La Vanguardia (1ª edición)

“Los espectador­es contuviero­n al agresor, el público me salvó la vida”

- Francesc Peirón Nueva York. Correspons­al Pero sobrevivió.

Este es un laberinto de letras e ideas. Los libros se amontonan en las mesas de la oficina del editor Andrew Wylie, considerad­o el m·s poderoso del mundo. Esos volúmenes aún son territorio inexplorad­o para los lectores, como Knife, que en EE.UU. salió ayer y mañana lo hace en castellano, traducido literal: Cuchillo (Random House). Al fondo hay un despacho con vistas a Manhattan. En el sof· est· sentado un hombre de aspecto discreto. Viste traje oscuro y camisa blanca, sin corbata. En el pómulo derecho hay unas marcas, pequeñas cicatrices. En el ojo de ese lado, sus gafas tienen el cristal tintado. Salman Rushdie, de 76 años, saluda con una amabilidad que rompe la tensión que supone estar frente a una cima de la literatura y sobrevivie­nte a un ataque integrista a golpes de cuchillo, el 12 de agosto del 2022, en Chautauqua (Nueva York). Ha perdido la visión en el ojo derecho. “Me quedó colgando en la mejilla como un huevo duro”, ilustra. Antes del ataque dejó lista la novela Ciudad Victoria (2023), pero Cuchillo es un relato personal de la agresión sufrida al poco de subir a un escenario para participar en un acto sobre la importanci­a de que los escritores estén a salvo de riesgos.

El régimen de Irán dictó la fetua o pena de muerte por Los en 1989…

versos satánicos

Pensé que esos días ya se habían ido. Fue terrible descubrir que al menos había todavía una persona lo suficiente­mente trastornad­a. Pero es que él ni siquiera había nacido cuando ocurrió aquello, ni sabía nada de mí, ni había leído lo que había escrito.

La huella de la intoleranc­ia.

Vine a vivir a Nueva York en el 2000 y he llevado una vida común y corriente de escritor. Por eso siento que este ataque fue un anacronism­o, algo fuera de plazo. Ese agresor fue un visitante del pasado, un viajero en el tiempo que se escapó del pasado y se plantó en el presente.

Escribe que lo que no te mata te hace más fuerte.

No estoy seguro. A menudo, lo que no te mata te hace m·s débil. Si alguien intenta matarte es que trata de silenciar tu voz. Al escri

bir este libro he hecho que mi voz sea m·s fuerte que antes.

¿Sentía la obligación de escribir lo que le sucedió?

No podría haber escrito nada m·s. Habría mirado a mi próximo proyecto y habría sido trivial y estúpido comparado con este gran acontecimi­ento que tuvo lugar en mi vida. Si hubiese escrito alguna de esas otras ideas, la gente se habría planteado: ¿por qué evita su caso? Habría parecido cobardía.

Es una manera de tomar el mando de la narrativa.

Era un cambio en el equilibrio de poder a mi favor. Mi respuesta a la violencia es el arte. Me dije que estaba explicando la historia de algo que me ocurrió a mí, pero muchos podían conectar porque han sufrido tragedias como esta. Hablar sobre mi experienci­a era una forma de conectar con ellos.

¿Escribir no es terapia?

Quiero decirle que yo ya tengo mi terapeuta, que es una gran

ayuda para afrontar el trauma y también para poder escribir este libro. Este libro no es exactament­e terapia, es un cambio de la naturaleza de ese acontecimi­ento. Puedo decir que, hasta que lo escribí, yo había sido atacado. Ahora, lo que ha ocurrido es que yo he escrito un libro y hablo de él, lo que me hace sentir mucho m·s cómodo.

Ha entrado en las estadístic­as sangrienta­s.

Estados Unidos es bueno matando gente. El atacante nació en Nueva Jersey y creció como un chico estadounid­ense. Pienso que parte del problema es que este es un país que parece valorar muy poco la vida humana. No resulta difícil decidir matar niños en las escuelas o matar gente en la sinagoga. El atacante carecía de antecedent­es penales, no había tenido problemas con la policía, no estaba en la lista de terrorista­s. Fue de cero a asesino. Es un gran salto, salvo si vienes de un lugar donde hay asesinatos a diario.

Habla de la intimidad que supone una agresión con cuchillo.

No es una bala que viene de la distancia. El cuchillo es proximidad, de una intimidad horrible. Supe que el ataque duró 27 segundos, 27 segundos de una intimidad extraordin­aria entre la vida y la muerte. Es horrible lo que me sucedió, pero como escritor es interesant­e.

Estuvo cerca del punto final.

Soy muy afortunado de seguir con vida. No solo vivo, sino ser capaz de pensar, hablar, caminar, escribir. ¿Debería haber luchado? Soy una persona pacífica y todo ocurrió muy r·pido. Me cogió por sorpresa.

Ahora tiene otro concepto del cuchillo.

En el libro digo que el lenguaje también es un cuchillo. Es mi cuchillo. El libro en sí mismo es un cuchillo para mi lucha personal.

Reflexiona sobre el ángel de la muerte y el ángel de la vida.

En el suelo de aquel escenario había mucha sangre. Estaba en esa piscina de sangre, que crecía, y pensé: “Me estoy muriendo”. Lo m·s triste es que iba a morir lejos de las personas a las que quiero, rodeado de extraños.

Las lesiones El ojo derecho me quedó colgando en la mejilla como un huevo duro”

El túnel y la luz “Cuando me moría, no vi ninguna luz divina ni tampoco el fuego del infierno”

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KIRILL KUDRYAVTSE­V / AFP Salman Rushdie, fotografia­do en Frankfurt el pasado mes de octubre

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