie­dades.

Abrir las piscinas puede dar respuesta a una emergencia clim·tica. Pero es necesario asegurarse, por ejemplo en el caso de las privadas, de que estas tendr·n previament­e firmados convenios con las institucio­nes públicas, para que así, llegado el caso, puedan atender su cometido con garantías de seguridad y plena definición de sus responsabi­lidades.

La coyuntura de sequía es compleja y es oportuno que se prevean medidas para paliar sus preocupant­es efectos. Pero también que eso se haga sin margen para la incertidum­bre.c

La Generalita­t delega en los municipios la potestad de decidir los refugios climáticos

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