La Vanguardia (1ª edición)

Una serie, por favor

- Fernando Ónega

ESi Netflix no te hace un documental, no eres nadie, aunque seas milmillona­rio

l nuevo y triunfante hecho cultural se llama serie. Digo triunfante, porque conozco gente que jam·s abrió un libro de poesía, pero ha visto decenas de series de televisión en todos sus formatos: biografías, documental­es o historias dramatizad­as. El interés popular se demuestra con números: si usted busca la palabra serie en Google, descubre que tiene 5.100 millones de resultados. Si busca la palabra cine, los resultados no llegan a 1.800 millones. Y si busca literatura, se quedan en 1.300, que es una cantidad ingente, pero solo la cuarta parte de serie.

La trascenden­cia del invento se percibe también en el ranking social. Si Netflix no te hace un documental, es que tu vida no lo merece; no eres nadie, aunque tengas un patrimonio milmillona­rio. Si has publicado una novela y ningún productor te llamó para llevarla a la pantalla, puedes haber conseguido un éxito editorial, pero est·s pasando desapercib­ido para las generacion­es del siglo XXI. Y si has hecho una película que tuvo una docena de nominacion­es a los Oscars, a lo mejor pasa a la historia de la cinematogr­afía, pero tus beneficios económicos ser·n ínfimos, comparados con los de una serie de similar calidad.

Y, por último, el fenómeno did·ctico. Las gentes m·s cultas ya no citan a intelectua­les como Ortega o poetas como Espriu, como hacían antes. Ahora citan a Borgen, The crown, Succession o La casa de papel y est·n al corriente de las últimas novedades del género o de cómo va la grabación del documental del universal Julio Iglesias. Y hay de todo: interesant­es episodios históricos, argumentos de amor y lujo, todos los tipos de delincuenc­ia, vidas ejemplares y no tan ejemplares, e incluso divulgació­n de personajes que no quisiéramo­s que sirvieran de modelo para nuestros hijos.

El mundo de las series es tan variado y se puede ver a la hora m·s extraña –a la carta, dicen– que no solo le est· quitando espectador­es a las salas de cine, sino a la mismísima televisión, obligada a competir con las mismas armas.

Bienvenida la novedad. Lo que no acabo de entender es de dónde saca tanto tiempo tanta gente para ver todas las series que dicen que ven. Seguro que un creativo publicitar­io me responde: “El lujo es tener tiempo para ver series de televisión”.c

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